Ir al contenido principal

La desventura de la mujer: Análisis de “La aventura de una bañista”, cuento de Ítalo Calvino perteneciente a su libro Los amores difíciles

Más que una aventura, el infortunado accidente de la señora Isotta Barbarini es una desventura: ella perdió la parte inferior de su traje de baño mientras nadaba sola, confiada y libre en el mar.

La aventura que sí tiene lugar es la que se le propone al lector: y es la de recorrer las galerías del pensamiento de esta mujer, en la situación desesperante en la que se encuentra. Ella hace una suerte de viaje hacia su mundo interior y en él encontramos un conflicto hondamente femenino, el de la marginación, el de la diferencia.

Este desplazamiento del lector por la mente de Isotta se logra con un narrador en tercera persona que, a medida que avanza el relato, va modificando su grado de proximidad inicial con el héroe y el lector, al ir acercándose más al pensamiento de la protagonista del relato. Además, se opta, en varias ocasiones, por el uso del estilo indirecto libre, mediante el cual el lector no sabe si el que emite las palabras es el narrador o la mujer misma, creándose, de este modo, una ambigüedad. Este es un cuento indicial, ya que en él no interesa la abundancia de acciones que se sucedan en el eje temporal, sino el desarrollo del mundo interior de una mujer que está sola, cuyo marido solo es mencionado una vez porque está ausente (ausente cuando ella lo hubiera necesitado), que necesita ayuda y que sueña con un salvador, el cual, cuando aparece, dista mucho de ser como aquel de su fantasía.

 


El primer contacto de Isotta (quien estrenaba una bikini –algo atípico en ella) con el agua, la llevó a sentirse libre. Ella nadaba feliz sintiéndose casi desnuda, experimentando alegremente nuevas sensaciones pero esto era así cuando ella aún tenía (o creía tener) la malla puesta. Sin embargo, cuando advirtió que la parte inferior del traje de baño se había deslizado, perdiéndose inexorablemente en el mar, ella sintió que el agua, en esas zonas donde no estaba acostumbrada a sentirla, la incomodaba y comenzó a temer que alguien pudiese contemplarla desnuda. A este temor se le sumó, casi inmediatamente, otro: ella creyó ver en los hombres que le pasaban cerca, intenciones perversas. Temía, entonces, que alguien quisiera aprovecharse de su estado de desnudez.

Isotta, en medio de su desesperación y en su necesidad de auxilio, empezó a contemplar a los hombres que la rodeaban, y según su visión, los que iban en barca solos estaban excitados por el ejercicio o eran señores de intenciones maliciosas y de mirada insistente[1]. Algunos viraban intencionadamente la proa para cortarle el camino[2]. Los que iban acompañados, la señalaban. Los nadadores iban dando cabezadas ciegas o daban vueltas a su alrededor. Incluso el bañero, musculoso y de labios carnosos, le generaba desconfianza porque en nuestra cultura el cuerpo se vuelve (…) monstruosamente visible, se vuelve el signo de un monstruo llamado deseo[3].  Frente a este espectáculo, y leyendo en todas esas personas intenciones perversas, ella huía tratando de ocultar el estado de desesperación en el que se encontraba.

Pero era Isotta misma quien, siguiendo la lógica de nuestra sociedad patriarcal, se sintió cosificada, reducida sólo a su cuerpo y, más específicamente, a su sexo, en esta cultura donde lo sexual está cada vez más expuesto. Su cuerpo, alguna vez motivo de complacencia para sí misma, se volvió bruscamente ofensivo. Se retorcía sobre sí misma; y siempre le seguía el desnudo cuerpo ofensivo[4]. La anatomía como destino (herencia freudiana), perseguía a Isotta y ella se sentía sólo sexo.

Siguiendo a Baudrillard, el problema en torno al cuerpo desnudo, radica en lo siguiente: El cuerpo en una cultura no fetichista (que no hace un fetiche de la desnudez como verdad objetiva) no se opone como para nosotros a la cara[5]. Es nuestra cultura la que deja de percibir la desnudez como algo natural. Probablemente a causa del exceso en el que estamos viviendo, en el cual todo se muestra, hasta el más mínimo detalle del sexo, la desnudez se torne, para muchos (como para la señora Isotta), algo ofensivo y no ya algo natural. Además, la desnudez anula la posibilidad de seducción: arma puramente femenina. Entonces, en esa situación, la mujer se encuentra sola y “desarmada”.

