…la mujer latinoamericana se busca a sí misma en una otredad múltiple y se propone reemplazar la teorización abstracta por multidiálogos que portan en sí una potencialidad política. (Guerra, 1995, p. 31)
Desde tiempos
inmemoriales, se han construido discursos que posicionan a la mujer por debajo
del hombre, a partir de argumentos bastante ilógicos, que, paradójicamente, han
sido aceptados y reproducidos por hombres y mujeres a lo largo de la Historia. Por
ejemplo, se ha tendido a vincularla con poderes de seducción y perdición que
llevan a la corrupción del hombre, y, desde esta lógica, la mujer es vista como
alguien que debe ser controlado y que no debe tener autonomía, por el bien de
todos. Para entender mejor esta postura, podemos remontarnos a la figura de Eva
en el “Génesis”, quien se deja convencer por la serpiente (obvio símbolo del
diablo) para desobedecer el mandato divino y comer del fruto prohibido. Por
culpa de Eva, Adán pierde el paraíso terrenal, el Edén, y por culpa de la
mujer, también, aparecen los males de la humanidad: el hombre deberá trabajar
arduamente para ganarse el pan; la mujer sufrirá los dolores del parto y será dominada
por el hombre.
La mujer es encasillada
como una figura negativa para el hombre pero, a su vez, necesaria para que se
mantenga la especie. La mujer es ese otro que está ahí, amenazando con la
desestabilización de un sistema ya construido y al cual ella mira desde los
márgenes. Es ese otro desconocido y misterioso al que se le teme pero al cual
se reivindica por su capacidad de dar a luz. ¿Qué implica la maternidad? La
mujer virgen o la mujer madre parecerían ser las únicas dignas de respeto. Pero,
no hay que perder de vista que la maternidad también ha sido utilizada para
confinar a la mujer a un ámbito reducido: el del hogar y, de este modo,
mantenerla fuera de las actividades económicas y culturales.
En la obra de la
escritora Gioconda Belli, las mujeres protagonistas están escindidas, como
todas las mujeres: son muchas a la vez, construidas desde sus propios deseos
pero también desde distintos discursos falogocéntricos, y deconstruyéndose (o
intentándolo). Son mujeres fuertes, que dan lugar a la controversia. Esta
escisión manifestó sentirla la escritora nicaragüense en carne propia en una
entrevista que se le realizó el 30 de diciembre de 2020. ¿Por qué la mujer se
siente varias a la vez?: porque, por un lado no logra librarse de las ataduras
del sistema patriarcal; los discursos que sobre ella se han tejido entran en
pugna con el deseo de libertad y de querer ser, más allá de las imposiciones.
Creo que cualquier mujer, que se haya parado a hacerle frente a este tipo de
discursos, se siente así: tironeada, dividida, escindida.
Es más que evidente
que la sociedad patriarcal trata de subyugar a la mujer para que encaje en un
ideal que responda a lo que le conviene a determinado grupo de poder: que sea
más como María y menos como Eva. Tal como afirmó Gioconda Belli (2020) en la
entrevista:
“…sobre todo para la mujer, el cuerpo
es un casus belli, en el sentido que ha sido el territorio en disputa por los
hombres, por la atracción sexual, por los paradigmas que se han creado, como la
mujer tentadora, la que hizo que se perdiera el paraíso terrenal, nada menos, y
mediante su cuerpo. Las mujeres vivimos entre esos dos paradigmas: la Eva
seductora y la virgen María.” (https://www.archiletras.com/actualidad/entrevista-gioconda-belli)
Frente a estos
discursos masculinos que (por más paradójico que suene) han construido el signo
mujer, la Literatura se hace presente como espacio de subversión. ¿Qué sucede
específicamente con la literatura escrita por mujeres en Latinoamérica?: Lucía
Guerra (1995), en su libro La mujer
fragmentada: historias de un signo, expone que ...la latinoamericana ha escrito desafiando una sociedad y un sistema
que imponen el anonimato. Ha escrito sintiéndose ansiosa y culpable de robarle
horas al padre o al marido. Sobre todo ha escrito siendo infiel a ese papel
para el cual fuera predestinada, el único, de madre. (P. 182) Sin embargo,
una escritora como Gioconda Belli, pese a estas contradicciones del ser mujer,
entiende que la Literatura es un espacio de lucha para repensar los
estereotipos y para reivindicar a la figura femenina.
