introducción y análisis de “Metzengerstein”:
En su “Método de composición”, Edgar Allan Poe afirma que, a la hora de escribir, la primera de todas las consideraciones debe ser la de un efecto que se pretende causar[1]. Ahora bien, ¿qué efectos o sentimientos constituyen la atmósfera de los cuentos de Poe?, ¿mediante qué procedimientos logra transmitirlos al lector? y ¿qué relación guardan estos con el género en el cual las obras se insertan? Este texto propone una respuesta para estos interrogantes a partir de un análisis de “Metzengerstein” (primera parte) y “La caída de la casa Usher” (segunda parte) sustentado a partir de la confluencia de diversas teorías de lo fantástico.
Los personajes conflictuados[2] de
Edgar Allan Poe no logran resolver sus problemas porque no pueden comprender
los sucesos a los que se enfrentan, o bien porque estos escapan del ámbito de
lo posible o bien porque giran en torno a uno de los mayores temores de la humanidad:
la muerte… Focalizando la historia a través de ellos, el autor logra crear una
atmósfera de tensión que, desde el texto, se traslada hacia el lector, ya que
la perturbación de los personajes se “contagia” a aquel que lee.
Son dos los sentimientos constitutivos de esta
atmósfera: la vacilación y la angustia. Ambas sensaciones invaden a los
personajes y van in crescendo en el
relato hasta alcanzar el climax hacia el final del mismo. Entonces, el lector,
próximo al héroe, es invadido por estas sensaciones, ya que los códigos con los que se ha conformado al
lector implícito son decisivos en la orientación de su recepción[3] o,
dicho en forma más simple y con palabras de Poe, durante la lectura el alma del lector está bajo el
control del escritor[4].
Según David Roas la característica principal de
lo fantástico no es la vacilación, tal como expresó Tzvetan Todorv, sino, la
angustia, entendida en tanto sentimiento global de inseguridad[5].
“Metzengerstein”:
El título de la obra alude al apellido del
personaje protagónico, Frederick Metzengerstein, quien es presentado como
perteneciente a una gran familia, la cual había logrado conservar sus riquezas
y su renombre a través de los años. Frente a esta familia, aparece otra rival,
la de los Berliftzing, que, contrariamente a la anterior, había decaído. Estos
últimos tenían celos seculares de los
Metzengerstein y el conde Wilhelm era un viejo decrépito y antipático y con
incapacidad mental. Puede observarse que las valoraciones que realiza el
narrador ubican a la primera familia en un lugar de superioridad, planteado ya
desde el título de la obra. Además, mientras que a la familia dominante le
concede varias líneas, a los Berliftzing los describe en unas pocas. El narrador
adopta el punto de vista del joven protagonista y, desde él, focaliza la
historia. En Frederick, la idea de superioridad está instalada y, por ende, esta
es transmitida al lector. Vemos que, todas las evaluaciones que tienen lugar
convergen en la idea de que una familia es la dominante frente a la otra, que
es la debilitada e insignificante. Sin embargo, no deja de descalificarse
moralmente al personaje principal.
La profecía que se introduce en los primeros
párrafos del cuento expone que Un alto nombre
padecerá formidable caída cuando, al igual que el caballero en su caballo, la
mortalidad de Metzengerstein triunfará sobre la inmortalidad de Berliftzing.[6] Desde su
estructuración, la frase plantea que lo primero triunfará sobre lo segundo
(Metzengerstein sobre Berliftzing), sin embargo, el contenido implica todo lo
contrario… que la mortalidad de uno triunfará sobre la inmortalidad del otro,
es decir, que el supuesto triunfador, morirá, mientras que su rival, no. Lo
mismo pasa con el cuento en general, el cual desde lo formal le da el lugar de
privilegio a los Metzengerstein (la elección del título, la construcción de un
narrador que, en varias oportunidades, adopta el punto de vista del protagonista),
mientras que desde el contenido se los critica y, al final de la historia, con
la muerte del héroe, se los presenta como los perdedores.