Isotta decía no avergonzarse de sí misma al ponerse un traje de baño de dos piezas, sin embargo, al caminar por la playa tuvo una sensación un poco incómoda[6]. De todas formas, ella estaba aún cubierta, aunque fuera por una pequeña malla de dos piezas. Esta mujer se preocupaba mucho por el “qué dirán” y sus actitudes apuntaban a que todos la vieran como una mujer sencilla, como si para ella estuviera prohibido mostrarse de otra manera (ella no era como las jóvenes que se sobreexponen) entonces, por momentos, temía a la reacción del otro: de que se la malinterpretara o de que se la viera sólo como cuerpo o sexo (temor que se incrementó al encontrarse desnuda en un mar que era un mundo de gente).

Esto mismo fue lo que, según se nos dice al final del relato, le pasó con su desnudez, no era la desnudez en sí misma lo que le molestaba, sino la mirada del otro sobre su cuerpo desnudo: fue eso lo que despertó en ella temor, tal como ya hemos anticipado. El temor de la no aceptación o de ser objeto de la malicia de los hombres, la persiguió desde el momento en que se dio cuenta de que estaba desnuda.

 

Porque la desnudez que de pronto era como si le hubiese crecido encima, ella la había aceptado siempre (…); y en cambio ellos, los maliciosos de los patines y las impávidas de los parasoles que eran quienes no la aceptaban, quienes la denunciaban como un delito, como un cargo de acusación, sólo ellos eran culpables.[7]

 

Su desnudez, en al ámbito de lo privado, no le molestaba a Isotta, de hecho, ella recordaba que aun sola o en confianza con su marido, su desnudez siempre había ido acompañada de un aire de complicidad, de ironía entre incómoda y gatuna, como si se pusiera por momentos unos disfraces (…) en una especie de carnaval secreto…

En esas situaciones íntimas, su desnudez era aceptada porque se la percibía como un disfraz en medio de un carnaval y bien sabemos que en ellos, la transgresión está autorizada, pero esto es así porque en el carnaval todo es posible, y al día siguiente todo volverá a la normalidad.[8] En ese contexto, ella se permitía, como en una suerte de juego, presentar su cuerpo desnudo. Pero sola entre tantos desconocidos, la situación era muy distinta.

 

Según Cirlot, el agua es un símbolo del inconsciente, y bien sabemos que ese ámbito, es el de lo puramente femenino. Lo femenino (tendencia semiótico- pulsional) está ligado a lo Imaginario correspondiente a la instancia pre- edípica; mientras que lo masculino (tendencia simbólico- racionalizante) está ligado a la entrada en el Orden Simbólico, que se vincula con la adquisición del lenguaje, con la pérdida del sincretismo inicial del niño con la madre y con la represión del deseo, mediante lo cual, se inaugura el subconsciente. Según Lacan, el niño hablante que aprende a decir “yo soy” se define en términos de lo que no es[9]. Justamente, Isotta, por su percance, advirtió la profunda distancia que la separaba del otro/ los otros; distancia que no podía ser salvada mediante ningún tipo de comunicación.

Quizás fue en un intento de recuperar la instancia pre- edípica, que esta mujer sintió libertad en el agua en un primer momento. Lo que más le interesaba era la confianza con el agua, sentirse parte de aquel mar sereno[10]. Sin embargo, ella no era una con el agua ni mucho menos con los otros que allí se hallaban… la diferenciación entre ella y los otros, la conciencia – y vergüenza- sobre el cuerpo llegaron a la mente de Isotta junto con la toma de conciencia de la pérdida del bañador. Ella no estaba en el Orden de lo Imaginario, sino en el de lo Simbólico y, al caer en la cuenta de esto, comenzó a sentir la marginación.