Sofía de los
presagios:
Esta obra fue
publicada por primera vez en España en el año 1990 y fue la segunda novela de
Gioconda Belli. Sofía, su protagonista, es esa figura compleja, fragmentada, deseada
y temida, que lucha todo el tiempo por ocupar un lugar en una sociedad que la
margina, y quien nos invita a la reflexión sobre el signo mujer. Es de la mano
de este personaje que se construyen nuevos discursos que desestabilizan la
lógica patriarcal.
“Todas estas historias de mujeres
configuran un contratexto que hace estallar al signo mujer en una multiplicidad
que no admite abstracciones ni esencialismos. La contribución del feminismo
latinoamericano radica, precisamente, en su énfasis en una heterogeneidad,
nunca ajena a los procesos históricos. Ser mujer en nuestro continente rebasa y
excede aquellas construcciones culturales que intentan definir y fijar con la
intención de mantener un orden.” (Guerra, 1995, p. 177)
La mujer escindida y temida:
Sofía, la
protagonista de la novela es una mujer escindida, es decir que es una y muchas
a la vez: es la gitana y la no gitana; es parte del pueblo desde niña, pero no
tiene origen, es la “extranjera”, la sin Patria; es la sin madre, pero que
tiene muchas mujeres en su vida que la quieren y la cuidan como si la hubieran
parido (tales como Eulalia, doña Carmen y Xintal); es cristiana, pero también
forma parte de varios ritos paganos. Es la que oscila entre liberar su deseo y
reprimirlo. Es la mujer fuerte e independiente pero que es perseguida por el
miedo al abandono. Todas estas contradicciones, y más, constituyen a Sofía.
Como ya expresé en
las palabras introductorias a este trabajo, toda mujer que no deja que la
encasillen en el signo mujer construido desde el discurso falogocéntrico, se
sentirá escindida. Gioconda Belli (2020), afirmó que:
“…Esas mujeres internas existen en el
resto de mujeres, y son las que nos programan para ser. Es la niña buena. La
mujer decente, irreprochable, buena madre, buena esposa, que va a la misa, va
al colegio de los hijos, que se basa en el servicio a los demás,
constantemente. Todavía las mujeres que no hacemos eso, que somos, por ejemplo,
escritoras, tenemos que lidiar en nuestra propia casa con ese sentimiento de
que yo no soy la persona doméstica.” (https://www.archiletras.com/actualidad/entrevista-gioconda-belli)
Creo que a Sofía le
pasa algo similar. Ahí está la puja: entre el ser y el deber ser y entre lo que
una es, con sus luces y sombras. Ella nunca termina de encajar en ningún lado:
ni entre los gitanos, ni en la escuela a la que intenta mandarla don Ramón, ni
en el pueblo.
A medida que crece la
niña, se va convirtiendo en una bella mujer, rebelde y seductora, lo cual es
considerado peligroso: frente a este hecho, sus padres adoptivos también se
sienten incómodos y le temen, a pesar de amarla. Entonces, resuelven que hay
que casarla lo antes posible. En su lógica (que no es nada nueva), la mujer no
debe estar sola, debe ser dominada, controlada, contenida por un hombre… Ese
poder femenino que desborda a Sofía inspira grandes atracciones pero también,
grandes temores y creen que hay que cercenarlo.
