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El boom latinoamericano

 

Este artículo retoma lo expresado en nuestras redes sobre el llamado Boom latinoamericano.

Rayuela:

Si bien novelas anteriores luego serán tenidas en cuenta, la que lidera este escenario es Rayuela de Julio Cortázar, publicada en 1963. La misma condensa algunas de características de este "movimiento" literario. Y lo ponemos entre comillas porque la realidad no es que los autores decidieron crear un estilo, o publicaron un manifiesto o se pusieron de acuerdo, sino que los avatares históricos hicieron que por primera vez los ojos del mundo se posaran sobre el centro y sur del continente americano y los escritores y las escritoras tenían la necesidad, la voluntad y la ansiedad de narrar sobre lo propio.

Rayuela condensa algunas de las características propias del boom. Por un lado, presenta una narrativa fragmentaria, con múltiples puntos de vista y personajes muy diversos. Pone de manifiesto problemas típicos de la región como las migraciones, la dependencia económica y cultural, y complejos propios de las sociedades hispanoamericanas.

Claramente, leer Rayuela es un desafío desde lo estructural ya que presenta múltiples formas de ser leída. “Del lado de allá” y “Del lado de acá” pueden leerse como historias independientes. Asimismo “De otros lados” son textos fragmentarios que pueden ser dejados de lado pero que aportan distintos matices a la historia. A la vez, se sugiere un mapa de lectura que obliga al lector a saltar de un lado a otro como en un juego, en una rayuela. No obstante, el lector puede leer la obra de corrido si así lo prefiere o crear sus propios saltos.

Como si esto fuera poco, también es un desafío intelectual, porque Oliveira y su grupo de amigos, amigas, amantes y gente conocida nos enfrenta con nuestras aspiraciones sociales, económicas y culturales, con las casi ineludibles posibilidades de fracaso y con la magia oscura del amor.

El concepto de boom latinoamericano, acotado a cuatro autores en un primer momento (el argentino Julio Cortázar, el colombiano Gabriel García Márquez, el mexicano Carlos Fuentes y el peruano Mario Vargas Llosa), se fue ampliando con el paso del tiempo y pasó a abarcar a todas las novelas de escritores latinoamericanos jóvenes, compuestas entre 1960 y 1970, que implicaron rupturas con las formas previas y que tuvieron una gran aceptación del público y, por ende, fueron traducidas y vendidas en muchos países por fuera de América.

El otoño del patriarca:

Una de las preguntas que se hacía Gabriel García Márquez era la de cómo se podía plasmar el mundo indecible de lo latinoamericano. Ya él había expresado que Sería necesario crear todo un sistema de palabras nuevas para el tamaño de nuestra realidad. Él advierte la insuficiencia de las palabras, así como también de los recursos frente a una realidad que se le presenta como esquiva. El desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida en la que nada escapa a lo posible.

En El otoño del patriarca de 1975, García Márquez innova, transgrede y posibilita la exposición de lo incongruente, de lo mágico en el mundo que nos presenta. Mediante la construcción especial del narrador, de los personajes y del tiempo se logra mostrar la identidad latinoamericana. La ruptura respecto de la forma de escribir convencional se vuelve no ya un juego propio del artificio literario, ni una adhesión a tal o cual movimiento de vanguardia, sino una necesidad para poder mostrar eso que si bien no parece real, lo es.

El narrador de la novela encierra una pluralidad caótica. Del relato de la primera persona plural, que representa la voz del pueblo, emergen distintos personajes que interrumpen y toman la palabra. Cualquiera se inmiscuye y desde su postura enfoca la historia. La desorganización de voces sirve para relativizar todo aquello que se cuenta respecto del #dictador, el personaje central del relato, y del contexto en el que él vive y gobierna. Este recurso se vuelve funcional a la idea central del autor: permitir que se filtre lo incoherente sin que, por ello, se pierda la verosimilitud.

La multiplicidad se manifiesta, también, en la construcción de los personajes: el dictador tiene un doble oficial, Patricio Aragonés, pero, además, él es, en sí mismo, un personaje múltiple: él es lo que los demás ven, y cuentan, así como lo que él cree de sí y lo que muestra. Él es lo que sus tres actas de nacimiento dicen: en todas era él tres veces distinto, tres veces concebido en tres ocasiones distintas, tres veces parido mal. Él mismo se auto-contempla en sueños, visiones, en la pantalla del televisor y en espejos se vio a sí mismo uno por uno hasta catorce generales repetidos…, también se encontraba a sí mismo en fotografías tan antiguas que muchas de ellas no eran suyas sino de un antiguo doble que había muerto por él y cuyo nombre no recordaba.  Nuestro protagonista es tanto el que mira como el que es mirado por sí mismo o por los demás y es, a la vez, nadie. Este patriarca condensa a todos los dictadores históricos y ficcionales y, a la vez, a ninguno de ellos.

