La serpiente y la ruptura
de las unidades lógicas de tiempo, espacio y materia:
“Midgarthormr”
es un poema, cuyo título está en islandés antiguo, y que significa,
literalmente, “la serpiente de Midgard”, también llamada Jormungand. Esta poesía fue compuesta por uno de los más grandes
escritores argentinos del siglo XX, Jorge Luis Borges, y forma parte de su
libro Los conjurados.
El
Midgard era el mundo de los humanos
según el ordenamiento cósmico de la mitología escandinava. La serpiente, que le
da nombre al poema, es llamada por los griegos Ouroboros. Esta es, en ambas culturas, o bien una serpiente, o bien
un dragón que se traga su propia cola, formando un círculo. Esta serpiente es
la que envuelve el mundo y es, también, un símbolo de lo infinito. Representa
la naturaleza cíclica de las cosas, el eterno retorno, el tiempo espiralado
propio de los ciclos (como el de la piel de la serpiente que se muda con cierta
regularidad). El tema del tiempo y del infinito son centrales en la obra
borgeana y este ser mitológico alude a ellos.
En
la primera parte, el poema describe a la serpiente e intensifica la sensación
de infinitud. Luego, alude a la creación del mito y a diferentes episodios
célebres de la mitología nórdica que aluden al ocaso de la vida y del mundo.
Por último, los dos versos finales tienen que ver con lo imaginario y lo
pesadillesco de lo antes evocado por el yo, quien ha soñado con esta terrible
serpiente, del aun más temible mundo de los humanos.
Nada
en una poesía es casual, mucho menos lo es el hecho de que esta comience con
las palabras “sin fin”, que plantan la idea de que la infinitud es el concepto
clave del texto. Refuerzan esta expresión palabras tales como “circular”,
“anillo”, “eternamente”, “soñado”, “imaginaria imagen”, “pesadilla”. Creo que
resulta imposible no preguntarse cómo es el tiempo del mito y cómo se vinculan
tiempo y espacio en los sueños/pesadillas…
La
primera parte del poema instala esta idea de infinito. El mar y el pez sin fin:
contenedor y contenido infinitos. Igualmente, la serpiente que encierra y la
tierra por ella encerrada, son infinitos. Verde serpiente y verde mar quedan
identificados a partir del color. La serpiente se muerde la cola formando una
figura sin fin. La serpiente y la tierra tienen la misma forma: circular. No
perdamos de vista que en Borges, el laberinto puede tener forma de círculo…
Nicolás Rosa, en su artículo titulado “Borges y la ficción laberíntica” explica
que “La circularidad del ouroboros (…) es doblemente pavorosa puesto que es una
hipótesis de la idea del eterno retorno: ´la idea más horrible del universo´.”
Más adelante agrega: “yuxtapone a la significación propia del laberinto la idea
del círculo, consiguiendo manifestar por condensación polisémica la radical
irracionalidad que subyace en la construcción laberíntica como perversión de la
simetría. Como modelo es un modelo antilógico, deforme, incongruente,
desequilibrado: la dimensión de lo monstruoso.”(p. 8).[1]
“El
fuerte anillo que nos abarca” es una kenning,
recurso típico de la poesía escáldica noruego- islandesa. Las kenningar son las metáforas fijas
equivalentes a algún otro concepto, en este caso, a la Jormungand. La idea de fortaleza nos hace pensar en lo
inquebrantable de la serpiente y de los ciclos. No puede salirse de ese sinfín.
¿Y qué es ese fuerte anillo?: tempestades, sombra y rumor, reflejo de reflejos.
Sabemos que las sacudidas de la serpiente producen las tempestades, pero, ¿qué
tiene que ver el reflejo? El reflejo es símbolo de irrealidad que acá se
duplica “reflejo de reflejo”. A su vez, nos lleva a pensar en un juego de espejos, en donde una
imagen parece multiplicarse ad infinitum.
El mito es el reflejo de una sociedad y esta poesía (reflejo de la realidad en
tanto obra de arte) es un reflejo del reflejo del mito. En este punto, creo que
el lector no puede evitar preguntarse: ¿cuánto hay de realidad y cuánto de
simulacro en el mito, en el arte, en la poesía? Citando al mismo autor podemos
aclarar que, para él, el espejo “simula estar lleno y está vacío”[2].
Así la literatura, en tanto simulacro, solo puede ser reivindicada como un
juego, tal como manifestó Sylvia Molloy, a propósito de su gran análisis de la
obra borgeana, en su libro Las letras de
Borges. ¿Y qué pasa con el mundo?, ¿y si todo él es también un gran espejo
que simula ser algo que no es más que caos (entendido, en el sentido griego, como
vacío, hueco infinito)? El fuerte anillo que nos rodea, la serpiente, quizás no
sólo sea infinito sino irreal. Y ya vimos cómo en esta poesía, contendor y
contenido aparecían igualados. Nicolás Rosa explica en su texto que los espejos
“…duplican la falacia del mundo” (p. 8).