Sofía será marginada,
según los discursos “oficiales” del pueblo, porque representa una amenaza para
el lugar y su “decencia”. ¿Qué es lo que resulta tan amenazador? Lucía Guerra (1995)
afirma que históricamente perdura …la
categoría mujer como una construcción imaginaria escindida entre lo deseado y
lo temido… (p. 14). Eso mismo pasa con la protagonista de la novela, quien
por ser una mujer avasallante, ligada a la magia (y a la otredad que esta
representa), que está siempre buscando su lugar en la sociedad, que trata de
construir sus propios discursos que la definan, será siempre temida. Todo esto
sumado al simple hecho de ser mujer, latinoamericana y medio gitana, que ya, de
por sí, ubican a cualquiera en un margen.
Ya desde el título,
Sofía es la de los presagios: el sobrenaturalismo que rodea a la protagonista
estará presente a lo largo de la novela, insertando a la obra dentro del género
fantástico, y es uno de los motivos de la marginación: se la asocia con la
brujería. Tengamos en cuenta que, históricamente, detrás la persecución de las
supuestas brujas …subyace también el
temor a un poder subversivo femenino que el sistema patriarcal intenta
reprimir. (Guerra, 1995, p. 42) Sofía se asocia con esa otredad temida: el
mundo mágico de los gitanos, de los brujos del pueblo, de los dioses primitivos
y del tarot. Pero el problema no es solo ese, sino que, ella es Eva a lo largo
de casi todo el relato. ¿Qué implica esto?: que es la que corrompe, la que cede
a la tentación, la que rompe con lo establecido porque eso le resulta
insuficiente. Sofía es, además, la que se mete en el mundo de los negocios y
maneja con éxito la hacienda heredada; la que no termina de aceptar las reglas
impuestas; la que no pasa su vida encerrada, bajo el yugo del marido y se anima
a separarse. Ella es la que busca su lugar en la sociedad y la que puede
traerle fin a un orden establecido y sostenido para conveniencia de algunos.
Bien sabemos que
desde hace siglos, la casa fue considerada el ámbito de la mujer, un espacio
cerrado, contrario al ámbito abierto, infinito, en el que puede aventurarse el
hombre. La labor doméstica que se les asignó a las mujeres es vista, tal como
explica Lucía Guerra, como exenta de sacralización y goce. Sofía se resiste a
ser madre con René, su marido, porque eso terminaría de justificar el encierro
y el sometimiento exclusivo a la labor doméstica. Ella planea poder librarse de
un matrimonio que la privó de todo. Maternar será su decisión: ella elegirá
cómo, cuándo y con quién. Esto, que tiene que ver con trascender el lugar que
se le quiere asignar y aventurarse al mundo masculino de los negocios, es leído
como una amenaza para el poder masculino. Su ser rebelde la vuelve una mujer
fragmentada, temida, pero es aquello que le da la posibilidad de ocupar el
lugar que merece en la sociedad, y no permanecer en el margen y en el silencio.
La mujer silenciada:
Cuando el que será
el marido de Sofía, René, la conoce, se siente cautivado por ella, su magia y
su baile. La mujer es una suerte de hechicera que atrae para sí todas las
miradas y, entonces, él piensa que:
“…cuando sea su mujer, nadie más le
va a tocar ni un pelo de la cabeza. Él mismo la va a acompañar a la iglesia los
domingos y la va a mantener cargada como escopeta de hacienda, preñada, hasta
que se le acabe la cinturita y se le pongan dulces y maternales esos ojos
oscuros que brillan demasiado, que son un peligro para ella que ni cuenta se
da…” (Belli, 2015, p. 23)
Otra vez aparece la
idea de la necesidad de la dominación de la mujer que es como Eva. Otra vez, se
reproducen esos discursos que históricamente han buscado mantener a la mujer bajo
el yugo del hombre.
