Basándose en la novela japonesa Genghi Monogatari de Murasaki Shikibu, Marguerite Yourcenar imaginó los últimos días y la muerte del gran seductor de Asia en su cuento “El último amor del príncipe Genghi” perteneciente a su libro Cuentos orientales.
Este
personaje, al cumplir sus cincuenta años, decidió redireccionar su vida
esquivando el doloroso recuerdo de aquel que fue en su juventud y adoptando una
nueva forma de vida (austera y solitaria) para poder encaminarse a la muerte
desde un nuevo lugar. En esos últimos momentos del príncipe, es recurrente la
mención tanto al recuerdo como al olvido, antítesis que puede ser considerada
el principio constructivo, es decir, el elemento dominante de todo el cuento.
El
tema del amor ha ido ligado al del recuerdo en innumerables épocas y culturas,
así como el de la muerte ha ido asociado al del olvido. En este cuento, el amor, la muerte, el recuerdo y el olvido son
temas que se entrelazan.
Es
interesante lo que el príncipe se plantea en el aislamiento: volvía a representarse la misma obra en el
teatro del mundo, (…) él sabía que esta vez sólo le tocaba hacer el papel de
viejo y ya no el del seductor de antaño. Aquí aparecen dos ideas frecuentes
en la literatura: la del mundo como un teatro y la de que uno adopta distintas
máscaras en los diversos momentos de la vida. Ahora Genghi elige representar un
papel opuesto al que había desempeñado durante su juventud. De hecho, cuando se
menciona a sí mismo frente a Chujo, su última concubina, lo hace en tercera
persona, como si se refiriese a otra persona, pues el príncipe ya se había
escindido de sí mismo.
Quien
también tuvo que representar diversos papeles en el teatro de la vida fue la
Dama-del-pueblo-de-las-flores-que-caen, pero lo que sí fue constante en ella
fue su amor. La finalidad de su camuflaje fue siempre la misma: lograr ser la
amante, una vez más, del príncipe Genghi, su gran amor. Ella adoptó dos
disfraces y se inventó, junto con ellos, dos identidades: primero, la de joven
aldeana llamada Ukifine, hija de un granjero y pronta a casarse; segundo, la de
la provinciana Chujo, mujer de Sukazu. Ella tuvo que recurrir a esa estrategia
para ser aceptada por el príncipe. El disfraz le permitió, en el encuentro con
su amor (quien estaba perdiendo la vista o ya ciego más adelante), parecer otra
persona y ser percibida por Genghi como alguien nuevo en su vida.
A
su vez, él también se puso una máscara para no revelar, frente a la/s mujer/es
que había/n llegado a su hogar, que él era, en realidad, el famoso príncipe.
Bajo esta máscara de anonimato, él esperaba el olvido respecto de todo lo relativo
a su pasado en materia de amores, pero
Ya
desde el primer párrafo del cuento aparece el tema del recuerdo/ olvido: Genghi se atormentaba por no poder recordar
con exactitud su sonrisa, [la de su segunda esposa Violeta] ni la mueca que hacía cuando lloraba. En
este fragmento se observa que, inexorablemente, la ausencia, pese a los
intentos del príncipe, le había desdibujado la imagen de la mujer amada. La
muerte como ausencia, como distanciamiento, trae lentamente el olvido: la
muerte es una forma del olvido. A su vez, la ceguera es un anticipo de las
tinieblas de la muerte.
En
su aislamiento, Genghi cortó la comunicación con la capital y todo aquello que
le trajera recuerdos del hombre y de la vida que trataba de olvidar. Si bien, dos de sus antiguas amantes le habían
propuesto compartir con él su aislamiento lleno de recuerdos él las rechazó
no contestando sus cartas, ya que era eso mismo lo que quería evitar: que su
aislamiento estuviese tan lleno de esos recuerdos.
Tan
grande era el amor de la dama, que hizo un nuevo intento para poder estar con
Genghi, pero, antes de volver a verlo debía cerciorarse de que él estuviera
ciego (o casi) para que no pudiera reconocerla. Bajo su primer disfraz, el de
Ukifine, ella logró ser nuevamente la amante del príncipe pero, cuando ella le
reveló que había ido hasta allí, atraída por la fama del gran seductor Genghi,
él la echó otra vez implacablemente, diciéndole: -¡Caiga la desgracia sobre ti, que me traes el recuerdo de mi primer
enemigo, el apuesto príncipe de agudos ojos, cuya imagen me hace estar
despierto todas las noches…!. La fama es una forma opuesta al olvido, y,
por ende, similar al recuerdo, eso justifica que él haya rechazado a la joven.
En esa cita se nos muestra que la imagen/ recuerdo de sí mismo era un peso del
que Genghi quería liberarse.
Cuando
el príncipe ya había quedado ciego completamente,
Antes
de morir, el príncipe le confesó a su amante que aquel apuesto seductor y él
eran una misma persona. Si bien ella le respondió: no tienes necesidad de ser el príncipe Genghi para ser amado
(amado= recordado), él siguió recordando su juventud y comenzó a pregustarse
qué sería de sus recuerdos una vez que él hubiera muerto… Así hizo una lista de
sus grandes amores del pasado y del presente pero se olvidó de mencionar a una
mujer: la Dama-del-pueblo-de-las-flores-que-caen había sido olvidada por Genghi
y, si bien ella le suplicó: -Ay,
recuerda…, ya era tarde. El único
nombre que Genghi había olvidado era precisamente el suyo.
Los
disfraces de
Los
disfraces del príncipe fueron vanos, ya que nunca lograron engañar ni mantener
alejada a la mujer que tanto lo amaba. Su nueva máscara de anonimato nunca fue
realmente eficaz y él siguió siendo amado como el príncipe Genghi, el gran
seductor que siempre había sido, y así murió, aunque sin saberlo.
Él
murió tranquilo, creyendo haberse redimido de su pasado pero en ella, el vacío
que se instaló después de la muerte de Genghi fue mayor que el que cualquiera
hubiera podido esperar: él no sólo le dejó la tristeza por haber muerto, sino
también le dejó la certeza de que nunca la había amado realmente, sino que sólo
había amado sus disfraces, con un amor superficial. Ella había sido olvidada
por la persona a la que más había amado, lo cual es equivalente a estar muerta.
Dany
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