La literatura fantástica ha sido relegada del canon literario por muchos años, se la desacreditaba como algo ligado a lo irracional, a la locura. Sin embargo, grandes teóricos se han detenido en el estudio de este género, analizando sus principales rasgos y poniendo en evidencia su importancia y profundidad. Es que la otredad que este tipo de relatos presenta es, en realidad, parte integrante de nosotros mismos. Además, ¿cuántos hechos de nuestra vida escapan a toda lógica y permanecen como imposibles de comprender o siquiera de poner en palabras?
Tzvetan Todorov fue uno
de los primeros en detenerse sobre este género, que era considerado menor. Por
eso, su texto teórico sentó las bases para el estudio de los relatos fantásticos.
Rosemary Jackson retoma
la teoría de Todorov pero le hace algunas críticas. Su obra Fantasy. Literatura y subversión es una
de las mejores para comprender la literatura fantástica.
Teoría
de Tzvetan Todorov
El teórico búlgaro
contrapone lo sobrenatural a lo natural en la literatura, pero ubica al género
fantástico entre ambos y lo considera algo no natural, que no llega, sin
embargo, a entrar dentro del sobrenaturalismo. Veamos sus explicaciones:
Lo
sobrenatural presenta una realidad donde es posible
trascender la cotidianeidad para acceder a otros mundos. A éste pertenecen las narraciones mágicas (maravillosas), en
las cuales lo sobrenatural hace su irrupción pero es tomado como posible
dentro del mundo que se presenta. Es decir que el hombre se relaciona con lo
maravilloso y este hecho es tomado como normal, ya que no le genera cambios en
su concepción de mundo. Dentro de este género encontramos, por ejemplo, los
cuentos de hadas.
Por el contrario, lo natural solo acepta lo que puede ser
explicado científicamente, es decir, no de manera mágica. En estos relatos,
la otredad se lee como una proyección de miedos y deseos meramente humanos que
transforman el mundo a través de su percepción subjetiva. A este sistema de
pensamiento responde lo “siniestro” o “extraño”. En estos relatos, lo raro, que
en un primer momento parecía inexplicable, es un efecto producido por la mente
deformada y deformante del protagonista y termina teniendo una explicación
lógica (por ejemplo: todo fue una alucinación producto de un estado febril). No
se acepta que haya sucedido algo sobrenatural.
Todorov
propone que las formas de lo fantástico pueden moverse desde lo maravilloso, a
través de lo puramente fantástico, hasta lo extraño:
MARAVILLOSO
(Sobrenatural) à FANTÁSTICO (No natural) à
EXTRAÑO (Natural)
“Según Todorov, el texto puramente fantástico establece una vacilación absoluta,
tanto en el protagonista como en el lector, quienes no pueden aceptar los
insólitos sucesos que se describen, ni desecharlos como fenómenos
sobrenaturales.” (p. 25) Lo fantástico puro, afirma, existe entre lo
maravilloso puro (con hechos sobrenaturales, sobrehumanos, mágicos) y lo
extraño puro (con hechos que se consideran extraños a causa de la mente
engañosa del protagonista pero terminan siendo explicados mediante las leyes de
nuestra realidad).
Entre lo extraño puro y
lo maravilloso puro hay zonas híbridas en las cuales la vacilación propia de lo
fantástico se termina resolviendo ya sea hacia lo sobrenatural o hacia lo
natural (lógico):
EXTRAÑO PUROà
FANTÁSTICO-EXTRAÑOà FANTÁSTICO-MARAVILLOSOà
MARAVILLOSO PURO
Lo
puramente fantástico es aquello donde la incertidumbre se mantiene hasta el
final del relato y el lector se queda en
la duda acerca de los orígenes de los “fantasmas”: no sabe si son presencias
naturales o sobrenaturales. Una novela que Todorov
toma como ejemplo es Otra vuelta de
tuerca de Henry James, ya que, en ella, no se sabe si los espectros que
veía la nodriza realmente estaban ahí acechando o eran producto de su
imaginación.
