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La importancia de la palabra en los mitos

No son pocas las disciplinas que se han enfrentado al mito y han querido analizarlo. La antropología, la historia y la lingüística entre otras se han propuesto innumerables veces desentrañar los misterios que se esconden dentro de estos relatos, ya que si bien en estos se observan las reminiscencias del pensamiento mágico, es imposible pensar que no encierren, también, estructuras lógicas de pensamiento. Es por esto que, en un inicio, historiadores, filósofos, antropólogos, sociólogos, lingüistas se debatían si estos respondían a la lógica o eran una prelógica.

 

Aunque no lo parezca, este debate ya lo habían tenido los antiguos griegos. De hecho, en su antigua lengua tenían no una sino tres palabras para significar lo mismo, a saber: palabra. La palabra tenía un lugar central en su cultura y es por eso que necesitaban varias palabras que dieran cuenta de los matices que podía tener. De forma tal que μῦθος (mitos), ἔπος (epos) y λóγος (logos) designaban a distintos aspectos de la palabra. La primera hace alusión a la palabra que es contada o transmitida y por eso se vincula a la idea de cuento; la segunda hace referencia a la palabra en acción y cantada, por eso alude a poema y, con el devenir del tiempo, como lo que se transmitía de esta manera eran las historias de los héroes, se fue acercando a la epopeya y es por eso que hoy se lo vincula a los géneros heroicos; la tercera se vincula a la palabra reflexionada y meditada, es por eso que los filósofos gustaban de ella, y pronto se tornó en sinónimo de palabra verdadera, en oposición a las otras dos, pero, sobre todo, a la primera, a la cual veían como el resabio de una forma de ver el mundo anticuada e irreflexiva y a la que pronto asociaron a la falsedad. Es por eso que hoy las ciencias suelen terminar en –logía, y una patología vinculada a la mentira lleva el prefijo mito- (mitómano, mitómana)[1].

 

Vernant hace un análisis bastante exhaustivo de la evolución en el uso de la palabra dentro de las culturas micénica y griega, donde cambios estructurales dentro de la sociedad plantearon nuevos usos de la palabra y una progresiva desacralización de la misma. Sin embargo, no pierde de vista las contribuciones aportadas por el mito desde lo ideológico y lo cultural. [2]

 

No obstante, los griegos no fueron los únicos en reflexionar sobre el valor de la palabra. Múltiples culturas lo han hecho. Esto se debe a que los sistemas simbólicos fueron una de las tecnologías evolutivas más importantes para la humanidad. De nada servía hacer fuego o construir un arma de caza si no se podía transmitir como hacerla. Además, los sistemas simbólicos proveen de categorías de clasificación y organización del mundo, sin las cuales no se podrían hacer ciertas abstracciones. Los mitos, se volvieron formas eficientes de transmitir ciertos saberes. Alonso sostiene que los mitos son verdades imbuidas en la imaginación colectiva de los pueblos.

 

El valor de la palabra dentro de las culturas ha sido tan importante que la mayor parte de los mitos de creación inician con ella. Y es, quizás, porque palabra, en algún punto, es sinónimo de pensamiento, algo así como la verdad promulgada por Descartes Pienso luego existo. De forma tal que la palabra deificada tiene potencia creadora. La diferencia entre lo que dice un simple ser humano y un dios o una diosa radica en que la segunda pareciera materializarse como por arte de magia.

 

En el caso de la Biblia, la palabra de Dios tiene el carácter de verbo, o sea, acción. Pero al mismo tiempo es imperativa. Dios, entre las tinienblas, va dando órdenes que configuran el espacio-tiempo. Tejen una jerarquía y construyen una idea de sumisión. La palabra se vuelve precepto ¿Qué implicancias tiene para los y las creyentes esta idea?

 

A diferencia del mito del génesis, el mito de creación maya-quiché plantea otra construcción de lo divino y el uso de la palabra. Es así que, en el Popol Vuh, un panteón de dioses reflexiona, medita y consulta entre sí para decidir qué quiere crear y cómo. En este caso, la palabra también tiene cierta materialidad imperativa, pero prevé la imperfección y el error, por lo que las órdenes dadas no son producto del capricho divino sino más bien el resultado de un arduo debate. Asimismo, si bien hay una jerarquía planteada entre las deidades y su creación, entre ellos y ellas rige cierta horizontalidad. Existe la posibilidad de oír distintas voces antes de llevar a cabo una acción o tomar una decisión.

 

Teniendo en cuenta lo avanzada que parecía estar la cultura maya en relación a cuestiones de índole científica y lo complejo de su civilización es plausible pensar que la colaboración y la reflexión tuvieran un lugar central dentro de su cosmovisión.

 

Cuando nos acercamos a estos relatos de carácter sagrado, no debemos perder de vista el aspecto ideológico que subyace en ellos. ¿Habría sido la misma nuestra cultura si en lugar de acatar los preceptos judeocristianos, hubiéramos conservado y propagado las ideas mayas en mayor medida? ¿La cosmovisión de los pueblos originarios de América no tiene mucho para aportar a nuestra cultura actual? Quizás, si no lo hicimos aún, sea hora de comenzar a acercarse a estos relatos y descubrirlo.