La boda se prepara
sin dilación luego de tan solo seis meses de noviazgo. Sofía planea llegar a
caballo a la Iglesia acompañada de don Ramón, sin embargo, no logra contener su
deseo de un último galope antes de la ceremonia. Ese hecho (que podría haber
sido ese o cualquier otro) es tomado por René como una gran humillación: ella
vuelve a la iglesia, sucia, después de haberlo hecho esperar… El caballo es el
símbolo de lo indómito que caracteriza también a su dueña. Representa, a la
vez, su deseo y la sexualidad. Dentro de los estereotipos, es vista …la sexualidad como engendradora del pecado
de la lujuria. (Guerra, 1995, p. 21) Por eso, cuando se casan, René mata
con saña al caballo de su esposa. Sofía no se muestra pura y casta (pese a ser
virgen) como una María. Además, ella está instalando en la sociedad algo que
para el hombre es fatal: está cuestionando la hombría y el estereotipo del
macho dominante y la mujer dócil, que solo debe acatar.
Sofía,
ingenuamente, había pensado que el matrimonio le daría libertad, sin embargo,
sucedió todo lo contrario: René la encerró, la maltrató y buscó embarazarla,
para lo cual la violaba sistemáticamente mientras ella se abstraía y se
encerraba en su interior jurándose no darle jamás hijos. Como él no le pegaba,
todos le decían que aguantara, que no era malo y naturalizaban la violencia de
género y el odio que le suscitaba la mujer a la que no podía pisotear. Ella resolvió
que, apenas fallecieran sus padres adoptivos, huiría de su marido, quien nunca
le perdonó ese modo de ser, que en un primer momento, fue lo que lo cautivó.
La contrafigura de
Sofía es Gertrudis, su amiga, quien ama en secreto a René y con quien se
terminará casando este en segundas nupcias. Ella es virgen, pura y casta. El
tipo de mujer que sí es aceptada socialmente, ya que es más como María que como
Eva. No transgrede, sino que acepta y continúa el orden establecido. Ella no es
vista como una amenaza para nadie, por eso nadie la cuestiona.
En la resolución de
divorciarse, hay algo que le juega en contra a Sofía: el qué dirán… Por eso, Doña Carmen planea salvarla de la condena
social, tratando de facilitar el acercamiento entre René y Gertrudis para que,
de ese modo, el que rompa el matrimonio sea él y no a la inversa. Claramente,
se está poniendo de manifiesto que lo que se le perdona al hombre no se le
perdona a la mujer. Doña Carmen dirá que …a
las dejadas nadie las menospreciaba, sino que les tenían lástima. (Belli,
2015, p. 86) Ella no quiere que desprecien a Sofía más de lo que ya lo hacen en
el pueblo.
El hecho de ser
abandonado y citado a la Justicia por el diario, implica, para René, una nueva humillación.
Para que su imagen no se vea amenazada, él se va a encargar de instalar, en el
pueblo, un discurso que lo deje bien parado y que no amenace su “hombría”: en
su “verdad”, él afirma que Sofía se fue porque él le confesó amar a Gertrudis.
Obviamente, en una sociedad patriarcal, la voz masculina va a silenciar a la
femenina. …la gente va a creer el cuento
del hombre… (Belli, 2015, p. 107)
Es interesante
pensar de qué manera incide la mujer en la construcción del sujeto masculino:
Sofía pone en tela de juicio la masculinidad estereotipada de René, al sembrar
la duda en el pueblo sobre la posible infertilidad de él y, luego, al
abandonarlo. Lucía Guerra (1995) retoma a Octavio Paz y escribe: …Paz desenmascara al hombre para mostrarlo
como un sujeto a medias que oscila y vacila entre el rígido código de la
hombría y el terreno quebradizo de sus temores y aspiraciones. (p. 98) Él
mismo duda de su capacidad de tener hijos pero mantiene un discurso que
posiciona a su esposa como infértil. Otra vez, la voz masculina se impone
silenciando a la de la mujer.
