Me propongo escribir estos textos con el único fin de dejar constancia sobre la experiencia educativa durante el tiempo de cuarentena, en principio, como una forma de entender lo sucedido a partir de la narración de las distintas situaciones vividas, y en segunda instancia, como una forma de registro personal que sirva, de ser posible, para futuras reflexiones sobre distintos tópicos que fueron surgiendo a lo largo de este período, a saber:
- Educación presencial Vs. Educación a distancia.
- El rol de la familia en la educación de los estudiantes de inicial, primario y secundario.
- La tecnología en el ámbito educativo.
- La salud emocional y la predisposición al aprendizaje.
- El aspecto social del aprendizaje.
Esta primera aproximación a los temas, no busca ser, en absoluto, cientificista. Es más bien una búsqueda personal por obtener buenos resultados (habrá que ver bien que se entiende por esto) dentro de un ambiente marcado por la hostilidad apocalíptica, la híperconectividad, el malestar social, las demandas ancestrales a la educación, las críticas infructuosas al aparato académico y la necesidad de empatía para con las vicisitudes e incertidumbres propias como ser humano que cualquiera podría tener sea docente, estudiante o parte de una comunidad educativa, regional, nacional, mundial, y por qué no, intergaláctica.
Creo firmemente que mis pretenciosas crónicas oscilan entre los memes y los libros de pedagogía constructivista que compró mi pareja en un desesperado intento por entender qué nos ha llevado a la docencia cuando no hacemos más que indignarnos a cada paso que damos. Y es que una, en la escuela secundaria y el otro, en la universidad, tropezamos con la misma piedra una y otra y otra vez… o mejor dicho piedras… Y no sé cuán familiarizados, familiarizadas, familiarizades, estarán ustedes con la leyenda del daruma japonés, pero a esta altura me siento como una bola rodadora que no se rinde ante la impasible montaña del binomio enseñanza-aprendizaje.
Desde ya pido, disculpas por no seguir un orden claro o un norte (o un sur o un este o un oeste… porque quién dijo que uno querría ir en esa dirección). La realidad es que, entre correcciones, armado de clases, videoconferencias y burocracia innecesaria, la vida pareciera acrecentar la entropía.
A quien esté leyendo esto le ofrezco dos cosas: interiorizarse de la vida docente o empatizar y hacer catarsis sobre el trágico destino que pareciera pesar sobre los hombros de quienes nos dedicamos a la educación.
Agus A.
Twitter e Instagram: @RinconEduyLit
Comentarios
Publicar un comentario