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La narración



Narrar: 

La narración es tan vieja como el hombre en sociedad y, básicamente, esto se debe a que este tipo textual es la base de la comunicación. De hecho, la Real Academia Española (RAE) define al hecho de narrar como “Contar, referir lo sucedido, o un hecho o una historia ficticios.”, es decir, es el acto por el cual transmitimos experiencias reales o imaginarias.

El escritor ruso, Isaac Asimov, en su autobiografía especulaba que los hombres de la caverna contaban sus historias de caza a sus compañeros pero, dado que no es lo mismo ir y matar a un conejo que contar una persecución y una matanza épicas, solían adornar sus relatos con mentiras que, según el escritor, eran toleradas por los otros porque ellos también las iban a decir.  Si el relato era efectivo prosperaba y trascendía. Así dice él que surge el oficio del narrador o del escritor de ficción.

Esto no dista mucho de lo que hacemos hoy en día. Estamos ávidos de historias novedosas y entretenidas que nos saquen de nuestras rutinas diarias, no importa si son en forma de cuento, novela, serie o película, lo que cuenta es que nos saquen de la rutina, por eso establecemos un pacto tácito en el cual concedemos por un rato aceptar todo lo que se nos diga sin cuestionamientos para experimentar algo nuevo.


La estructura:

Pero dice Roland Barthes en su "Introducción al análisis estructural" de los relatos:

“Comprender un relato no es sólo seguir el desentrañarse de la historia, es también reconocer «estadios», proyectar los encadenamientos horizontales del «hilo» narrativo sobre un eje implícitamente vertical; leer (escuchar) un relato, no es sólo pasar de una palabra a otra, es también pasar de un nivel a otro.”

En otras palabras, para este autor, entender verdaderamente un relato no es necesariamente disfrutar de la historia y, a grandes rasgos, seguir su argumento, sino haber podido establecer vínculos y relaciones entre los elementos que componen la historia, hacer deducciones lógicas sobre su desarrollo, intentar predecir o no un evento, etc. De hecho, el autor sostiene que nada es azaroso en una historia; en general, todo tiene una funcionalidad: ya sea la de ser núcleo de la narración, es decir hechos centrales dentro de la historia que le permiten avanzar, o catálisis, en otras palabras, hechos supeditados a los núcleos que contribuyen a generar cierto ambiente o preparar el escenario para el siguiente núcleo narrativo. Es por eso que a su vez habrá indicios e informantes que nos permitan comprender si un hecho tendrá una importancia central, si será secundaria, o sólo cobrará sentido a posteriori.

Barthes intentó establecer niveles de análisis y encontrar una estructura casi sintáctica en la narración. Sin embargo, con las teorías de análisis textual, aparecieron nuevas herramientas para comprender los textos. Teum Van Dijk, entonces, propone un análisis que contempla al texto en su totalidad y no a las partes individuales que lo componen. A estas formas las denomina superestructuras. Por lo tanto, todo texto narrativo presenta una estructura que coordina el discurso, un armazón que da forma al relato. A ésta se lo denomina superestructura narrativa. La misma está conformada por distintas categorías:




Si bien algunas de ellas tienen mayor relevancia que otras dependiendo el contexto comunicativo, prácticamente todos los textos narrativos las presentan. La historia es aquello que se cuenta y puede presentar o no una moraleja, es decir una enseñanza o imperativo moral; a su vez, posee una trama, es decir, una sucesión de hechos notables que conforman la historia y que podríamos subsumir a los núcleos narrativos propuestos por Barthes. La trama puede ser evaluada por el narrador a partir de opiniones o juicios de valor emitidos por éste.