Teoría
de Rosemary Jackson
Según esta autora, es
fundamental entender el relato fantástico como un texto de ruptura porque
construye un mundo que amenaza la realidad tal y como la concebimos al
introducir algún aspecto del orden de lo imposible dentro de un mundo
supuestamente posible. Los textos
fantásticos unen elementos incompatibles, disuelven los órdenes temporales,
espaciales y filosóficos y quiebran las nociones de personaje. Por ende,
cuestionan al orden social imperante e implican una transgresión. No en vano,
ella se centra en el carácter subversivo del género.
Lo fantástico crea un
lugar de orden alternativo, la “otredad”. Lo otro, lo ajeno, lo irracional
conviven con un núcleo de realidad al cual amenazan con su desintegración. Se
vincula con lo real pero desde un espacio intermedio que combina elementos
miméticos (realistas) con otros mágicos (maravillosos). Este posicionamiento determina muchos rasgos de la narrativa
fantástica: establece su “realidad” por medios miméticos que luego cambian al
modo “no- realista”; juega con las dificultades para interpretar
acontecimientos o cosas, desorientando al lector.
La
imposibilidad y la contradicción son las formas que definen lo fantástico como
narrativa. El lector queda perturbado por la dislocación de la
forma narrativa, la cual abre espacios donde la unidad se dio por sentada. Sus imposibilidades proponen “otros”
significados o realidades latentes detrás de lo posible o lo conocido: por
ende, al introducir verdades múltiples y contradictorias, se vuelve polisémico
(con muchos sentidos).
Rosemary Jackson
cuestiona algunos de los elementos de la teoría de Todorov, ya que, para ella,
lo fantástico es mucho más amplio que lo que el teórico búlgaro propone. Para
él, sólo serían fantásticos los relatos “puros” que te dejan con la
incertidumbre respecto del origen de los hechos narrados. Para ella, en cambio,
no importa cómo se resuelva el suceso, importa la contradicción que el género
implica y la amenaza al mundo real central.
A su vez, ella no ubica
lo fantástico entre lo maravilloso y lo extraño, ya que, para ella, este último
está incluido dentro de lo fantástico y propone no pensarlo como género sino
como un modo de representación. Entonces, ella sitúa al fantasy entre lo maravilloso y lo mimético (también llamado
realista).
Ella expone que la
narrativa maravillosa está formada por el mundo de los cuentos de hadas, el
romance, la magia y el sobrenaturalismo. En estos textos, la voz es impersonal
y los hechos que se cuentan están bien distanciados en el pasado. Este narrador
impersonal se vuelve una voz sapiente y autoritaria que se dirige con absoluta
confianza y certeza hacia lo que cuenta; tiene completo conocimiento de los
hechos y no se cuestiona su versión de la historia. De esta forma, desalienta
la participación del lector, produciendo una relación pasiva con la historia.
Lo mimético pretende
imitar la realidad. La ficción narrativa clásica, ejemplificada en tantas
novelas “realistas” del siglo diecinueve, representa los sucesos contados como
“reales” usando como portavoz la tercera persona sapiente.
“Lo
fantástico confunde elementos de lo maravilloso y de lo mimético. Afirma que es
real lo que está contando –para lo cual se apoya en todas las convenciones de
la ficción realista- y entonces procede a romper ese supuesto de realismo, al
introducir lo que –en esos términos- es manifiestamente irreal. Arranca al
lector de la aparente comodidad y seguridad del mundo conocido y cotidiano,
para meterlo en un mundo cuyas improbabilidades están más cerca del ámbito
normalmente asociado con lo maravilloso. El narrador no entiende lo que está
pasando, ni su interpretación más que el protagonista; constantemente se cuestiona la naturaleza de lo que se ve y registra
como ´real´.” (pp. 31- 32)
Los
paisajes de los relatos fantásticos suelen ser relativamente
desolados, vacíos e indeterminados, menos definibles como lugares que como
espacios, como huecos blancos, grises o sombreados. Se abre un espacio
distinto: sin orden cultural o fuera de él. Estos espacios insisten en la
ausencia, la falta, lo no – visto, lo invisible. “La topografía de lo
fantástico moderno sugiere una preocupación por los problemas de visión y visibilidad,
ya que se encuentran alrededor de imágenes espectrales: es notable la cantidad
de relatos que introducen espejos, cristales, reflejos, retratos, ojos -que ven
las cosas con miopía, o deformados, como fuera de foco- para transformar lo
conocido en desconocido.” (p. 41) El espejo se emplea con frecuencia como
motivo para introducir el efecto de doble o Döppelganger.