El epígrafe (Pestius eram vivus… moriens tua mors ero[7]) también es de
gran importancia, ya que construye otro de los indicios (al igual que la frase
de la profecía) de lo que sucederá al final. Este alude claramente a lo
ocurrido con el corcel, el cual salió del tapiz y cobró vida para causar la
muerte de Frederick. El hecho de que el animal saliera del cortinaje coincidió
exactamente con el momento en que el viejo conde murió intentando salvar a sus
amados caballos; de ahí que pueda pensarse que fue él quien, después de muerto,
hizo que el joven de la familia enemiga muriera utilizando como medio para
lograr esto al corcel. La idea de que el alma del conde era lo que se hallaba
dentro del animal puede desprenderse también del instante en que se menciona
que los ojos de éste parecían humanos.
Otro indicio se da cuando el protagonista
observaba el cortinaje y se planteaba que no
podía explicarse en modo alguno la agobiadora ansiedad que, como un sudario,
parecía envolver todos sus sentidos[8]. La ansiedad es
comparada ya desde ese momento con un sudario (elemento ligado a la muerte) y,
en verdad, fue esta la que lo llevó al trágico desenlace; quizás más que
ansiedad haya sido una suerte de exaltación producida por ese embrujo que
dominaba sus sentidos. Esta comparación estaría insinuando el final, en el
cual, en cierta forma, se reitera la idea diciendo que su sudario fue la blanca llama (la llama resultante de la
magia impulsada por el destino), que envolvía al edificio al cual el
protagonista había sido conducido por el corcel. Incluso, en un momento se
habla del indomable fuego, lo cual
nos remite a la relación que había entre lo sucedido y el animal, el cual
formaba parte de toda esa magia negativa; es más, cuando todo ya había
terminado se menciona a una nube de humo con la forma de un caballo. Todo
estaba armado, predeterminado por el Destino para que así tuvieran lugar los
hechos.
Todos estos indicios juntos nos llevan a realizar
una interpretación del cuento que termina aceptando lo sobrenatural, tal como
el protagonista lo hace. Se afirma que cuando el barón de Metzengerstein
observó el cortinaje comprobó que la
cabeza del gigantesco corcel había cambiado de postura[9]. Cuando se
encontró con el caballo color fuego, no
dudó en comprender instantáneamente que
aquél misterioso corcel del tapiz era el duplicado exacto del fiero animal que
en aquel momento tenía ante sus ojos[10]. Según Todorov,
al aceptar lo sobrenatural, el texto estaría ingresando en el ámbito de lo
fantástico – maravilloso.
En cuanto a la construcción del protagonista
como un personaje conflictuado, se plantea en el cuento que el comportamiento
del protagonista era bárbaro, que
cometía vergonzosos libertinajes,
traiciones, que trataba mal a sus sirvientes, entre otras cosas. Vemos que
así trataba Frederick a sus sirvientes, sin preocuparse por sus sentimientos. A
su vez, se nos dice que sus comportamientos eran los que podían esperarse de un
adolescente sin padres (cosa que no necesariamente es así). Frente a la falta
de vínculo de Frederick con los humanos, tenía una desmedida afinidad con su
corcel y no se despegaba de él desde que lo encontró.
Este animal es el que introduce la ruptura en
el mundo mimético del inicio de la narración y comienza a dar paso a lo
sobrenatural en el relato. Entre ambos parece establecerse una conexión
extraña, producida por una suerte de hechizo. Cuando el personaje observaba el
cortinaje con las figuras de sus antepasados, en el cual se encontraba el
duplicado de su caballo, se plantea que él tenía sensaciones de ensueño y que al mirarlo un hechizo lo absorbía. También se alude a que el corcel tenía
capacidades extraordinarias y a que cuando el joven subía a él experimentaba un
estremecimiento. Estas cosas y muchas más nos llevan a pensar que ese animal
salió del tapiz como una fuerza ancestral para que se cumpliera la antigua
profecía: la destrucción de los Metzengerstein.
