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Revisión de la figura de la mujer en la Literatura

 

Hace ya algunos años empezó a verse una tendencia en la Literatura (obviamente, reflejo de las sociedades actuales que pugnan por la igualdad de género) que tiene que ver con la reivindicación de la mujer, con darles voz a personajes silenciados por la literatura patriarcal del pasado.

Podemos citar varias obras, pero en este artículo voy a referirme solamente a tres novelas: dos de ellas latinoamericanas y una de América del norte. Ellas son: El infinito en la palma de la mano de la escritora nicaragüense Gioconda Belli, Las aventuras de la China Iron de la argentina Gabriela Cabezón Cámara y Lavinia de la estadounidense Úrsula K. Le Guin.

"Génesis" y El infinito en la palma de la mano:

El “Génesis”, en tanto mito cosmogónico, muestra la creación del mundo y, con ella, del hombre y la mujer. Dios ordena, crea y jerarquiza, posicionando algunos elementos o seres por sobre otros. Es importante destacar la repetición de palabras derivadas de “dominar”, “mandar” y “someter”. Tanto los animales como el hombre tienen a su disposición toda la vegetación para alimentarse. Por su parte, el hombre es creado en tanto ser superior que domina a los animales. Y, ¿qué pasa con la mujer?... Como el hombre necesitaba una “ayuda adecuada”, Eva es creada de la costilla de Adán. Esta idea de que la mujer viene a servir al hombre se verá reforzada más adelante.

Cabe destacar que las diferencias en los métodos de creación del hombre y de la mujer implican, no solo una desigualdad en el vínculo entre ambos, sino también en la relación de cada uno de ellos con la divinidad.

La primera mujer de la Historia, Eva, es presentada en el "Génesis" como la  que se dejó engañar por una serpiente mentirosa (símbolo del diablo, ya que de él provienen las mentiras y simulacros) que la incitó a probar el fruto prohibido del árbol del conocimiento. Por su culpa, Adán y ella fueron expulsados del Paraíso terrenal, el jardín del Edén, donde no pasaban ningún tipo de necesidad y donde, se suponía, debían vivir felices acompañándose mutuamente. A partir de la transgresión de la mujer, estos dos primeros seres y, por consiguiente, la humanidad toda, recibieron los castigos de Dios. La serpiente es castigada en primer término y obligada a arrastrarse, comiendo polvo del suelo y con el riesgo de ser pisada por un humano, a quien ella, a su vez, puede morder. Eva es castigada luego con la fatiga en los embarazos, el parto con dolor y la dominación por parte del hombre -sí, así tan horrible como suena-. Este hecho viene a cerrar, siguiendo la línea ideológica previa, la idea de que la mujer es inferior al hombre. Adán es castigado último con el trabajo: se ganará el pan con el sudor de la frente.

Dios les prohibió comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, so pena de muerte, pero lo colocó en el centro del Jardín para darle al hombre el libre albedrío…

Frente a esta descalificación de la figura femenina en tanto la que, cual Pandora, ha traído todos los males a la Tierra, El infinito en la palma de la mano de Gioconda Belli busca reivindicar a Eva introduciendo distintas perspectivas a la hora de narrar los hechos acontecidos. El narrador en tercera persona se acerca a sus personajes, ya sea mediante el uso del estilo indirecto libre, o bien narrando desde sus ojos.

Hay un hecho clave que lleva a Eva a decidirse por comer del fruto (que en esta novela no es innominado, como en el texto bíblico, sino que es un higo): ella ve un ojo brotar del agua y, a través de este, ve una visión del futuro de la humanidad. Ella entiende que Elokim (Dios) quiere que ella coma para que existan otros hombres y mujeres, pero le deja a ella la responsabilidad. Adán, por su parte, cree que la serpiente genera la visión para tentar a la mujer y que desobedezca a Dios. Según la perspectiva de Eva, ella no es la “culpable”. Se incorpora la posibilidad de un nuevo enfoque: gracias a esta mujer curiosa y arriesgada, que asumió a sabiendas el riesgo del castigo divino, pudo existir la humanidad. Gracias a ella existimos todos nosotros.

¿Qué dice la serpiente?: en su boca, es puesta la descripción de Elokim en tanto Dios caprichoso, que crea mundos y luego los olvida. Que hace a medias. Que no se termina de hacer cargo de su creación… ¿Será verdad lo que ella dice? El narrador nunca lo aclara, así como tampoco nos dice si la percepción de Adán es, o no, más acertada que la de Eva. Ojo, hay un dato que no es menor, y es que la serpiente no le miente a la mujer con respecto a la muerte: a diferencia de lo que sucede en “Génesis”, le advierte que, si come del fruto, morirá. Eva entiende que su muerte es necesaria para que nazcan infinidad de seres que poblarán la Tierra. Ella elige comer del fruto prohibido y, además, obtener el conocimiento. A su vez, Adán también elige comerlo, ya que prefiere enfrentar el castigo divino antes que volver a quedarse solo. El tema de la libertad de decisión atraviesa con fuerza toda la novela.


