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Úrsula K. Le Guin y la ruptura esencialista sexo/ género:

 La obra literaria es una construcción que, aunque busque -o no- la mímesis y se sirva de ciertos elementos de la realidad, no puede más que trascenderla, ya que, en tanto nueva realidad, la ficción posibilita la creación de mundos distintos al nuestro -mejores o peores-. Lo maravilloso de la literatura es que es un espacio que se abre a las críticas, utopías, sueños... Un lugar para repensar la realidad lejos del condicionamiento del ser o deber ser.



Según Bernardo Argañaraz, la ciencia ficción es un género que desarma la realidad para reconstruirla. Hay obras que se ajustan de manera más convencional a los parámetros de esta forma literaria…

Sin embargo, existen formas mucho más sutiles en las que este género se manifiesta. Deformaciones del paradigma científico que accionan sobre disciplinas como la sociología, la antropología o la psicología. Las obras de Úrsula K. Le Guin (…) se construyen desde aspectos en los que estas disciplinas están más desarrolladas, y la problemática tecnológica se encuentra al servicio de estas disciplinas humanísticas o directamente se encuentra ausente.[1]

La obra de la escritora norteamericana Úrsula K. Le Guin, La mano izquierda de la oscuridad, presenta un mundo que se parece al nuestro, pero que, desde otros parámetros, lo supera ampliamente. Gueden se presenta como una suerte de pseudo paraíso: un lugar sin guerras y donde la relación sexo/ género es inexistente, ya que sus personajes son -casi todos- andróginos.

En una entrevista titulada “Is Gender necessary?”, Le Guin afirma respecto de su novela que el tema de su experimento imaginario sería el siguiente:

 a causa de nuestro condicionamiento social, nos cuesta ver con claridad qué diferencia en verdad a los hombres de las mujeres, aparte de una forma y función puramente fisiológicas. ¿Existen genuinas diferencias en temperamento, capacidad, talento, procesos psíquicos, etcétera? En tal caso, ¿cuáles son?[2]

Lejos de arribar a una respuesta, la autora nos llena de interrogantes. El hecho de que en Gueden los seres sean andróginos, ¿tiene que ver con la falta de guerras? En este punto no hay que perder de vista que según algunas culturas, abolir los contrarios es el camino hacia la perfección y espiritualidad. El andrógino es un ser total, símbolo de completitud.

En efecto, en su Diccionario Ilustrado de los monstruos, Massimo Izzi explica que el andrógino simboliza la totalidad, la perfección de un estado primigenio paradisíaco. Por eso la androginia suele aparecer como atributo de los antepasados míticos de la humanidad (…). El ser humano perfecto sólo puede ser andrógino.[3]

Genly Ai, el Enviado, el hombre, el extranjero, pasa unos años en Gueden con estos seres, entre los cuales no existe la división sexual ni genérica. No hay hombres ni mujeres: hay personas neutras. Frente a esta situación, el protagonista (muchas veces narrador de la historia) percibe conductas más masculinas o más femeninas en los seres que lo rodean. Un guedeniano me parecía entonces primero un hombre, y luego una mujer, y les asignaba así categorías del todo irrelevantes para ellos, y para mí fundamentales.[4]  Esta conducta oscilante en los habitantes de Gueden, no se aleja de la nuestra. Ya que entendemos que el género es una categoría relacional que no depende del sexo biológico de las personas.

Pese a que las conductas femeninas o masculinas sean fluctuantes en los seres humanos, el determinismo biológico ha sido siempre la gran excusa para el patriarcado y sus imposiciones de poder. Al respecto, Cecilia Secreto escribe:

… los constructos socioculturales, surgidos a partir de la posesión de un cuerpo o de ser un cuerpo, determinan las pertenencias del género, acotan límites y delinean espacios de actuación, atribuyen ciertas idoneidades y privan de otras, trazan una línea de destino histórico e inquebrantable que, precisamente, dice llevarse escrito en el cuerpo.[5]

Esta forma de pensar el género, no es más que un modo de violencia perpetrado en la cultura. Una sociedad sin esta división, únicamente con seres andróginos, se enmarca en un contexto, de por sí, menos violento. Cabe destacar que en Gueden sí existían los saqueos, las batallas de unos pocos, pero no la guerra. De hecho, Genly aclara que no tenían siquiera el vocablo para expresar ese concepto. En un momento determinado de la obra, el personaje en cuestión atribuye esto a que los guedenianos se comportaban, en ese sentido, como mujeres. Además, en el capítulo 7 de la novela, se aclara que:

Cualquiera puede cambiarse en cualquiera de los dos sexos. Esto parece simple, pero los efectos psicológicos son incalculables. El hecho de que cualquiera (…) pueda sentirse “atado a la crianza de los niños” (…) implica que nadie está tan “atado” como pueden estarlo, psicológica o físicamente las mujeres de otras partes. Las cargas y los privilegios son compartidos con bastante equidad: todos corren los mismos riesgos o tienen que afrontar las mismas decisiones. Por lo tanto nadie es aquí tan libre como un hombre libre de cualquier otra parte[6].