La mujer hombre:
Cuando Sofía vuelve
al pueblo, después de su estadía en el rancho de Xintal, regresa a la hacienda
que fue de su padre adoptivo, ya separada de René, y compra con dinero de su
herencia el favor de la gente. También, consigue el divorcio. En un primer
momento, ella se concentra en ganarse un lugar de respeto en el pueblo y se
olvida de su ser mujer… Entonces (y no es casual), logra que le vaya más o
menos bien. No nos olvidemos de que, como dice Lucía Guerra (1995), …la mujer como Objeto de Veneración [está]
representado por la figura asexuada de la Virgen María. (p. 26). Ese
despojarse de su feminidad y anular sus deseos no durará mucho tiempo, ya que
el deseo y la sexualidad son parte de su naturaleza, y así se lo hace ver
Samuel, luego de un único encuentro sexual que le despierta a Sofía,
sensaciones que tenía dormidas. Otra vez exuda sensualidad y pasión y eso
mismo, volverá a condenarla en el pueblo. Sofía es condenada así como Gioconda
Belli ha sido criticada por algunos por haber introducido en sus novelas la
sexualidad femenina. El escándalo termina de desatarse en el pueblo después de
que Sofía es vista por unos niños manteniendo relaciones sexuales con Jerónimo,
su amante, cerca de un mirador. Tal como manifestó G. Belli (2020) en la
entrevista, …hay una mentalidad
patriarcal y machista donde la mujer no puede hacer uso de su cuerpo a su
arbitrio. (https://www.archiletras.com/actualidad/entrevista-gioconda-belli)
Sofía mantiene
relaciones sexuales con Jerónimo, el abogado que la divorció, con una clara
intención oculta: tener un hijo con él. No piensa en enamorarse, además él es
casado. Fausto, el gran amigo de Sofía, adivina sus intenciones:
“Pero lo que más fascinaba a Fausto
eran las maquinaciones del alma femenina, el conocimiento profundo y
aparentemente instintivo que tenían de la siquis de los hombres, cómo sabían
enardecerlos, apaciguarlos, enfurecerlos, y combinar adecuadamente dosis de
sonrisas, seducciones o indiferencias para hacerlos entrar en contacto con
sentimientos ante los cuales se volvían vulnerables como niños. Esto hacía que
ellos las temieran y reaccionaran muchas veces con una violencia difícil de
comprender para quien no conociera la batalla centenaria del macho contra todo
lo que le recordara su pequeñez, su pasado de feto indefenso en el vientre de
una mujer.” (Belli, 2015, p. 143)
Sofía lucha por
triunfar en un mundo que se ha esgrimido siempre como masculino: el mundo de la
economía. Y ¿con quién se aventura en este desafío?: con su amigo Fausto.
Resulta llamativo, e incluso molesto, para algunos que una mujer y un
homosexual lleven la hacienda mejor que un hombre. No es nada casual que esto
suceda una vez divorciada Sofía del machista de René, a quien no le dio hijos
por decisión propia. La familia monogámica tiene una base económica. La organización de la pareja nuclear en
madre “cuidadora de hijos”, y padre “proveedor de alimentos”, marcó así la
primera instancia de división del trabajo que hizo al hombre dueño absoluto de
los bienes materiales y depositario del poder. (Guerra, 1995, p. 142)
La mujer madre:
La huída de Sofía
de la casa en la que convivía con René (y del pueblo), la adentra en la
naturaleza y la reconecta con la tierra y con fuerzas ancestrales. La joven sin
madre (ni padre) tiene, paradójicamente, más figuras maternales que la ayudan y
protegen que cualquier otro personaje de la obra. Estas nuevas madres la
introducen al mundo mágico de dioses que no son el Dios cristiano:
“Xintal habla de diosas y no de
dioses. Para ella, la tierra es la mayor de las divinidades, la madre de todos
los frutos y de toda la vida. No cree ella en dioses mezquinos que necesitan
templos oscuros donde ser adorados y hombres célibes que cuiden sus casas. (…)
Sólo la oscuridad de las almas extrañadas de la naturaleza, ha podido inventar
un dios macho con una madre virgen, para quien el placer que produce la vida,
es pecado.” (Belli, 2015, p. 102)
Sofía se refugia en
el rancho de Xintal, que es amiga de Samuel. Este encuentro en medio de la
vegetación y lo natural, evoca lo autóctono, lo aborigen, lo femenino. Para la
gente del pueblo, Xintal es la bruja, como doña Carmen. Ambas inspiran ciertos
temores pero, para Sofía, ambas representan el cariño y la protección
maternales de los que ella ha carecido por parte de su madre biológica.
