“Caída en picada” de Black mirror: el puntaje como destino (Repensando el sistema de calificación en la escuela)
"Caída en picada" es el primer capítulo de la temporada 3 de la serie de ciencia ficción de Netflix, Black Mirror.
En este episodio,
se nos presenta un mundo que se rige por el qué dirán: todas las personas están
siempre con un dispositivo con el cual pueden ver publicaciones (tipo red
social) de todos aquellos con los que se cruzan (la interacción es inmediata
como con Happn). Pero no sólo pueden ver el "perfil" de las personas,
cual Instagram, sino que también califican con estrellas (de 1 a 5) a todos con
los que interactúan. Cada persona tiene un puntaje y este determina su lugar en
la sociedad. La reputación está condensada en ese número que te determina.
Ahora bien, ¿qué
refleja esa puntuación?: nada. Al menos nada que tenga que ver con la
esencia de las personas. El ser y el parecer son el gran tema del capítulo. La
protagonista, Lacie Pound, es el claro ejemplo de quien se esfuerza todo el
tiempo por caer bien, califica bien a todos pero lo hace solo para obtener la
misma respuesta. No es genuina. Ninguna de sus relaciones lo es, salvo la que
tiene con su hermano, que es el único que le dice las cosas tal como son, y es,
justamente, al que no quiere oír y al que quiere apartar de su vida. Él sí es
auténtico y no le importa que su puntaje no lo ubique dentro de un grupo
selecto.
A medida que avanza
el capítulo, vemos qué beneficios tienen los de la élite (todos los que tienen
más de 4,5): desde la posibilidad de abordar un vuelo a último momento hasta la
de salvarse de la muerte por obtener una cama en un hospital.
La protagonista
tiene una aspiración concreta e inmediata: tiene que mudarse y busca una
vivienda. Se topa con una de ensueño, que es, como era de esperarse, carísima.
Mediante el programa de beneficios, que aplica solo para los que tienen 4,5 o
más, obtendría un descuento significativo. Ahí Lacie decide redoblar sus
esfuerzos para llegar a esa puntuación y mudarse al lugar tan deseado. La
“caída en picada” no tarda en darse, ya que un solo error la lleva al desenlace
más temido por ella y que la deja fuera de esta sociedad superficial. Cual
heroína trágica, comete un error que la lleva a la peripecia (cambio de suerte)
y queda aislada, marginada, afuera del mundo.
¿Es que la Lacie de
4,2 era realmente mejor a la de 1 o a la de 0,5? No. Como vemos, el número no
muestra ninguna verdad sobre el personaje. Frente a este hecho, no puedo evitar
establecer una relación con el sistema educativo actual, que ha estado
reinventándose desde el inicio de la pandemia. ¿Es más inteligente un alumno de
10 que uno de 5? La respuesta es la misma, no. Pero no solo ahí debe apuntar la
pregunta. También es interesante cuestionarse si un alumno que se sacó 10 sabe
más que el que se sacó 7, por ejemplo. Uno que memoriza todo y lo “vomita” en
el examen, se saca nota alta, pero a la semana no se acuerda de nada de lo que
estudió, ¿realmente entendió algo?, ¿hubo aprendizaje?
Frente al replanteo
respecto del método para calificar a lo largo de esta cuarentena, muchos
docentes pusieron el grito en el cielo. Desde el Ministerio se propuso el uso
de la rúbrica en vez de la nota numérica (o de cualquier nota que pueda
traducirse en un número). Lo que yo me pregunto es qué significa, por ejemplo
un 5: ¿que el estudiante sabe la teoría pero no la puede aplicar o lo
contrario?, ¿que comprendió un texto pero no lo puede analizar?, ¿que leyó la
mitad de las obras pedidas o que sabe todo pero más o menos? Un número es algo
completamente vacío que no plasma la realidad de los hechos, algo tan
superficial como el puntaje de Lacie. La rúbrica es un método más avanzado para
calificar.
En este punto, creo
que no hace falta que confiese que prefiero la calificación por rúbrica y que
creo que es mucho más exacta respecto de qué saberes o procesos se adquirieron
y cuáles, por el contrario, aún no se han adquirido o están en proceso de
adquirirse. Con este método, cada docente arma los indicadores de avance de
acuerdo a lo que evaluó y cómo lo evaluó. O sea, se establecen criterios claros
de evaluación (claros para el que corrige y para el que recibe la corrección) y
por ende, hay una mayor democratización del proceso educativo (que busca, cada
vez más, poner el acento en el alumnado).
Concretamente, ¿de
qué hablamos cuando hablamos de rúbrica? Por ejemplo, algunos indicadores para
el área de Literatura podrían ser: comprensión de texto, análisis literario, coherencia
y cohesión, aplicación del marco teórico, etc. Es más que evidente que esta
forma de calificar es mucho más exacta que un número vacío.
Para ir cerrando,
agrego que me encantaría que de esta pandemia nos llevemos varias inquietudes
para poder repensar una educación de otra época, que no se actualiza al ritmo
de las necesidades de los sujetos implicados en la relación enseñanza-
aprendizaje. Está en todos nosotros sacar algo positivo de esta catástrofe y
renovar este sistema que ya está bastante obsoleto, para, así, poder reivindicar
la importancia de la escuela y del estudio.
Daniela Valenzuela.
Comentarios
Publicar un comentario