Un acontecimiento que no deja de llamar la atención
es que Frederick, si bien había advertido que ese caballo que había aparecido
en su casa era idéntico al del tapiz y le habían informado que un trozo de este
había desaparecido al aparecer el animal, por un momento, no pudo relacionar
los sucesos para comprenderlos. Sabemos que, en el género fantástico, lo
sobrenatural se presenta como un problema[11], y
aceptar un hecho semejante implica romper con la legalidad establecida para
creer en nuevas leyes que rigen nuestro mundo. Frente a todos los hechos que
parecen tener un origen no natural, el mismo personaje exclama ¡Eso es muy extraño![12] Es en ese momento
en particular en el que la vacilación se instala.
Tanto la angustia como la vacilación se
transmiten al lector. El momento final, que es el de mayor tensión, sigue
generando estos sentimientos pero, esta vez, desde un nuevo punto de vista: el
de la gente que contempla el incendio final. Se habla del asombrado vecindario que observa las llamas con silenciosa y hasta indiferente estupefacción[13]. Cuando se llega
al instante de la destrucción del protagonista, quien es conducido por su
corcel hacia el fuego, el narrador se aleja para introducir la siguiente frase:
y así se demostró que es mucho más
intensa la emoción que se produce en los sentimientos de la gente al contemplar
la angustia humana[14]. Esta idea no es
más ni menos que la que se quiso transmitir al lector a lo largo de todo el
cuento… La exaltación del que lee es producida por la contemplación de la
angustia del personaje conflictuado de Frederick de Metzengerstein sumada a las
dudas que le genera enfrentarse a un hecho que termina resolviéndose como
sobrenatural. Esto se reafirma al finalizar el texto indicando que la nube de
humo que se cierne sobre el palacio derruido formaba la figura de un caballo.
En resumen, “Metzengerstein” puede clasificarse
en tanto relato fantástico maravilloso, ya que lo sobrenatural es aceptado. La
tensión se mantiene generando la sensación que, según Roas, es característica
del género: la angustia. Esto se logra gracias al desarrollo de la interioridad
de personajes conflictuados. Frederick de Metzengerstein, joven calificado como
de conducta despreciable, establece un vínculo poco común con un corcel
sobrenatural, que termina conduciéndolo a la muerte. La vacilación y la
angustia respecto de todo aquello que concierne al extraño animal embargan
primero al protagonista y, luego, a sus vecinos.
Daniela Valenzuela
[1] Poe, E. A. “Método de
composición”.
[2] “Cuando uno dice que alguien es
"conflictivo", o que está "conflictuado", que es
"conflictuado", lo que está diciendo es que tiene los mismos
conflictos que todo el mundo, pero que no encuentra la manera de resolverlos”.
Lipper, N. “Introducción al psicoanálisis” en El emergente psicosocial. Escritos y materiales de psicología social. http://www.elemergente-liniers.com.ar/descargas/21_introduccion_al_psicoanalisis_norberto_lipper.pdf
[3] Barrenechea, A. “El género fantástico entre
los códigos y los contextos” en El relato
fantástico en España e Hispanoamérica. (s/d)
[4] Poe, E. A. “Crítica a Historias dos veces contadas de
Nathaniel Hawthorne”.
[5] Roas, David. “El género
fantástico y el miedo” en Quimera.
[6] Poe. Historias extraordinarias. p. 76.
[7] Poe. Op cit. p. 75.
[8] Poe. Op cit. p. 78.
[9] Poe. Op cit. p. 78.
[10] Poe. Op cit. p. 79.
[11] Seguimos en esta postura
a Ana María Barrenechea.
[12] Poe. Op cit. p. 79.
[13] Poe. Op. Cit. p. 84.
[14] Poe. Op. Cit. p. 84.
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