El choque de
culturas en esta obra, no se da solo entre ser paya y gitana, sino también
entre ser pagana y cristiana. Esa oscilación es parte de la multiplicidad que
encierra la figura de Sofía. Cuanto más cerca ella permanezca de las brujas,
más temida será. Además lo hace justo cuando está en boca de todos por haber
abandonado a su marido.
Hay dos hechos que
parecen acercar a Sofía a la gente del pueblo que siempre la ha juzgado: el
embarazo, ya que claramente se nos dice que …la
preñez de Sofía ha servido como atenuante para todos sus delitos. (Belli,
2015, p. 215) y el volver a la Iglesia y aceptar el exorcismo del Padre Pío, ahí
el pueblo se quedará tranquilo y la verá con nuevos ojos. ¿Cuán casual es que
las mujeres no cristianas ayuden más a Sofía (y lo hagan sin juzgarla),
mientras que las católicas la marginan? Lucía Guerra (1995) explica en su obra
que la tradición judeocristiana es …una
construcción ideológica que refuerza, a nivel divino, los roles sociales de la
supremacía del Padre y la subordinación de la mujer. (p. 147) Es más que
evidente por qué una mujer como Sofía les molesta… El cura es mucho más
cuestionable que Sofía, pero a él no se lo pone en tela de juicio: es católico
y es hombre.
Doña Carmen es
quien asiste el parto de la protagonista: esta suerte de madre la ayuda a
convertirse, a su vez, en madre. Doña Carmen, Xintal y Samuel, son quienes
realizan diversos ritos de invocación a los muertos y quienes preparan elíxires
para auxiliar a Sofía. Esta función que los asocia con la magia los ubica en
los márgenes de la sociedad. ¿Por qué se ha condenado, históricamente la
magia?: no solo porque se vincula a lo desconocido sino porque implica una
forma de transgresión. En su libro, Guerra (1995) escribe que:
“El hecho de que muchas de estas
mujeres acusadas de ser brujas hayan practicado el oficio de parteras o
curanderas no es simplemente una coincidencia. Desde una perspectiva
contemporánea, resulta obvio que, en los actos de persecución, subyace el temor
a una subcultura femenina en la cual se destaca el conocimiento y uso de yerbas
y las prácticas en la cocina.” (p. 43)
Si bien la
separación de Sofía de sus padres biológicos es, para ella, su condena, la
muerte de sus padres adoptivos es todo lo contrario: puede animarse a dejar a
su marido y experimentar la libertad… ¿podrá también librarse del destino
trágico que la acecha?, ¿logrará ser realmente libre o todo está
predeterminado? Para poder construir su vida sin predeterminaciones trágicas,
necesitará de la protección de sus amigos brujos. Sofía, la de la identidad extraviada (Belli, 2015, p
18), la condicionada por el abandono, está sumida en un tiempo espiralado, su
historia tiende a repetirse una y otra vez… Pero, el destino no es del todo
inmutable, hay que ayudar con magia a Sofía para que pueda librarse de sus ataduras.