Esta multiplicidad y este “desnombramiento” de los personajes contribuye a la confusión generalizada que supone el relato y el espacio en el que se ubica la historia, pero, también, contribuye a la universalización: lo inverosímil y desordenado de la construcción de los personajes los vuelve, con más fuerza, símbolos universales de cualquier persona real.

El principio constructivo de la obra es la reiteración cíclica. El presente de la narración es el momento en el que encuentran el cadáver del dictador. Desde ahí, el texto se construye a partir de fragmentos inconexos retrospectivos. En este desorden de hechos superpuestos se nos muestra a un déspota que pretende controlar el tiempo, gobernar por siempre y vivir eternamente.

El Señor Presidente:

Por su parte, El Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias – publicada por primera vez en 1946, esto es incluso antes que La hojarasca, la primera obra de García Márquez – le disputa al colombiano la fundación del realismo mágico, que hoy engloba a múltiples obras dentro y fuera de Latinoamérica y que fue el género que mejor representó al boom.

El realismo mágico, podríamos decir, busca destacar mediante lo hiperbólico aquellos aspectos de la realidad que, por más reales que sean, parecen de otro mundo. De forma tal que la obra de Asturias narra de manera increíble, casi sobrenatural, los avatares de una dictadura que podría ser cualquier dictadura, como la de El otoño del patriarca, pero que se inspira más específicamente en la de Manuel Estrada Cabrera.

El señor Presidente es la figura que maneja el régimen y que pareciera estar en todos lados, cual dios omnipresente. El miedo se vuelve algo prácticamente tangible, el Pelele en sus delirios de locura, predice el futuro y los dioses mayas coexisten con el cristianismo. El protagonista de la historia es Miguel cara de ángel, quien es, según se dice, bello y despiadado como el mismísimo Lucifer. Sin embargo, a lo largo de la obra vamos viendo fluctuaciones dentro del personaje que, en su afán de cumplir las elucubraciones del Presidente, se ve envuelto en una cadena interminable de conflictos políticos (y amorosos también). Es así que la ironía y la paradoja se van escurriendo entre estos personajes que cada vez ven menos, pero oyen más.

Aura:

El mexicano Carlos Fuentes innova en su nouvelle Aura, la cual se destaca, entre otras cuestiones, por su poco frecuente narrador en segunda persona. La vida del protagonista, Felipe Montero, parece estar siendo digitada por esa voz narradora misteriosa. ¿A quién corresponde esa suerte de voz oracular?

Todo comienza con un anuncio en el diario que parece dirigido a él: se busca a un historiador joven con conocimiento del francés para concluir las memorias del fallecido General Llorente, marido de la anciana Consuelo, la empleadora.

Desde que Felipe ingresa a la casa de la señora, el ambiente se oscurece y se llena de aromas y, por sobre todo, de irrealidad. Como buen relato fantástico, el tiempo y el espacio se distorsionan. Aparecen también grandes temas propios de este modo de representación: el doble y la hechicería (simbolizada por el color verde).

Si bien Felipe duda en aceptar el trabajo, porque una de las condiciones es que permanezca en la casa de Consuelo mientras cumple con su tarea, termina aceptando al ver a la bella Aura, la sobrina de la anciana, quien desde su primera aparición se nos presenta como extraña...

Felipe se enamora de la joven, pero no puede dejar de hacerse preguntas: ¿cómo es el vínculo entre ambas mujeres?, ¿por qué una parece duplicar los gestos de la otra?, ¿qué ritos lleva adelante Consuelo?, ¿por qué ponen cuatro cubiertos a la mesa? El protagonista quiere entender algo que se le escapa... Todos los misterios se irán develando, en parte, gracias a los viejos escritos y fotos del General Llorente. Felipe Montero descubrirá, entre otras cuestiones, su propia identidad...

Pedro Páramo:

Pero si de mexicanos e identidad se trata, no se puede dejar de mencionar a Juan Rulfo y su primera novela Pedro Páramo, la cual tardó más de 15 años en escribir. Al día de hoy es una de las obras más representativas dentro del boom latinoamericano y se la menciona como una de las precursoras del realismo mágico, pese a que la primera impresión de la crítica haya sido peyorativa.

En este libro, lo fragmentario no se da en su estructura, su temática o la composición de sus personajes y su identidad, sino que es el tiempo el que se encuentra desarticulado. Y es que el propio pasado del narrador, Juan Preciado, se ha visto dislocado por la decisión de su madre de no contarle en qué situación fue concebido y ocultar la identidad paterna hasta su muerte, momento en el que le hace prometer a Juan Preciado que irá a Comala a reclamarle a su padre lo que les debe.

El joven no tiene muchas intenciones de cumplir la promesa, sin embargo, ciertos sueños le indican que debe hacerlo. Este aspecto onírico de la historia abre el camino para que otra realidad se inmiscuya en el texto. La muerte se presenta como un sueño más y esos sueños son parte de la realidad tornándola surreal y, por qué no, mágica.

