Agua
viva es una obra de la
escritora brasileña Clarice Lispector que resulta inclasificable. Cuando la
leí, se vinieron muchas ideas a mi mente: no sólo cuestiones teóricas, sino
también, todo el tiempo resonaba en mi interior una suerte de eco de versos de
la escritora argentina Alejandra Pizarnik, a quien admiro muchísimo.
El yo narrador es un sujeto que busca que se lo
asocie con el autor empírico de la obra, Clarice Lispector: Ahora voy a encender un cigarrillo. Quizás
vuelva a la máquina o tal vez me detenga aquí mismo para siempre. Yo, que nunca
me adecuo a las cosas. (Lispector p. 70). Pero no debe perderse de vista
que es simplemente una construcción textual, un innominado yo que es un sujeto
fragmentado -…me divido millares de veces
en tantas veces como son los instantes que transcurren, fragmentaria como soy…
(Lispector p. 18)- y, los pocos datos que de él se dan son que es femenino y
que ha tenido una vida de dolor. Vísceras
torturadas me guían (Lispector p. 40) afirma el yo, y desde este lugar,
construye su discurso.
Esta fragmentación y esta idea de lo visceral
en el texto, me remite, indudablemente, a lo que se ha definido cultural y socialmente
como el lado “femenino” de la escritura (entendiendo lo femenino y lo masculino
como los polos de un continuum). ¿En
qué consiste la feminización de la escritura?: en un enunciado con “cicatrices” de esa relación [situación
femenina y causa formal]… (Russotto
p. 82). La escritura femenina se vuelve cuerpo o, más bien, tejido en el cual
hay marcas del camino de dolor. La escritura femenina es una escritura que no privilegia la mirada sino lo táctil, que busca lo
fluido, la simultaneidad, escapar a cualquier conclusividad unitaria basada en
la forma, la figura, la idea, el concepto, la exposición o la tesis (Rodríguez
Magda p. 152). Lo fluido, se ve ya desde el título de la obra. Tan vivo e
inasible como esta agua, el tema de la obra se escurre entre las manos del
lector.
Desde
la teoría del género se enfatizan los rasgos con los que nuestra cultura
patriarcal deja sus marcas en la construcción de la subjetividad, masculina o
femenina.
La
subjetividad queda marcada, y se hace imposible pensar la subjetividad “fuera”
de un cuerpo. Por lo tanto los cuerpos quedan marcados; estas marcas de la
subjetividad se hacen manifiestas a través de la escritura, una escritura que
“pone el cuerpo” en lo que dice y también en lo que no dice. (Secreto p. 157) Con sus marcas y cicatrices,
la obra de Clarice Lispector se vuelve cuerpo -Te escribo toda entera (Lispector p. 18)- y pretende que desde ese
mismo lugar, del cual ella escribe, se la lea: Escúchame entonces con tu cuerpo entero (Lispector p. 19).
Este yo fragmentado busca la unidad y la
impersonalidad. Su discurso rompe con las convenciones y eso ubica al sujeto
protagónico, inevitablemente, en el margen. Lo que le queda es, entonces,
explorar ese lugar: el lugar del silencio y de la imposibilidad de la
restitución del orden de lo imaginario, orden que nos remite a lo fluido, al
sincretismo, a la ausencia de ley y al lugar de lo instintivo e inconsciente,
orden, que el yo quiere restituir mediante la escritura espontánea, la falta de
tema (o la acumulación caótica de temas que hace que se pierda de vista EL tema) y, por momentos, de sentido, y
la ruptura de la legalidad.
El texto que se vuelve cuerpo – Y si aquí tengo que usarte, palabras, ellas
tienen que cumplir un sentido casi únicamente corpóreo (Lispector p. 20),
fragmentado, inclasificable, confuso, contradictorio, en apariencia espontáneo
pero a la vez de un lirismo muy intelectualizado, que oscila sin detenerse
nunca en un tema central es el resultado de una escritura femenina.
¿Qué pasa con el tema de la obra?: según el
prólogo de Agua Viva, hay dos ausencias: la del tema, tomado y
trabajado al modo tradicional, y la de los personajes… (Jofre Barroso p.10)
El yo se detiene en lo cotidiano y lo plasma fugazmente, como una pincelada en
un lienzo. Quiere fijar instantes y un
instante [la] lleva insensiblemente a otro y el tema atemático se va
desarrollando… (Lispector p. 23). No
tener nada que contar es, en efecto, el leitmotiv de Agua Viva, texto que
constituye la formulación más compleja del acto de narrar, porque pretende
mostrar una conciencia en el mismo instante de producir la narración. (Russotto
p. 86)
Pese a lo expuesto, yo creo que hay sí un
dinamismo permanente de temas, no una ausencia. Como ya dije, la acumulación se
vuelve una suerte de ausencia pero esa supuesta ausencia encubre el verdadero
tema de la obra, porque las palabras siempre dicen otra cosa y porque la
esencia siempre se escapa como el agua. El tema es la escritura y su proceso y
toda la obra es una búsqueda femenina. Lo importante es el texto en sí mismo,
con sus características trasgresoras, las cuales lo vuelven inclasificable,
incluso, según la opinión de la propia autora.
