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El lenguaje inclusivo. Por Agus

 

Hoy vengo a hablar desde mi humilde lugar sobre el lenguaje inclusivo a raíz del mensaje de “M” en Facebook. Ella hace un pedido bastante complejo porque pide que nos corramos del punto de vista de política y de género. Así que haré mi mejor esfuerzo.

Sin embargo, antes que nada, y para que el mundo, la galaxia y el multiverso me entiendan, voy a contar algunas cuestiones de mi vida universitaria que, si bien para alguna persona podrían resultar anecdóticas, a mí me marcaron para siempre.

Mi título de Letras es orientado a lingüística y todo se lo debo a la materia de Gramática, que en ese momento tenía por titular a la Dra. Borzi y no tengo el gusto de saber si continúa o no en el cargo. El marco de dicha materia era el de la “lingüística cognitiva” y en ese momento yo pensaba “¿Qué?¿No hay una sola gramática universal?”. Y la respuesta fue “NO” a secas. Y el fracaso de Chomsky al intentarlo, más allá de sus avances en el campo, así lo demuestran. Aparentemente, esta materia se apoyaba en las teorías de un señor llamado Lakoff, George Lakoff, que había escrito un libro al que tituló Las mujeres, fuego y cosas peligrosas: ¿Qué categorías revelan acerca de la mente? Para hacerla corta, este hombre plantea que, en la vida cotidiana, utilizamos metáforas que por un lado tratan de facilitar comprender ciertas cuestiones complejas mientras que, por el otro, revelan ciertas estructuras cognitivas de pensamiento. Para dar un ejemplo, todo lo que está arriba es bueno y todo lo que está abajo es malo, por lo que si estás medio “bajón” no es que te agachaste, sino que tu estado de ánimo no es óptimo y, por lo tanto, si alguien dijera esto, tendría por respuesta un “¡Arriba el ánimo!”. Y así mucho más largo. ¡Y mucho más revelador! Este libro fue uno de los que me cautivó, y entre otros ejemplos, planteaba la existencia de una tribu que te tenía una categoría gramatical para incluir “mujeres”, “fuego” y “cosas peligrosas”. Se imaginarán qué concepto tendrían de las mujeres….

La otra teoría que terminó por volcarme a la lingüística, fue la teoría Sapir-Whorf. Eduard Sapir y Benjamin L. Whorf eran unos antropólogos interesados en una de las herramientas culturales más interesantes y complejas jamás creadas por la humanidad: el lenguaje. Marxistas ellos, consideraban que la realidad material (estructura) afectaba al lenguaje (superestructura) y viceversa de manera dialéctica. Por lo que el lenguaje es, en parte, producto de la realidad, pero, al mismo, tiempo comprendemos y modificamos la realidad por medio de él. De forma tal que el lenguaje refleja nuestra forma de ver el mundo (después pensarán si la determina o la condiciona). Por lo tanto, ya se podrán imaginar que si “lo universal” y “genérico” es lo masculino y no lo femenino o una categoría neutra (como solía tener el latín), algo ya está empezando a hacer ruido.

Finalmente, y para no aburrir, hay una teoría más. Sí re densa. Pero si lo piden lo tienen. La economía lingüística: término acuñado por Martinet y que aparece incluso dentro de las máximas de Grice. Este concepto, básicamente, quiere decir que NADIE QUIERE HABLAR DE MÁS, con una metáfora, “gastar saliva”. Es por eso que decir “todos y todas” es anti-económico desde el punto de vista lingüístico. ¿Pero por qué alguien gastaría algo demás en este maravilloso mundo capitalista? Y… evidentemente, siguiendo a Grice, es porque el hablante quiere dar a entender algo, y aunque no queramos meternos con género y política, hay que anunciarlo: los y las y les hablantes sienten que el lenguaje no refleja la forma en que ellos, ellas, elles ven el mundo… pero como verán esto es un incordio supino. Y utilizar signos ambiguos como una equis en “ellxs” o una arroba “ell@s” pareciera ser impronunciable. Es por eso que quienes hablan y utilizan el lenguaje a diario necesitan encontrar una solución. Y, como siempre, la encuentran en lo que se denomina “La norma” (que no es “La normativa”, que es el aspecto regulador y la que limita lo que se considera correcto).

La norma prevé la “E” como neutral. Para tener una referencia, la palabra inteligente es neutra en tanto no varía para el femenino y el masculino (La chica inteligente y el chico inteligente). En la lengua la posibilidad está, sólo necesita que alguna persona decida tomarla y la imponga para que se genere el cambio.

Es verdad que el cambio lingüístico suele darse de manera natural y rara vez, de manera impuesta. Pero cada vez son más LES hablantes que notan el aspecto heteropatriarcal y machista del lenguaje y no se identifican. Y al fin y al cabo, las normas siempre preceden al cambio. Cualquier abogade podría explicarnos como los usos y costumbres, o los fallos dejan sin efecto alguna ley o alguna interpretación de ella.

Para cerrar, quiero contarles sobre una de esas charlas de sobremesa de domingo con mi papá, un tipo que tiene más de 60 años, que todavía se horroriza si digo “ojete” (cuando acaba de putearse con mi hermano) porque “las mujeres no hablan así”. Quizás producto de la cuarentena, la reflexión y el autoconocimiento, casi de manera mágica, se deconstruyó. Comentó que, como una epifanía pensó: “¿Por qué si hay veinte diputadas y dos diputados hay que decir “diputados” y ellas no se ofenden, pero si dicen “diputadas”, los dos tipos sí lo hacen?” Y, además, “La persona que usa el lenguaje inclusivo ¿me hiere? ¿le hace algún mal a la sociedad?”. De forma tal que ahora a él no sólo no le molesta que lo usemos, sino que, además, decidió que él también lo va a usar. Se imaginarán mi emoción. Así que un poco en chiste un poco en serio, hoy habla en inclusivo. Y creo que esta es la clave. No deberíamos hacernos mala sangre por cómo habla o deja de hablar une otre mientras no nos ofenda y lo use correctamente. ¡Ah! ¡Porque eso sí! Si lo van a usar, que lo usen bien, o por lo menos, con coherencia.

 

Agus

Comentarios

  1. excelente los dos comentarios y las posturas de cada una, gracias por sus aportes. y disculpas porque las hice trabajar de mas.

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  2. Me encantó, bien fundamentado y me alegro que tu papá al igual que yo (el papá de Dany) tratemos de usar el lenguaje inclusivo o no sexista como me gusta llamarlo a mí, es señal que cierta generación, la nuestra, está tratando de decostruirse y ver la diversidad como algo natural y enriquecedor dentro de una sociedad.

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