Las
unidades clásicas de tiempo, espacio y personaje, son amenazadas por la
disolución. “El tiempo cronológico se explota de manera que pasado,
presente y futuro pierden su secuencia histórica y tienden a la superposición,
a un presente eterno. (…) Los siglos, años, meses, días, horas y minutos
aparecen como unidades arbitrarias e insustanciales, que se vuelven fluidas y
flexibles…” (p. 44)
Los temas de esta
literatura giran en torno de este problema: hacer visible lo que no se ve,
articular lo que no se dice. El fantasy
establece, o des– cubre, la ausencia de distinciones divisorias, violando la
perspectiva “normal”, la del sentido común, que representa la realidad
constituida por unidades discretas. El fantasy
se interesa en los límites y su disolución. Los temas pueden agruparse en
diversas áreas: invisibilidad; transformación; dualismo; bien versus mal. Estas
áreas generan una cantidad de motivos recurrentes: fantasmas, sombras,
vampiros, hombres – lobo, dobles, reflejos, monstruos, bestias.
La
relación que el sujeto tiene con el mundo, con los otros, con los objetos, deja
de ser conocida y segura y así los problemas de miedo y percepción se vuelven
fundamentales para el fantástico moderno.
En
su sentido más amplio, la literatura fantástica siempre se interesó en explorar
las relaciones entre el “yo” y el “no– yo”, entre el yo y el otro. La
otredad se considera como algo alejado del mundo, sobrenatural, como si
estuviera fuera de lo humano. Se la asocia con una fuerza del mal al que muchas
veces se le dio el nombre de lo “demoníaco”. El fantástico moderno cambia la manera de interpretar lo demoníaco:
éste ya no es sobrenatural, sino un aspecto de la vida personal e
interpersonal, una manifestación de un deseo inconsciente. El “otro” sobrenatural es considerado como una externalización de una
parte del yo.
A lo largo de toda su
historia, el fantasy fue escondido
como algo inadmisible y vergonzoso. Lo “otro” que expresa el fantasy fue categorizado como una zona
oscura negativa. Los únicos relatos fantásticos que se han tolerado y difundido
en la sociedad son los que más se acercan a lo “maravilloso”, ya que en ellos
se usan métodos “legalizados” para establecer otros mundos, mundos compensatorios que suplen una carencia.
Lo fantástico se opone a
las prácticas significantes establecidas, trastornando la tradición
racionalista. Lo fantástico existe al
costado de lo “real”, a ambos lados del eje cultural dominante, como una
presencia imaginaria y silenciada. Estructural y semánticamente, lo fantástico
disuelve un orden opresivo e insuficiente. “…el fantasy vacía lo ´real´ revelando su ausencia, su ´gran Otro´, lo
que tiene de indecible e invisible.” (p. 188) Las palabras ya no le sirven al
sujeto para dar cuenta de la realidad y la mirada tampoco es garantía a la hora
de comprender los hechos que escapan a la razón. Este género, entonces, pone en
evidencia la incapacidad del lenguaje y de la visión ante un mundo
inaprehensible.
Daniela Valenzuela
Bibliografía:
Jackson, R. (1986). Fantasy: literatura y subversión. Buenos Aires: Catálogos editora.
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