Los temas marginales sucesivos rompen con la
idea tradicional de literatura, además, muchos de los temas por los cuales pasa
el yo en su discurso, están vinculados al ámbito de lo femenino: el sujeto
desdoblado, el yo que se siente en la otra orilla (margen), las grutas, la
ostra, el cuerpo, el deseo de liberación, la maternidad, la lactancia, la
vida/muerte, lo inconsciente, los contrarios, la búsqueda de lo impersonal (que
escapa a la clasificación genérica), el desorden, el sueño, el dolor, entre
otros. ¿El margen es más importante que el centro? En la trasgresión se busca
que el lenguaje funcione de otra manera: plasmando lo instantáneo, captando la
esencia, trascendiendo los géneros, liberando al yo. Esta manera de escribir es
la única que puede acercar a la narradora a la instancia preedípica.
En Clarice Lispector, la escritura se vuelve
una necesidad Ahora siento la necesidad
de las palabras (Lispector p. 19). Pero se oscila entre el descreimiento de
la función comunicativa del lenguaje y la posibilidad de salvación mediante la
palabra espontánea. Escribir es una forma
de salvación y también una condena (Losada Soler p. 126). El sentido no es
lo importante, porque limita al yo: No
quiero tener la terrible limitación de quien vive apenas de lo que es pasible
de hacer sentido (Lispector p. 32). La falta de sentido es lo que se
reivindica. Lo central es la forma en la cual, gracias a la escritura, se
comunica un vacío, una ausencia, una soledad, una contradicción y un malestar.
La única posibilidad de que el leguaje se
aproxime a lo no racional es la escritura espontánea e inconsciente, la cual se
refleja en las siguientes citas de Agua
Viva:
Escribo
toscamente y sin orden (p. 19), Un
instante me lleva insensiblemente a otro… (p. 23), Lo que entonces salva es
escribir distraídamente. (p. 32), Sé lo que estoy haciendo aquí: estoy
improvisando. (p. 33), No sé sobre lo que estoy escribiendo… (p.34), De
la falta de sentido nacerá un sentido… (p.36), Te escribo una onomatopeya,
convulsión del lenguaje. Te transmito no una historia sino apenas palabras que
viven del sonido. (p.38)
La narradora es consciente de la falta de
palabras pero se rehúsa a crear nuevos términos. Atrás del pensamiento no hay palabras: se-es. (Lispector p. 40) es
por esto que se busca una escritura que se aleje más del orden de lo simbólico
(pese a la imposibilidad que esto implica) y que se acerque más al plano de lo
inconsciente: de ahí la propuesta de esta escritura en apariencia desordenada,
no racional, femenina -Estoy atrás de lo
que queda atrás del pensamiento (Lispector p. 22)-. El lugar de lo femenino
no es el de la palabra, ya que culturalmente lo femenino ha sido relegado al
lugar del silencio, por eso, el yo afirma: lo
mío principal está siempre escondido. Soy implícita. Y cuando voy a
explicitarme pierdo la húmeda intimidad (Lispector p. 35). Desde este
lugar, desde la ausencia de voz de la mujer, el lenguaje es equiparado al
silencio -Mis desequilibradas palabras
son el lujo de mi silencio (Lispector p. 21). Lo femenino es lo innominado
(como la narradora del relato), lo húmedo y lo íntimo (como la escritura que
aquí se propone). Eso es lo que no se puede captar mediante la palabra, porque
el uso del lenguaje implica el ingreso al orden de lo simbólico y, ni la
escritura sin sentido logra captar la esencia del yo. La comunicación perfecta
no se da gracias a la palabra, sino gracias a la mirada -te miré fijamente por unos instantes. Tales momentos son mi secreto.
Hubo lo que se llama comunicación perfecta. (Lispector p. 69) Nueva ruptura
y, otra vez, hay una vuelta a lo corpóreo.
La imposibilidad que encierra el lenguaje se ve
en las siguientes citas:
Lo que
te hablo nunca es lo que te hablo y sí otra cosa (p. 23), ¿La
palabra es el objeto? (p. 21), Me
encarno en las frases voluptuosas e ininteligibles que se ovillan más allá de
las palabras. (p.31), No es un
mensaje de ideas que te trasmito y sí una instintiva voluptuosidad de aquello
que está escondido en la naturaleza y que adivino. (p.34) y Renuncio
a tener un significado (p.37), entre otras.