Es claro, en este cuento, que el fluir del agua es un correlato del fluir de los pensamientos de la señora, los cuales, en muchas ocasiones, distaban mucho de la realidad. Ella, por momentos fantaseaba con una realidad mejor y luego se percataba de su error y volvía a chocarse contra el vacío y la imposibilidad de las relaciones humanas: … el salvador con el que ella se había obstinado en soñar como si fuera un ser absolutamente anónimo, casi angelical, un bañero, un marinero, estaba segura ahora de que no podía existir[11]. De hecho, cuando apareció el señor con el niño, ambos dispuestos a socorrerla, ellos se alejaban muchísimo de ser aquellos salvadores con los que ella había soñado; incluso, la posibilidad de la comunicación se desvaneció contra la intención de Isotta rompiendo su ilusión de integración y aceptación.

El pensamiento de la señora fluía como el agua y, por momentos, cuando el discurso más se acercaba al estilo indirecto libre, adoptaba la forma de un lenguaje casi caótico, y parecía ser una confusa maraña de razonamientos[12]. Estos son elementos muy característicos de la femineidad. Nelly Richard nos dice que lo semiótico- femenino (…) revienta el signo y transgrede la clausura paterna de las significaciones monológicas, abriendo la palabra a una multiplicidad de flujos contradictorios que ritman el quiebre sintáctico[13].

En el siguiente fragmento se advierte ese lenguaje casi desconexo, en el cual observamos ejemplos de contrasentido principalmente cuando se hace la descripción de los colores del agua, y el único coordinante empleado es “y”, característica de la oralidad (o, en este caso, de la sensación del discurso que emerge de la conciencia de la señora, sin previa elaboración).

 

Lo que nunca hubiera debido mirar era la playa. Y la miró. Daban las doce y en la arena los parasoles con sus círculos concéntricos negros y amarillos arrojaban sombras negras donde los cuerpos se achataban, y la hormigueante multitud de bañistas se lanzaba al mar, y no había más patines en la orilla, y apenas regresaba uno era tomado por asalto antes de tocar tierra, y el borde negro de la superficie azul se movía en continuas salpicaduras blancas, especialmente entre las cuerdas donde bullía el hervidero de niños, y a cada ola blanda se levantaba un griterío cuyas notas eran tragadas súbitamente por el estruendo[14].

 

Isotta, mujer desnuda en medio del mar, debía luchar contra la vergüenza de su desnudez, contra la incomprensión, contra la incomunicación, contra la falta de solidaridad, contra el aislamiento. Este aislamiento es similar al que cualquier mujer puede sentir en medio de la sociedad patriarcal que la percibe como carencia, como ausencia, como lo no marcado, como lo que está  al margen de la lógica patriarcal, como el sexo débil que tiene envidia del pene. Según Luce Irigaray, la mujer constituye la base silenciosa sobre la cual el machista erige su discurso[15]. Así se siente Isotta Barbarini, ya que ella no se sentía, ni pretendía ser parte de la nueva tendencia de liberación sexual de la mujer.

Como podemos observar, la lógica patriarcal no sólo está reflejada en los personajes masculinos del cuento, sino también en los femeninos, empezando por la protagonista misma. Esto se debe a que la sexualidad no se halla determinada por el sexo biológico, sino que cae en el dominio de lo socio- cultural.

En su ingenuidad, y ya resignada a esperar que los hombres la auxiliaran, en un momento, la señora Isotta, creyó posible establecer una comunicación con las mujeres, pensando que ellas, a diferencia de los hombres, comprenderían su situación y la ayudarían desinteresadamente. Pero cometió un error: las mujeres con las que se cruzaba no eran distintas de los hombres, sino que seguían su misma lógica. De hecho, la rubia bronceada que pasó en la canoa llena de suficiencia y de egoísmo[16], no se apiadó de ella. Con ellas, la comunicación tampoco fue posible.

Isotta es triplemente marginal: por ser mujer, por no ser una jovencita y por ser rellenita. Sin embargo, era ella la primera en marginarse a sí misma, creyendo que las mujeres, tales como aquella rubia, no comprenderían el porqué de su vergüenza ya que, según lo que ella pensaba, no tendrían escrúpulos para desvestirse y vanagloriarse de su desnudez en esta sociedad que se va acostumbrando cada vez más a la sobreexposición y representación de lo femenino como sexo[17] (tergiversación de lo puramente femenino). Sosteniendo tales ideas, ella ni siquiera se animó a acercarse y pedirles ayuda.