También se explica que, al no haber imposición sexual, no había violaciones y que No hay división de la humanidad en dos partes (…) toda esa tendencia al dualismo que empapa el pensamiento humano se encuentra aminorada, o cambiada…[7]

Respecto del tema de la ausencia de guerras, se inserta un interrogante: ¿consideraban quizá que la guerra es una actividad de desplazamiento puramente masculina, una vasta violación, y decidieron así eliminar la masculinidad que viola y la femineidad que es violada?[8]

Genly Ai, como narrador del capítulo 10, afirma: Nunca habían llegado a preguntarme, por ejemplo, cómo la ininterrumpida sexualidad de mi raza influía en las instituciones sociales; cómo manejábamos ese “kémmer permanente”.[9]

En la entrevista, Úrsula K. Le Guin, al respecto del sentido de su novela explica:

[La mano izquierda de la oscuridad] dice, a mi entender, algo como esto: si fuéramos socialmente ambisexuales, si los hombres y las mujeres fueran total y genuinamente iguales en lo social, iguales en lo legal y económico, iguales en su libertad, responsabilidad y autoestima, la sociedad sería muy diferente[10].

Más adelante, agrega:

Nuestra maldición es la alienación, la separación de Yang y Yin. En vez de una busca de equilibrio e integración, hay lucha por el dominio. Se insiste en las divisiones, se niega la interdependencia. El dualismo de valores que nos destruye –el dualismo superior/inferior, gobernante/gobernado, poseedor/poseído, usuario/usado- podría ceder ante lo que me parece, a partir de aquí, una modalidad de integración e integridad mucho más saludable, sensata y promisoria[11].

La incomodidad es el primer sentimiento del protagonista frente a la ambigüedad sexual de los que lo rodean, y la tentación de encasillar a las personas, por momentos, lo domina. El impacto de una cultura tan diferente no tenía demasiada importancia comparado con el impacto biológico que yo sentía como hombre entre seres humanos que eran, cinco sextas partes del tiempo, hermafroditas neutros.[12] Es esencial aclarar en este punto, tal como se evidencia en la cita, que en los guedenianos son completamente andróginos, sin embargo, en estado de kémmer, podía manifestarse un género (y un sexo: Los genitales se dilatan o encogen según el caso[13]) o el otro indistintamente, dependiendo de si la predominante hormonal era masculina o femenina. La preñez no era privativa de nadie y podía acontecerle a cualquiera de los dos compañeros kemmerantes.  En una etapa, uno podía cumplir un rol; y en otra, otro sin tener la posibilidad de elegir.

Más adelante, la postura de Genly respecto de los seres con los que se halla conviviendo va a ir mutando. Principalmente, cambia su percepción sobre Estraven. No sólo comprende que este personaje no es un traidor (ahora creía del todo en él[14]), sino que, al compartir una cruda aventura en el hielo, se produce un acercamiento entre ambos. El viaje cambia al protagonista. Por momentos, deja entreverse la posibilidad de una forma de amor. Al respecto, Genly se pregunta: ¿Qué es un amigo en un mundo donde cualquier amigo puede ser un amante en la próxima fase de la luna? No yo, prisionero de mi virilidad…[15] Más adelante, afirma sobre el vínculo entre él y Estraven:

… una amistad que los dos necesitábamos tanto en el exilio, y ya tan probada en los días y noches de aquel duro viaje, y que también, tanto ahora como después, podía llamarse amor. Pero ese amor venía de la diferencia entre nosotros, no de las afinidades y semejanzas, y esto era un puente en verdad, el único puente tendido sobre lo que tanto nos separaba.[16]

Genly Ai empieza a entender: Los guedenianos son criaturas solitarias, y a la vez, nada los divide. Quizá tienen la obsesión de la totalidad, como nosotros la obsesión del dualismo.[17] Deja de sentirse tan ajeno a esta gente con la que compartió años de su vida, hasta el punto de que cuando Estraven le pide que le explique en qué consiste la diferenciación genérica de los de su especie, Genly no sabe responder. Sólo entiende el condicionamiento sexual ligado a las estructuras de poder que someten a la mujer (y al que no encaja en el patrón de “masculinidad héteronormativa”): el factor de mayores consecuencias para la vida de cada uno, es nacer hombre o mujer. En la mayoría de las sociedades eso determina las expectativas, actividades, actitudes, normas, costumbres… casi todo (…). Es difícil separar las diferencias innatas de las adquiridas.[18]