Martín Fierro y Las aventuras de la China Iron:

En Martín Fierro, la mujer del gaucho que da nombre a la obra es “la china”, a secas. A esta mujer se le dedican muy pocos versos y un final bastante desagradable: después de la partida de Fierro al fortín, donde permanecerá 3 años, ella se ve obligada a dejar a sus hijos e irse al pueblo buscando algún hombre que pudiera mantenerla para no morir de hambre. Allá, su suerte no mejora: se enferma y muere sola en un hospital. Si bien es cierto que el autor de esta obra clásica de la literatura argentina, José Hernández, se planta y reivindica la figura del gaucho, no corren la misma suerte los mal llamados “indios” ni tampoco las mujeres. Por suerte, para eso está Gabriela Cabezón Cámara, escritora argentina contemporánea, que aparece para reivindicar a todos los sin voz, a todos los que están en el margen.

La escritora de Las aventuras de la China Iron cuenta en una entrevista que ella no quería que a su personaje le fuera tan mal como a Fierro, ella quería que a la china le fuera bien y no solo eso: que se divirtiera. No quería hacer de ella una mujer quebrada por un sistema perverso.

La china asume la voz narradora y nos cuenta algunas de las situaciones que tuvo que padecer (orfandad, no tener nombre, maltrato infantil, abuso, matrimonio con un hombre más grande que ella, violento y dos hijos siendo aún una niña), pero no se centra en ellas. No hay drama, la novela es divertida. Hay una idea de superación de las penurias del pasado, un descubrimiento de nuevas formas de vida, una reivindicación de la mujer protagonista (y no solo de ella). Esta escritora, en su novela, entonces, en primera instancia, decide liberar a la china, ponerle un nombre (China Josephine Star Iron) y hacerla viajar con una acompañante bella, sensual, instruida, decidida e inteligente.

Es en ese viaje, que la china emprende en una carreta junto a la escocesa Elizabeth, Liz, a través de La Pampa, que va a (re)conocer el mundo: todo es nuevo para ella, todo la deslumbra, ella misma se vuelve otra persona capaz de ser feliz y de explorar sus propios sentimientos y deseos sin estar sometida a nada ni nadie.

La china va a conocer los lujos, sin embargo, en este mundo construido, lo material queda en un segundo plano. Tanto ella como Liz van a elegir la vida entre los aborígenes, que también, como ya dije, son reivindicados en la obra. Ellos viven por fuera del sistema (también por fuera del sistema patriarcal, con todo lo que eso implica). Solo entre los aborígenes, la protagonista podrá terminar de conocerse, de construir su nueva identidad y gozarla sin culpas. Entonces, va a poder mirar de frente a su pasado, sin rencores, porque ella ya es otra, y Fierro, también… Por suerte, gracias a una pluma menos cuestionable que la de Hernández, la china va a vivir feliz. El hogar que les brindan los aborígenes aparece como un mundo utópico de libertad, de ruptura con los mandatos de la matriz heteronormativa que nos gobierna, de felicidad y realización.

El viaje de la China es una suerte de manifiesto contrasexual, donde, de a poco se van poniendo en tela de juicio todos los mandatos socioculturales en torno al sexo o el género.

 

Eneida y Lavinia:

En Eneida, obra épica compuesta por Virgilio (género de la aristocracia guerrera donde la mujer está hasta lejos de un segundo plano), el personaje de Lavinia ni siquiera tiene voz. Destruida la magnífica ciudad de Troya, Eneas debe fundar una nueva Troya en las costas de la actual Italia central. Tras siete años de viaje, llega al lugar que le fue designado por el hado y manda una comitiva a pedirle al rey Latino del Lacio que le conceda un espacio para asentarse con su gente de manera pacífica. Este Rey, que conoce las voces oraculares, sabe que debe casar a su hija, Lavinia, con ese extranjero que lidera a los recién llegados.

La escritora Úrsula K. Le Guin, le da voz a la silenciada Lavinia: la vuelve narradora de sus experiencias. En su novela, titulada a partir del nombre de su protagonista, aparece Virgilio como personaje, a quien se lo llama “el poeta”. Este, que está en su lecho de muerte, se le presenta en varias ocasiones a Lavinia en el altar de Albunea como un espectro. En estos encuentros mágicos, el poeta le confiesa a la joven que no le dio la importancia que merecía en su obra. Hace un mea culpa y dice “Tenía que contar lo que estaban haciendo los hombres…” que es, claramente, lo que el género épico exige. Él entiende que, en su momento, no pudo reconocer la importancia de la joven, que es mucho más que lo que él contó de ella.


****

Así, van cobrando protagonismo las mujeres en esta nueva literatura que busca, a modo de crítica social (y de compensación, si se quiere), denunciar el rol que se le ha asignado, en varias obras y en diversos momentos, a muchos personajes femeninos y dotar a la mujer de la importancia que merece (igual a la de cualquier ser humano, ya que no deben posicionarse unos sobre otros). En esta línea, se busca hacer una suerte de revisionismo no histórico sino literario.

Dany Valenzuela.

Waiting in the Shadows

Artist: Jenny Morgan

https://www.art2arts.co.uk/artwork/waiting-in-the-shadows




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