Cuando la mujer advirtió que no iba a poder comunicarse con nadie y se dio por vencida, (La señora Isotta comprendió lo sola que está una mujer[18]) apareció la salvación que tanto había estado esperando: el hombre con el niño, que fueron a socorrerla llevándole una falda, tras haberse percatado de la situación en la que ella se hallaba. Ellos la cargaron en su barca y le dieron ropa para que pudiera cubrirse y, si bien a ella le hubiese gustado que el viaje continuara[19], esto no sucedió. Ese viaje hacia el sentirse rescatada, comprendida, no juzgada, y hasta deseada, se terminó súbitamente, revelando que la comunicación y aceptación habían sido solamente una ilusión. La espalda del hombre le mostró que ella se encontraba en el mismo punto en que antes estaba: en el lugar del silencio. De hecho, en ningún momento se estableció una comunicación verbal entre ella y el señor o el niño. De hecho, tampoco hubo entre ellos comunicación mediante las miradas, ya que éstas nunca se cruzaron: cuando ellos la vieron desnuda, ella no los vio; una vez que desde la barca ellos le hubieron hecho señas para que aguardara en el mismo lugar el rescate, no se volvieron a la señora que a su vez trataba de sonreírles[20]; cuando el hombre le tendió la mano para que ella subiera al bote, él se tapó los ojos con la mano que le había quedado libre; mientras ella se vestía, ellos miraban las gaviotas; cuando la proa viró hacia la orilla, y ella miró, el hombre ya estaba de espaldas. Fin del viaje.

La mirada de los otros nos sirve para constituir nuestra propia mirada respecto de nosotros mismos, pero ¿qué pasa cuando se nos mira con miradas insistentes o burlonas, o, lo que es peor, cuando no se nos mira?, ¿cómo se siente una persona cuando no es digna de ser contemplada?

La señora Isotta sufría por el temor de ser vista desnuda, sin embargo, cuando descubrió que el niño y probablemente también el hombre habían contemplado su desnudez por debajo del agua sin que ella lo notara, no se sintió incómoda, sino que hasta se puso contenta de que estas dos personas hayan sentido curiosidad y placer[21]. Sin embargo, ellos no mostraron ningún interés en el cuerpo de ella (situación que la señora anteriormente había temido), y esto le generó, contrariamente a lo esperado, desilusión, ya que ella, en su imaginación, se había sentido aceptada aun en su desnudez.

 

El recorrido por la mente de Isotta Barbarini en su desventura, nos lleva a contemplar una situación de silencio, de marginación, de incomunicación, ya verbal ya gestual (mediante las miradas que nunca se cruzan). La ilusión de establecer una relación con el otro, de recuperar la sensación característica de la fase pre- edípica, se desvanece cruelmente dejando a la mujer siempre sola.

 

Daniela Valenzuela

(Ponencia expuesta en 2008 en la Universidad de Morón)


Bibliografía:

 Baudrillard, Jean. La eterna ironía de la comunidad. Porno- estéreo. En: “De la seducción”. Buenos Aires: Red editorial iberoamericana S. A. 1994.

 

Calabrese, Elisa. Género y teoría literaria: una matrimonio conflictivo. En: “Arrabal. Asoc. Española de Estudios Literarios Hispanoamericanos”, 1. 1998.

 

Calvino, Ítalo. La aventura de una bañista. En: “Los amores difíciles”. Barcelona: Tusquets ed. 1993.

 

Cirlot, Juan. Diccionario de Símbolos. Madrid: Siruela. 2006.

 

Kupchik, Christian. Danza loco el carnaval. En: “Quid” Nro. 14. 2008.

 

Moi, Toril. Cáp. 1 Crítica “Imágenes de la Mujer”, Cap. 5 De Simone de Beauvoir a Jacques Lacan, Cap. 7 Reflexiones machistas: el espejo de Luce Irigaray, Cap. 8 Marginalidad y subversión: Julia Kristeva.  En: “Teoría literaria feminista”. Madrid: Cátedra. 1995.

 

Richard, Nelly. ¿Tiene sexo la escritura? En: Masculino/ femenino: prácticas de la diferencia y cultura democrática. Santiago de chile: Francisco Zegers Editor. 1993: pp.35-36.