Toda trama presenta por lo menos un episodio que consta de un marco y un suceso. El primero establece un contexto de acción de la historia (espacio-tiempo); el segundo, plantea una complicación, o sea, un conflicto o interrogante (¿Qué pasó?) y una resolución (cómo se resuelve el conflicto o se responde el interrogante)

Así mismo, es esencial la figura del narrador. Cabe destacar que no debe confundirse nunca con el autor. Éste apela a un narratario, que no necesariamente  es el lector (aunque puede ocurrir que autor y narrador y/o lector y narratario coincidan)

Todo texto es narrado por alguien, un yo que se hace cargo del relato. Sin embargo, muchas veces pareciera que no existiera, que estuviera ausente; a este tipo de narrador se lo denomina externo porque no participa de las acciones contadas. Mientras que si está presente, se lo denomina interno. Es el caso de los narradores protagonistas (son los héroes de la historia) o testigos (son aquellos que presenciaron los hechos que van a transmitir). Generalmente, los narradores oscilan entre la primera y la tercera persona. Raras veces se apela a la segunda persona ya que generalmente está implícita. No obstante, la literatura contemporánea se ha dedicado a jugar con esto, ya sea para generar complicidad en los lectores o para establecer al narratario y convertirnos en víctimas, cómplices o testigos del relato.

Otro criterio para analizar al narrador es su nivel de conocimiento con respecto a los hechos. Aquel que sabe todo sobre todos y puede inmiscuirse en la intimidad de los personajes, el tiempo y el espacio, es llamado omnisciente. Si sabe el equivalente a un personaje en el cual focaliza, estamos hablando de un equisciente. Finalmente, si los personajes saben más que el propio narrador o éste presenta lagunas en sus saberes, hablamos de un narrador deficiente.

En cuanto a la historia, esta no puede existir sin personajes. Generalmente ellos son los encargados de realizar una gran cantidad de acciones y tareas en pos de un objetivo. Propp en su morfología del cuento había propuesto lo que se denomina esquema actancial. Una suerte de fórmula que se repite en prácticamente todos los relatos y que consta de seis elementos a saber:

Generalmente, el sujeto es el héroe de la historia. A él o a ella se le encomienda una misión. La persona encargada de hacerlo es el destinador. Esta tarea trae beneficios para alguien: el destinatario. Toda misión tiene un objetivo y, por eso, esta categoría se denomina objeto. El objeto puede ser desde salvar a alguien hasta conseguir un objeto deseado que cumplirá con las expectativas del destinatario. A lo largo de la historia, el héroe o heroína, puede recibir ayuda de los ayudantes  o verse perjudicado, retrasarse, competir por el objeto, etc. por los oponentes, es decir, los antagonistas (o por qué no, villanos) de la historia.[1]


Finalmente, nos queda centrarnos en la forma en que los hechos de un argumento pueden estructurarse. Claude Bremond en “La lógica de los posibles narrativos” sostiene que las leyes del universo narrado siguen una lógica de acontecimientos ordenada que en caso de infringirse la historia puede caer en la imposibilidad de ser comprendida y quizás, en términos de otro autor como Kurt Vonnegut, ser aburrida.

Según Bremond toda historia presenta a un personaje que tiene una carencia al que le pueden ocurrir dos cosas, que mejore su situación o que la empeore. A estas situaciones las denomina mejoramiento y degradación. La forma en que estas se desarrollen darán lugar a seis hilos argumentales posibles.



Conclusiones generales:

Si bien para narrar hechos de nuestra vida cotidiana no prestamos atención a todos los elementos que configuran nuestros relatos, a la hora de escribir ficción o dar una noticia, necesitamos que todos los elementos estén presentes para dar claridad y orden a los sucesos y que nuestros interlocutores o lectores puedan comprender, disfrutar y experimentar lo que les es transmitido.

Las teorías estructuralistas han brindado herramientas para comprender y desentrañar qué ocurre en un texto cuando leemos o escuchamos. Con algunas de estas podemos empezar a entender y no hacer una lectura tan inocente de los hechos que nos son contados. A su vez estos elementos pueden asociarse a temas, emociones, hechos, etc. y permitirnos observar cómo se encarnan o representan y generar otras lecturas o interpretaciones posibles.

Agus Argiz 


Bibliografía:

AA.VV. Análisis estructural del relato, Tiempo contemporáneo, Bs.As. 1970
Propp, V., (1928), Morfología del cuento, Akal, Madrid, 1987
Van Dijk, T.,  (1980), Estructuras y funciones del discurso, Siglo XXI, México, 1996

[1] https://rinconeduylit.blogspot.com/2021/03/en-relacion-los-relatos-maravillosos.html

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