El mundo del andrógino es, entonces, un mundo superador del nuestro, en tanto mundo de integración y libre de guerras. Mundo donde el sexo no esclaviza ni divide y donde queda demostrado que el género no es más que una conducta fluctuante que cualquiera puede adoptar en cualquier momento. Esta evidencia atemoriza al protagonista porque lo obliga a repensar el esencialismo biológico que establece una ridícula asociación sexo/ género para perpetrar la dominación de hombres sobre mujeres. Genly afirma: Y entonces vi de nuevo, y para siempre, lo que siempre había temido ver, y que siempre había evitado ver: que él [Estraven] era una mujer tanto como un hombre.[19]

Friedrich Schlegel (…) criticando la acentuación de los caracteres exclusivamente masculinos o femeninos llevada a cabo por la educación y las costumbres de su tiempo. Porque, según decía, el fin hacia el cual debe tender la especie humana es la reintegración progresiva de los sexos hasta la obtención del andrógino.[20]

Entonces, para muchas culturas y para muchos pensadores, el andrógino es un modelo. Para Baader, el andrógino existió en el comienzo, y existirá de nuevo al fin de los tiempos[21].

Este ser superior es el que Úrsula K. Le Guin sueña en su novela para un futuro, interpelándonos, en un presente, a repensar -junto a ella- la idea que Lucía Guerra tan claramente ha manifestado: las construcciones simbólicas creadas alrededor de las distinciones de tipo genérico sexual muestran una organización binaria del mundo[22]. El proceso de devaluación de lo femenino es

…una de las características esenciales de la producción cultural originada dentro de una estructura de carácter patriarcal que también se destaca como organización dominante. (…) En esta asignación, el cuerpo es sólo el eje físico y concreto de una territorialidad simbólica que reafirma las estructuras de poder.[23]

Foto tomada de https://culturacolectiva.com/diseno/ilustraciones-de-couples-love-durante-un-encuentro-sexual-cosmico


Daniela Valenzuela

 

Bibliografía:

 

Argañaraz, Bernardo. (2011) “Frankenstein: magia y razón” Roque- Pitt (coord.) en Nuevas miradas en torno a Frankenstein. Buenos Aires. Efialtes.

Eliade, Mircea (1962). Mefistófeles y el andrógino. Barcelona. Labor/ Punto Omega. 1984.

Izzi, Massimo (1989). Diccionario Ilustrado de los monstruos. Palma de Mayorca. José J. de Olañeta  (ed.) 1996.

Le Guin, Úrsula (1969).  La mano izquierda de la oscuridad. Buenos Aires. Minotauro. 1984.

-------------------- (1984) “Dualismo y sexualidad” en Minotauro 8. Buenos Aires. Minotauro.

Secreto, Cecilia. (1997) "Herencias femeninas: nominalización del malestar". Piña, Cristina (ed.) en Mujeres que escriben sobre mujeres (que escriben). Bs. As. Biblos.



[1] Argañaraz, Bernardo. (2011) “Frankenstein: magia y razón” Roque- Pitt (coord.) Nuevas miradas en torno a Frankenstein. Buenos Aires. Efialtes. P.71.

[2] Le Guin, Úrsula. (1984) “Dualismo y sexualidad” en Minotauro 8. Buenos Aires. Ediciones Minotauro S. R. L. P.31

[3] Izzi, Massimo (1989). Diccionario Ilustrado de los monstruos. Palma de Mayorca. José J. de Olañeta, Editor, 1996. P. 34.

[4] Le Guin, Úrsula (1969).  La mano izquierda de la oscuridad. Buenos Aires. Minotauro. 1984. P 18.

[5] Secreto, Cecilia. (1997) "Herencias femeninas: nominalización del malestar". Piña, Cristina (ed). Mujeres que escriben sobre mujeres (que escriben). Bs. As. Biblos. P. 157.

[6] Le Guin, Úrsula. Op. Cit. P. 89.

[7] Op. Cit P. 89.

[8] Op. Cit. P. 90.

[9] Op. Cit. P. 125.

[10] Le Guin, Ürsula “Dualismo y sexualidad” Op. Cit. P. 35.

[11] Ibid.

[12] Le Guin, Úrsula. La mano izquierda de la oscuridad. Op. Cit. P. 49.

[13] Op. Cit. P. 86.

[14] Op. Cit. P. 191.

[15] Op. Cit. P. 193.

[16] Op. Cit. P. 224.

[17] Op. Cit. P. 212.

[18] Op. Cit. P. 213.

[19] Op. Cit. P. 224.

[20] Eliade, Mircea (1962). Mefistófeles y el andrógino. Barcelona. Labor/ Punto Omega. 1984. P. 128.

[21] Ibid.

[22] Guerra, Lucía. (1995) La mujer fragmentada: historias de un signo. Chile: Cuarto propio. P. 13.

[23] Ibid.

Comentarios

  1. ¡Me encantó el análisis! Me lo regalaron para mí cumple. Pronto lo leeré 😄

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    1. Jajaja qué bueno! Feliz cumple! Muchas gracias por leernos!

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