 


[1] Calvino, Ítalo. Los amores difíciles. Pág.

[2] Op. Cit. Pág.

[3] Baudrillard, Jean. De la seducción. Pág. 37.

[4] Op. Cit. Pág.

[5] Op. Cit. Pág. 37.

[6] Op. Cit. Pág.

[7] Op. Cit. Pág.

[8] Kupchik, Christian Danza loco el carnaval en QUID Nro 14 (Febrero 2008)

[9] Moi, Toril. Cap. 5 De Simone de Beauvoir a Jacques Lacan. En: “Teoría literaria feminista”.

[10] Op. Cit. Pág.

[11] Op. Cit. Pág.

[12] Op. Cit. Pág.

[13] Richard, Nelly Masculino/ femenino: prácticas de la diferencia y cultura democrática. Pág. 35

[14] Op. Cit. Pág.

[15] En Moi, Toril. Op. Cit.

[16] Op. Cit. Pág.

[17] Baudrillard, J. Op. Cit. Pág. 26.

[18] Op. Cit. Pág.

[19] Op. Cit. Pág.

[20] Op. Cit. Pág.

[21] Op. Cit. Pág.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

La importancia de la palabra en los mitos

No son pocas las disciplinas que se han enfrentado al mito y han querido analizarlo. La antropología, la historia y la lingüística entre otras se han propuesto innumerables veces desentrañar los misterios que se esconden dentro de estos relatos, ya que si bien en estos se observan las reminiscencias del pensamiento mágico, es imposible pensar que no encierren, también, estructuras lógicas de pensamiento. Es por esto que, en un inicio, historiadores, filósofos, antropólogos, sociólogos, lingüistas se debatían si estos respondían a la lógica o eran una prelógica.   Aunque no lo parezca, este debate ya lo habían tenido los antiguos griegos. De hecho, en su antigua lengua tenían no una sino tres palabras para significar lo mismo, a saber: palabra. La palabra tenía un lugar central en su cultura y es por eso que necesitaban varias palabras que dieran cuenta de los matices que podía tener. De forma tal que μῦθος (mitos), ἔπος (epos) y λóγος (logos) designaban a distintos aspectos de la palab

Sobre la literatura fantástica

La literatura fantástica ha sido relegada del canon literario por muchos años, se la desacreditaba como algo ligado a lo irracional, a la locura. Sin embargo, grandes teóricos se han detenido en el estudio de este género, analizando sus principales rasgos y poniendo en evidencia su importancia y profundidad. Es que la otredad que este tipo de relatos presenta es, en realidad, parte integrante de nosotros mismos. Además, ¿cuántos hechos de nuestra vida escapan a toda lógica y permanecen como imposibles de comprender o siquiera de poner en palabras? Tzvetan Todorov fue uno de los primeros en detenerse sobre este género, que era considerado menor. Por eso, su texto teórico sentó las bases para el estudio de los relatos fantásticos. Rosemary Jackson retoma la teoría de Todorov pero le hace algunas críticas. Su obra Fantasy. Literatura y subversión es una de las mejores para comprender la literatura fantástica.   Teoría de Tzvetan Todorov El teórico búlgaro contrapone lo sobrenatu

Sobre la ciencia ficción

Muchos asocian la ciencia ficción con relatos de viajes espaciales, astronautas y marcianos, que transcurren en un futuro más o menos lejano. Sin embargo, esta idea nos remite más bien a los orígenes del género. Hay que tener en consideración que el terreno de la ciencia ficción es muchísimo más amplio. Antes de comenzar a teorizar, creo conveniente aclarar que este tipo de relatos no necesariamente se ubica en el futuro y, si lo hace,  este es una mera excusa para introducir ciertas conclusiones que surgen de problemáticas actuales de nuestra sociedad. Esta idea se conoce con el nombre de “extrapolación”  (concepto que tiene que ver con trasladar, a ciertos ámbitos o tiempos, conclusiones obtenidas en otros).   Entonces, el mundo que la ciencia ficción evoca, puede estar establecido en un futuro o no, en una realidad alternativa o no, pero lo fundamental es que presenta conflictos que son propios de nuestra realidad para, así, repensarlos. En cuanto a sus rasgos específicos, podemos