El
hecho de afirmar que la Midgarthormr
“es también la anfisbena” nos remite al cruce cultural, es la serpiente de la
mitología nórdica pero, también, es la serpiente de la mitología griega. La
anfisbena era una serpiente con dos cabezas, una de ellas en cada extremo de su
cuerpo, se dice que si se la corta en dos pedazos, estos vuelven a unirse. Es
la que va en dos direcciones, la que implica la ambigüedad, y, también, la
eternidad. No es casual, que después del punto seguido, aparezca la palabra
“Eternamente” en el mismo verso. Este cruce de culturas es el mismo que hace
que un escritor argentino escriba sobre la mitología del norte de Europa. Nada
más cosmopolita que el hombre (o mujer) de una gran ciudad. Nada más acertado,
a la hora de intentar entrever la realidad que la interculturalidad. Nada mejor
para explicar los conceptos de infinitud y eternidad que la ruptura de las
barreras espaciales y temporales.
¿Cómo
es la realidad que observa esta serpiente que rodea al mundo?: “Cada cabeza
husmea crasamente los hierros de la guerra y los despojos.” Lo que observa no
es nada placentero…
Una
segunda parte del poema remite al origen del mito: “Soñado fue en Islandia”. En
las obras mayores de la mitología nórdica (la Edda Mayor y la Edda Menor),
Snorri Sturlson refiere los mitos de creación del mundo, el nacimiento de sus
moradores, historias varias de dioses y monstruos del cosmos. No en vano se
emplea en la poesía el término “soñado”. El sueño implica otra realidad en la
que las unidades temporales y espaciales funcionan con otras lógicas, quizás el
sueño se acerque más a la lógica sobrenaturalista del mito y, a su vez, ambos
se vinculan con la irrealidad de la literatura. Nicolás Rosa escribió que “El
arte y la realidad no se tocan nunca” (p.13).
“Los
abiertos mares lo han divisado y lo han temido” puede remitirnos al siguiente
pasaje de la Edda Mayor, en el que se
dice: “La tierra se estremecerá con terremotos (…) El mar se sacudirá ya que Jormungand, la serpiente de Midgard, se
retorcerá y enrollará con furia mientras se abre camino hacia la tierra. Con
cada suspiro, Jormungand teñirá el
suelo y el cielo con su veneno. Las olas causadas por la aparición de la
serpiente liberarán el barco Naglfar”. Aquí se entiende el porqué del temor que
causa la serpiente y se justifica la mención posterior del barco maldecido creado con las uñas de
los muertos. Otro de los límites que se difuminan es el de la vida y la muerte
y, con él, el de principio y fin. La referencia al mito de origen del mundo y
el de su fin se unen en la poesía y ambos extremos de la existencia dependen de
la serpiente. ¿Hay realmente un
principio y un fin? “…el crepúsculo aquel que no se nombra.” nos remite al
Ragnarök, el ocaso eterno. Según el mito nórdico, en la batalla final, dioses,
monstruos y hombres perecerán. El horror desatado llena el poema al utilizar
términos tales como “temido”, “maldecido”, “muertos”, “sombra”, “lobos”,
“ocaso”, “agonía” y “pesadilla”. Estos horribles hechos son los que se repiten
en un ciclo eterno del que no se puede salir.
Así
como antes se había nombrado un “reflejo de reflejos”, en la parte final del
poema, se menciona la “imaginaria imagen” y emerge el yo que había estado
implícito, para hacerse cargo de su pesadilla y para seguir poniendo en
evidencia la irrealidad de la literatura.
Vimos
que la serpiente alude a lo infinito así como también a un sueño de Snorri
Sturlson (y antes de él, a todo el colectivo que dio origen al mito), que, a su
vez, está siendo soñado por el poeta. De manera análoga, el sueño muestra otra
realidad, que se rige con una lógica similar a la del mito, en tanto implica la
ruptura de las unidades racionales. Frente a estas realidades disímiles, se nos
plantea el interrogante respecto de cuál de todas las visiones del mundo es la
más acertada. Ojo, no hay que perder de vista que la idea de sucesión temporal
resultaba para Borges, muy poco creíble…
Tanto
el espacio y el tiempo, ambos infinitos, eternos, circulares, y que no dejan de remitirnos
a la figura del laberinto como la irrealidad de la literatura son los ejes a
partir de los cuales se estructura toda la poesía.
Midgarthormr:
Sin
fin el mar. Sin fin el pez, la verde
serpiente
cosmogónica que encierra,
verde
serpiente y verde mar, la tierra,
como
ella circular. La boca muerde
la
cola que le llega desde lejos,
desde
el otro confín. El fuerte anillo
que
nos abarca es tempestades, brillo,
sombra
y rumor, reflejos de reflejos.
Es
también la anfisbena. Eternamente
se
miran sin horror los muchos ojos.
Cada
cabeza husmea crasamente
los
hierros de la guerra y los despojos.
Soñado
fue en Islandia. Los abiertos
mares
lo han divisado y lo han temido;
volverá
con el barco maldecido
que
se arma con las uñas de los muertos.
Alta
será su inconcebible sombra
sobre
la tierra pálida en el día
de
altos lobos y espléndida agonía
del
crepúsculo aquel que no se nombra.
Su
imaginaria imagen nos mancilla.
Hacia el alba lo vi en la pesadilla.
Daniela
Valenzuela
Bibliografía:
Borges,
J. L. (2005). Historia de la eternidad.
Buenos Aires: Emecé.
Borges,
J. L. (2005). Los conjurados. Buenos
Aires: Emecé.
Molloy,
Sylvia (2000) en Las letras de Borges y
otros ensayos. Beatriz Viterbo Editora: Rosario, Argentina.
Sturluson,
S. (2000). Edda Mayor. España:
Alianza.
Sturluson,
S. (2000). Edda Menor. España:
Alianza.
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