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La épica de ayer: lo sublime de la lucha y la búsqueda de uno mismo en sociedad

 La épica es uno de los géneros más antiguos y destacados, de hecho, si nos remitimos a su etimología, significa “palabra”, igual que “mithos” y “logos”. No obstante, con el devenir del tiempo y las circunstancias en las que se utilizaban, se fueron asociando a distintas cosas, por lo que “épica” comenzó a asociarse a “narración” y luego, a “narración de hechos heroicos”, sin embargo, las historias sobre guerras, batallas, viajes a lugares exóticos, etc., podían ser narradas en fábulas, mitos, poemas e, incluso, documentos históricos. Es así que Aristóteles en su Poética, ni más ni menos, sintió la necesidad de distinguir entre la obra de Homero y Heródoto, entre la poesía y la historia, convirtiendo a la primera en un género más sublime que el segundo puesto que esta, desde el punto de vista filosófico, no narra lo que ocurrió, quedándose en lo particular, sino que narra lo que podría haber acontecido poniendo el foco en lo universal.

Dicho esto, creo que queda más que claro que quienes escribimos este blog, tenemos gran afinidad por este género que cuenta la historia de los héroes (y ¿por qué no? las heroínas). El análisis que se presentará hoy no es más que un esbozo de TODO lo que creemos, pensamos y reflexionamos acerca de él y, claramente, necesitaríamos mucho más tiempo del que hoy disponemos para dejar en claro TODOS los conceptos que nos gustaría dejar.  Es por esto, a continuación, se hará un breve resumen (brevísimo) del género épico a lo largo de la historia.

La épica clásica:

La épica clásica se ve cristalizada en la epopeya homérica. Para quien no sepa que es una epopeya, basta con decir que es una composición narrativa en verso que cuenta hazañas heroicas sobre un pueblo o estirpe y que forma parte de la constitución cultural de una sociedad determinada. Los modelos, dada su riqueza, complejidad y extensión, son los poemas de Homero, a quien mencionamos anteriormente. Estas epopeyas eran recordadas y cantadas por los aedas que las iban transmitiendo oralmente por toda la sociedad y de generación en generación; es como si hoy no existiera ningún medio de comunicación, y una madre le enseñara a su hijo, de memoria, las canciones de los diez discos de Patricio rey y sus redonditos de ricota, más los cuatro discos del Indio Solari, y éste a su vez, se las enseñara su prole.

El valor cultural de la épica, en este caso, es supino, puesto que, por un lado, expresa los valores apreciados y deseados por un determinado pueblo, y los coloca como un modelo arquetípico, y por otro, se yergue como un catálogo didáctico de saberes (geográficos, militares, culturales, religiosos, etc). Es por eso que este tipo de poemas es clave a la hora de forjar un sentimiento de pertenencia dentro de una determinada sociedad, y los héroes se configuran como seres nobles, altivos que buscan su bienestar y el de los suyos; si bien pueden estar deificados (en calidad de semidioses), siguen siendo humanos y, por lo tanto, cualquiera podría aspirar a ser como ellos.

Si hay dudas sobre la importancia de este género, hay textos similares en varias culturas, y si no los había,  se los hizo a adrede, como es el caso de los romanos, Virgilio y la Eneida. Para que no se extienda mucho este apartado, se puede decir que, además, los cantos épicos presentan una cierta estructura similar entre ellos a la que se denomina “viaje de héroe” o “camino del héroe”. Básicamente, lo que trata de expresar es que héroe no se nace, se hace (aunque se pueda discutir, ya que los griegos creían en el destino); este camino consistiría en un momento de separación social por parte del héroe, la búsqueda por volver a ser parte de esa sociedad de la mano de un maestro y seguidores, el sorteo de una serie de pruebas que lo enfrentan con la muerte y su resurgimiento (cual ave fénix), esto último lo coloca al héroe como victorioso de sus conflictos y la adquisición de la experiencia vivida lo transforman. Ya no es quien era en el inicio, y ahora está entre dos mundos, el de los simples e inexpertos mortales, y los inalcanzables y todopoderosos dioses.


La épica: del siglo XII al siglo XIX

 Aquí la brevedad será la norma. En el medievo y el renacimiento hay un resurgimiento de la épica clásica, y la epopeya es trasladada a aquel momento con las características culturales propias de la época. A esto se lo denominará cantar de gesta y el ejemplo más tradicional es “El cantar del mio Cid”. Pero, por otra parte, también surgen otros géneros que, si bien parecieran mantener el viaje del héroe, pierden de vista el aspecto “nacionalista” y político de estos textos. Hablamos entonces del romance de aventuras. Si bien en ambos están presentes las normas del decoro y el cortejo, en el romance de aventuras, se pierde la presencia de lo divino, se corre el eje del servicio a un pueblo o rey hacia el servicio a una amante, poniendo el foco en el amor romántico y escapando a los avatares propios de guerra y las normas tradicionales, para luchar contra seres sobrenaturales y obtener, como premio, el amor. Ya no tenemos un héroe sino un caballero andante que se desafía a sí mismo al buscar proezas que le den fama y gloria a él mismo y no necesariamente a su pueblo. El ejemplo que se podría tener en mente es la historia del Rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda.

Ahora bien, con la aparición de la imprenta y el surgimiento de la burguesía, aparece una nueva forma de ver el mundo, y siguiendo a Bajtín, a nuevas formas de ver el mundo, corresponden nuevos géneros literarios que ayuden a crear sentido y pertenencia. El autor ruso destaca entonces la aparición de la novela. Habla de ella como un género inacabado y en constante transformación que anticipa aires de cambio. La opone, además, a la epopeya, a la que considera un género no solo ya constituido, sino también, envejecido.

En tal caso, estos géneros, la novela heroica o el poema épico, no han perdido vigencia. De hecho, gracias a ciertos rasgos nacionalistas y pedagógicos, juegan un rol central en la constitución de una literatura propia y emancipada de la metrópoli para los países latinoamericanos del siglo XIX. El gaucho Martín Fierro, Facundo, Los sertones, La araucana (nótese la similitud del título con la Iliada o la Odisea) son sólo algunos de los títulos de las obras más notables que han tratado de no sólo contar la historia de un héroe de la naciente nación, sino que también han tratado de expresar los aspectos culturales propios del estado en el que se forjaron.



Para ir cerrando

En la próxima nota, hablaremos de cómo todo esto se ve en la modernidad, qué cosas de estos géneros permanecen estáticas y qué cosas se ven modificadas por el contexto histórico que las atraviesan. Las guerras mundiales, el avance de la ciencia y la tecnología, el aumento de la presencia de los medios de comunicación, la adquisición de nuevos derechos, entre otras cosas, han dado respuesta a múltiples interrogantes, pero también han abierto otros ¿Qué hay detrás de la idea de “súper” en los “superhéroes”? Sigan nuestro blog para descubrirlo.

Agus Argiz

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