Se realiza un rito
en el que Carmen y Xintal consultan a la Madre
Antigua y paren a la nueva Sofía:
“Eulalia mece y mece a Sofía y a su
canto gutural se unen las voces de Doña Carmen y Xintal a quienes el vientre
les empieza a doler con el recuerdo de los partos. Xintal sabe que la Madre
Antigua las está preñando para que vuelvan a dar a luz a la Sofía y ésta pueda
renacer con un nuevo corazón que sea la unión de serpiente, jaguar y pájaro.” (Belli,
2015, pp. 199 – 200)
Ya en su momento, el
fantasma de Eulalia le había dicho: …sé
que hay círculos que se rompen (Belli, 2015, p. 73). El tema de la libertad
está siempre presente. Desde la perspectiva de Xintal, el narrador dirá:
“Nada es estático en el Universo, ni
siquiera el destino. (…) en el caso de Sofía, hasta la poza de aguas calientes
muestra imágenes contradictorias. Un día la ve feliz, al día siguiente
desgraciada. Hay dos destinos que se atraen y rechazan. Existe la gravedad de
la espiral aparentemente inconmovible, la línea circular de la que hablara
Eulalia, buscando repetir el ciclo, pero por algún temblor del tiempo hay un
trazo de vida inacabado, un hueco por el que Sofía podría escapar de la
repetición innumerable.” (Belli, 2015, p. 162)
¿Cómo romper ese
ciclo?, ¿para qué parir a la nueva Sofía? Porque, antes de ser madre …Necesita una madre para poder encontrar su
imagen en el espejo. (Belli, 2015, p. 199) El fantasma de Eulalia, en este
segundo ritual, acuna a Sofía y ella mejora por unos días, sanando la sensación
de abandono que la condiciona. Ella incorpora el recuerdo del amor materno, el
recuerdo de su madre.
La inminencia del
parto, le genera a la protagonista un
montón de dudas sobre sí misma que el narrador pondrá en palabras: ¿Quién será la mujer que su hija verá al
nacer?, se pregunta; ¿hija de quién, mujer de quién, ciudadana de qué país?
(Belli, 2015, p. 208) Todos estos interrogantes la llevan a sentirse abandonada
hasta por Jerónimo, el padre de su hija a quien ella decidió abandonar y a
quien quería solamente para que la fecundara.
Es interesante lo
que afirma Gioconda Belli (2020) en la entrevista ya mencionada. La autora
confiesa que planeaba darle a la obra un final trágico, sin embargo, no pudo.
Sintió que su personaje protagónico no se merecía repetir el ciclo de abandonos
y la libró de las ataduras del destino, ayudada por la brujas amigas- madres.
No solo Sofía puede ser una madre presente para su hija Flavia, sino que
también, aparece una posibilidad, que queda abierta, de ser feliz con un
compañero de vida que no es ni como René, el macho tocado en su hombría, ni
como Jerónimo, el tibio e infiel.
En un momento
determinado, Samuel expresa que …Tal vez
la solución es la niña y no la madre. (Belli, 2015, p. 233) Y da en la
tecla. Cuando, en la feria, se le pierde Flavia por ir detrás de Jerónimo
(pensando en sí misma solamente y no en los intereses de la nena), Sofía
entiende el círculo en el que se halla sumergida. El destino se repetía, daba vueltas y ella era su madre viviendo de
nuevo la pérdida de la hija, el maldito hechizo aquel de todos los presagios.
(Belli, 2015, p. 254) ¿Por qué a Sofía la única que logra salvarla es Flavia?:
porque la salva el cambio que la maternidad opera en las mujeres:
“Dar lo propio para un “otro” que es
parte de nosotras mismas aniquila toda noción de poder o jerarquía, los
impulsos de dominio se truecan en un solidario entrelazamiento hacia la
protección de la vida, concebida no en relación con lo individual sino con lo
comunitario.” (Guerra, 1995, p. 164)
Flavia es la única
persona en el mundo para Sofía que logra que ella deje de mirarse a sí misma.
Ya no importa el abandono que ella sufrió porque ella ya no es más el centro.
Ahora importa no abandonar a la niña, estar presente para ella.
“Flavia encontró el agujero abierto
en la fatalidad y condujo a su madre a través de la membrana espesa del
infortunio. Sofía había llegado al fin de su búsqueda, podría mirar su imagen
en el espejo, reconciliarse con la oscuridad de su origen, romper las profecías
y empezar a vivir su propia vida.” (Belli, 2015, p. 261)
En este punto de la
vida de Sofía, la maternidad no es una condena (como sí habría sido si su hija
fuera también hija de René), sino una salvación.