La paradoja de este discurso es que busca
captar el instante escapando de la racionalidad pero, lo hace optando por la
palabra (símbolo central en la cultura patriarcal). Además, esta prosa tan
caótica, por momentos, se vuelve prosa poética plenamente intelectualizada. La
contradicción está en la base de todo el discurso. Por esto mismo, abundan
recursos tales como la antítesis y el oxímoron. Hay muchas frases en apariencia
contradictorias a lo largo de Agua Viva:
rugido humano (p. 17), escucha el
silencio (p. 23), brillante oscuridad
(p. 23), verdad inventada (p. 32), hermoso odio (p. 104).
Clarice Lispector, con este recurso, lo que en
realidad hace, es anular los contrarios: la narradora dice, por ejemplo, que “para siempre”. O “para nunca”, es lo mismo.
(Lispector p. 21) Afirma también: me
complazco con la armonía difícil de los ásperos contrarios. (Lispector p.
41)
Hay distintos motivos posibles para el uso de
este recurso:
1- la escritura busca mostrarse como si fuera
espontánea, nacida de la inconsciencia pura que emerge y se plasma en el
lenguaje, de ahí las contradicciones.
2- El acto de entrega y liberación requiere un
corrimiento de lo racional, de ahí la paradoja permanente. Sólo en la entrega,
el yo puede restituirse.
3- Mostrar la anulación de los contrarios: así
como el “it” no tiene género o contiene los dos a la vez y es la síntesis a la
que se apunta: Yo pinto un “esto”. Y
escribo un “esto”. (Lispector p. 91) No hay contrarios sino, en realidad,
una gran unidad.
4- Concluir en la síntesis en la que el yo pueda
estar liberado. Dos asimetrías se
encontrarán en la simetría. Ésta como tercera solución: la síntesis.
(Lispector p. 94)
¿Cómo se vincula lo expuesto con la obra de
Alejandra Pizarnik, que todo el tiempo resonó como un eco en mis oídos?: en la
obra poética de la escritora argentina también abundan las contradicciones: ahora
y siempre/ es nunca (“Las grandes palabras” p. 187), noche solar (“Madrugada” p. 183), ayúdame a no pedir ayuda (“Figuras y silencios” p. 222).
¿Qué importa que la escritura sea caótica si la
palabra de por sí es ineficaz para comunicarnos? En Alejandra Pizarnik, la
síntesis de la unión de opuestos no es una totalidad en la cual el yo pueda
unirse con el mundo, como es el caso de Clarice Lispector, sino, por el
contrario, es la nada. Se ve la anulación total del sentido, que, de todas
formas, es incomunicable.
Balada
de la piedra que llora
la
muerte se muere de risa pero la vida
se
muere de llanto pero la muerte pero la vida
pero
nada nada nada.
A modo de cierre, les dejo frases similares de
ambas escritoras, todas bellísimas:
Lo que
te hablo nunca es lo que te hablo y sí otra cosa (Lispector p. 23)
…cada
palabra dice lo que dice y además más y otra cosa. (Pizarnik en “La palabra que sana” p. 283)
El
otro lado de mí me llama. (…) ¿Habré pasado sin sentirlo, hacia el otro lado? (Lispector p. 30)
He
dado el salto de mí al alba.
He
dejado mi cuerpo junto a la luz…
(Pizarnik p. 103)
Vivo a
la orilla (Lispector p. 20)
…y una
mano que me arrastra
a mi
otra orilla. (Pizarnik
“Tiempo” p. 76)
Escúchame,
escucha el silencio.
(Lispector p. 23)
Deseaba
un silencio perfecto.
Por
eso hablo. (Pizarnik “Caminos
del espejo” p. 243)
Bibliografía
consultada:
Cobo Borda, Juan. “Cerca del corazón salvaje.
Clarice Lispector” en Revista de
Lispector, Clarice. (1973). Agua Viva. Buenos Aires: Sudamericana.
Losada Soler, Elena “Clarice Lispector: la
palabra rigurosa” s/d.
Pizarnik, Alejandra. (2008). Poesía Completa. Argentina: Lumen.
Russotto, Márgara. (1989) “La narradora:
imágenes de la transgresión en Clarice Lispector” en Música de pobres y otros estudios de literatura brasileña. Caracas:
Univ. Central de Venezuela.
Secreto, Ceclia. “Herencias femeninas:
nominalización del malestar” en Piña, Cristina (ed.) Mujeres que escriben sobre mujeres (que escriben). Pp. 149- 202.
s/d
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