 

Nancy Farrys analiza en una ponencia cierta correspondencia entre las concepciones de tiempo y las narrativas míticas de distintas culturas. [3]

 

La discusión relativa a las maneras de percibir el pasado ha seguido un enfoque estructuralista; se ha planteado en términos de una oposición binaria entre lo cíclico y lo lineal. La concepción cíclica considera el tiempo como una repetición perpetua que corresponde a  los ritmos diurnos y  estacionarios del mundo natural. Por consiguiente, se le concibe como algo que se repite de manera ilimitada. Según la concepción lineal, en cambio, el tiempo sigue un camino tal que semeja una cadena de acontecimientos, una secuencia única e  irreversible. En la una la concepción del pasado es profecía, anuncio de lo que sigue; en la otra es un prólogo.

Este contraste, a  su vez, ha sido relacionado con la presencia o la ausencia de las formas de comunicación escrita. Esta relación encaja en un modelo que podríamos llamar  tecnológico de los sistemas cognitivos. Se hace hincapié en el modo de comunicación que influye en el contenido de lo que se comunica. Es decir, siguiendo a  Marshall McLuhan, "el medio es el mensaje". La escritura es necesariamente lineal; sigue por una sola dirección. Uno comienza en el punto de partida y  procede por una línea, desde arriba hacia abajo, o  desde un lado hacia otro, según el caso. En los sistemas de comunicación no escrita, sobre todo en las imágenes visuales, la información se transmite como una totalidad de impresiones. Incluso en la transmisión oral, aunque por fuerza las palabras tienen que seguir una secuencia lineal para ser inteligibles, hay un fuerte elemento visual (véase Ong, 1982: 101-102). Sobre todo en la transmisión oral pública de las sociedades tradicionales, por la cual se comunican los conocimientos y valores colectivos, el elemento verbal forma parte de un conjunto; es un mecanismo entre varios dirigidos hacia una comunicación simultánea y  polivalente. 

 

 

La palabra como estructuradora de pensamiento no deja de estar presente en la forma en que analizamos nuestro entorno. Es muy difícil despegarse de esta idea. Y es que en este caso, utilizamos el lenguaje para analizar el propio lenguaje.

 

Desde la literatura, se ha tratado de emular a los textos sagrados. J. R. R. Tolkien era un gran conocedor de lingüística y literatura e historia medieval. Pero también un hombre curioso, de intereses múltiples y con una gran imaginación. El Silmarillion es quizás una de las obras más interesantes del autor. Se publicó de manera póstuma, pero los borradores son incluso anteriores a El Señor de los anillos. En él no sólo se narran hechos previos a la trilogía sino que, además, incluye la cosmovisión detrás de la obra.

 

Tolkien, entonces, ya tenía pensadas y desarrolladas no sólo dos lenguas ficticias como los son el orco y el élfico, sino que además había dado consistencia ideológica y religiosa a la obra. Había creado un universo entero en torno a la palabra. Y es que es posible pensar que los y las autores son los y las dioses de sus propios textos.

 

Pero volviendo a nuestro tema, el mito, El Silmarillion en su inicio presenta al dios creador del mundo, Eru, como un ser de intelecto y sensibilidad, ya que de su pensamiento brotan los Ainur y a ellos les pide que lo deleiten con música. Estamos ante la presencia de un dios que gusta de las artes y que canta. Porque luego les enseña una canción más sublime y le pide a los Ainur que le hagan arreglos que no son más que la creación, dado que el coro de Ainur llena el vacío y lo embellece. El mundo, entonces depende de la armonía o cacofonía de este coro.

 

¿Cuánto más alegre, diverso, bello y en busca de equilibrio podría ser el mundo si nuestra cosmovisión se apoyara sobre los cimientos de una religión con estas características?

Claramente no lo podemos saber puesto que El Silmarillion es producto de la ficción. Sin embargo, me parece que es un buen retrato de cómo pensar el valor de nuestra palabra, en este caso cantada, puede modificar la forma en que vemos el mundo.

 

Otros ejemplos del valor del mito como canal de transmisión de los saberes de una cultura lo podemos encontrar en el manga y anime de Dr. Stone. Tras un hecho que pone fin a la humanidad dentro del planeta Tierra, la tripulación de una nave espacial que aterriza en la tierra se propone reconstituir la cultura. Para ello se elige a un miembro de la sociedad, a quien se le da el carácter de sacerdote o sacerdotisa, y se le transmiten las cien historias de Ishigami, que no son más que cuentos que explican el uso de ciertos minerales y objetos esenciales para que la civilización evolucione.

 

Estos últimos ejemplos simplemente refuerzan lo difícil que es pensar al mundo por fuera del lenguaje y lo importante de la transmisión de las ideas como motor ideológico y evolutivo de la cultura. Los sistemas simbólicos como tecnología primordial de almacenamiento de información son un hecho. La música, la programación e incluso el movimiento del cuerpo se pueden considerar y se consideran lenguaje. Tal vez sea hora de abrazar el gusto por la lectura y la palabra y comenzar a leer al mundo con otros ojos.

 

Agus Argiz



[1] En otras oportunidades hemos hablado de cambio lingüístico en función de las necesidades de los hablantes

https://rinconeduylit.blogspot.com/2020/09/el-lenguaje-inclusivo-por-agus.html

https://rinconeduylit.blogspot.com/2020/09/el-lenguaje-inclusivo-por-dany.html

[2] J.P. Vernant, (1era Ed.1962) 1992, Los orígenes del pensamiento griego, Buenos Aires, Paidós

[3] AA. VV. 1983 La memoria y el olvido. Segundo simposio de historia de las mentalidades. México, INAH

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