El género fantástico como lugar femenino:
No tengo dudas de
que esta novela debe ser leída en clave fantástica. Entendiendo lo fantástico
como aquello que, en términos de Rosemary Jackson, subvierte un orden
establecido, dando paso a la otredad, desestabilizando, jugando con las
contradicciones y los imposibles. Entonces, es más que obvio que Sofía no solo
representa la ruptura del orden patriarcal sino la ruptura de las unidades
lógicas de nuestro mundo.
Sofía, es vinculada
a la magia por su procedencia (el padre gitano), por su cercanía a los “brujos”
del pueblo, por tirar las cartas y por un hecho, en el cual me quiero detener:
frente a todas las habladurías que asociaban a Sofía con el sobrenaturalismo y
hasta con el diablo (tal como solía repetir Patrocinio), ella decide jugar con
los miedos de la gente y lanzar una suerte de maldición gitana, en el festejo
por la boda de René y Gertrudis, a modo de venganza por todo lo que los
habitantes del pueblo le hacían padecer. Lo hace solo para asustarlos, sin
creer realmente en tener ningún poder para efectuar ninguna maldición. Ella
exclama:
“Vengo a decirles que no me van a
seguir quitando la paz y tranquilidad a que tengo derecho (…). Al que se atreva
a molestarme, lo convierto en animal. ¡En el matadero van a acabar convertidos
en reses! ¡Lo juro por el mismo diablo que es mi padrino!” (Belli, 2015, p.
175)
En ese preciso instante
en que René, furioso, está por lastimarla con una guitarra, tiene lugar un
temblor en la tierra. Si bien los seísmos son bastante frecuentes en Nicaragua,
muchos dudaron en interpretar lo sucedido como algo sobrenatural. ¿Por qué?
porque la estructura del relato yuxtapuso los hechos: la amenaza (en la que se
menciona lo sobrenatural) y el temblor. La misma Sofía duda respecto de lo que
ha ocurrido y, en estilo cuasi directo, el narrador afirma: …¿Sería la magia de Xintal o era la
naturaleza protegiendo a su hija antes de nacer? ¡No iba a creer ella en el
diablo, pero había sido providencial que temblara! (Belli, 2015, p. 176)
Bien sabemos que el relato fantástico
“Arranca al lector de la aparente comodidad y seguridad del mundo
conocido y cotidiano, para meterlo en un mundo cuyas improbabilidades están más cerca del
ámbito normalmente asociado con lo maravilloso. El narrador no entiende lo que
está pasando, ni su interpretación más que el protagonista; constantemente se cuestiona la naturaleza de
lo que se ve y registra como ´real´.” (Jackson, 1986, pp. 31- 32)
Por otro lado, todos los ritos que los brujos del
pueblo realizaron para ayudar a Sofía parecían no tener éxito, sin embargo, uno
de los rituales termina dando sus frutos. Doña Carmen, Samuel y Xintal
advirtieron que la clave era la niña y se la llevaron para la ceremonia. Ahí sí
funciona la magia. ¿Funciona realmente o todo fue casualidad?, ¿los brujos
dieron en la tecla o la protagonista sola pudo desprenderse de su egocentrismo
y mirar, por fin, a su nena y eso fue lo que, en realidad, cambió su futuro?
Bien dijimos que eso conlleva la maternidad… Las imposibilidades que introduce el relato fantástico proponen “otros”
significados o realidades latentes detrás de lo posible o lo conocido.
Como bien sabemos, este género se interesa en los límites y su
disolución. La otredad, el mundo de los ritos y de los
dioses antiguos está amenazando, a lo largo de la novela, ya desde el título,
el orden lógico del mundo real. Todo ese universo mágico está encarnado en la
figura de Sofía, quien, desde un margen, parece acechar para desestabilizar,
romper todos los órdenes establecidos, no solo por el sobrenaturalismo que la
envuelve sino por su ser mujer como espacio de lucha y reivindicación.
Daniela Valenzuela.
Referencias bibliográficas:
Belli, G. (2015). Sofía de los presagios. (7ma. ed.)
Buenos Aires: Seix Barral.
Guerra, L. (1995). La mujer fragmentada: historias de un signo.
Santiago: Editorial Cuarto Propio.
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