A esta narración anacrónica se le suma la irrupción de un segundo narrador, que casi con tanta violencia como tuvo en vida nos impone su punto de vista. Y este narrador no es otro que el mismísimo Pedro Páramo. Hay, en esta obra, una gran crítica social: así como se adueña del relato, el terrateniente se adueña tanto de las tierras como de los cuerpos de las mujeres. Tiene un poder excesivo. Comala representa a todos los pueblos por los que ha pasado la revolución y no ha logrado nada por ese fuerte poder de los terratenientes.

A lo dicho se puede sumar la técnica narrativa empleada en la novela:  es un juego de deseos y desvíos. Primero, Juan Preciado llega a Comala con esperanzas y encuentra la muerte; segundo, la madre debería haberlo mandado a algo positivo, y lo manda al muere; tercero, Juan está en la tumba con Dorotea, quien siempre deseó un hijo que, estando en vida, no pudo tener; cuarto, Pedro suspira de amor por Susana y ella nunca tiene nada con él; último, Juan debió vengarse de Pedro Páramo, pero el que se venga es Abundio. Es evidente que el deseo va por un lado y la realidad, por otro. Podemos afirmar que el desvío en la estructura narrativa tiene su correlato en lo argumental.

Finalmente, la noción de Pueblo Fantasma pasará de la metáfora a la literalidad y los ecos del pasado nos harán saber su historia.

El lugar sin límites:

La novela más reconocida del escritor chileno José Donoso es El lugar sin límites. El narrador en 3era. persona (que oscila en su grado de conocimiento de los hechos) por momentos cambia a la 1era. persona y asume la narración la Manuela, el personaje protagónico o, en menor medida, su hija, la Japonesita. ¿Quién es la Manuela, el padre de la japonesita, que vive junto a su hija en un prostíbulo del que ha quedado a cargo? Manuela representa el margen dentro del margen: homosexual, prostituta, transgénero... Ama bailar y cantar con su maravilloso vestido rojo a lunares, que se vuelve una suerte de talismán para ella. Se aferra a él como símbolo de libertad y felicidad.

Pancho Vega y sus hombres son la encarnación del patriarcado: con la cultura de la violación a flor de piel. No es casual que estos hombres le rasguen el vestido a la Manuela. Pancho se la tiene jurada y actúa pese a las advertencias de Don Alejo, el hombre de poder de este pueblito de mala muerte, olvidado, sin electrificación siquiera, en el que viven. Don Alejo es muy querido por la Manuela pero se deja entrever que él también esconde negociados sucios. Él es diputado, viñatero y putañero... "Aquí en el pueblo es como Dios. Hace lo que quiere. Todos le tienen miedo." Otra encarnación del patriarcado, pese a que se diga de él que es bueno...

Nuestra sociedad hipócrita siempre ha condenado a las prostitutas pero ha alentado, a lo largo de los siglos, a los prostituyentes. Todas las miserias de la humanidad aparecen reflejadas en esta obra que, desde el margen, da cuenta de la violencia, la discriminación y el sometimiento de algunos. El narrador, desde la perspectiva de la Manuela, dice: "Yo no existo ni aunque grite." dando cuenta, de este modo, la invisibilización a la que son sometidas algunas personas.

Conclusiones generales:

En pocas palabras, el fenómeno literario llamado boom latinoamericano no es más que el reconocimiento mundial a una literatura que parecía marginal en relación a las potencias de Eurasia y Estados unidos. Al igual que Manuela, Latinoamérica estaba ahí gritando y esperando a ser escuchada.

Si hubiera que resumir, entonces, sus características más destacables serían:

·        la fragmentación: ya sea en sus puntos de vista, la estructura o el contenido;

·        relaciones de poder basadas en dominantes y dominados;

·        la abundante presencia de la violencia;

·        la preocupación por encarnar una identidad americana;

·        el pasado como herida constitutiva, trauma;

·        la exaltación de lo mágico que hay dentro de nuestra propia realidad.

Los dos géneros que predominaron durante el boom fueron el realismo mágico y la ficción histórica. Ambos géneros son un oxímoron en sí mismos. En algún punto esto demuestra la particular forma de ver el mundo que tenemos de este lado del Atlántico. Una en la cual la realidad y la historia se funden con la fantasía, las expectativas y las ideologías propias e importadas.

Si bien el boom ha sufrido ciertas críticas, la realidad es que el tiempo ha flexibilizado la lista de autores a los que se puede o no considerar dentro de éste, así como se ha comprendido que ciertos estilos permiten dar una idea mucho más clara de las vivencias dentro de cada cultura. Lo que no se puede eludir es que este primer empujón comercial abrió las puertas para que los países de región pudieran dar a conocer la vastísima producción cultural que en ellos reside.



Agus y Dany

 

 

 

 

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