Cadáver exquisito es la obra de ciencia ficción distópica de Agustina Bazterrica que fue publicada en 2017 tras ganar el Premio Clarín de Novela. La historia se sitúa en Argentina y sigue a Marcos Tejo quien acaba de separarse de su mujer luego de perder un hijo, y que debe hacerse cargo del padre enfermo dado que su hermana parece desentenderse del tema. Para hacer frente a las demandas económicas de su familia Tejo trabaja en uno de los rubros más macabros del mercado: la ganadería, pero la única que puede realizarse en ese mundo golpeado por un virus animal, la ganadería humana.
Sin embargo, en este mundo violento
donde podríamos tener grandes escenas de acción y revolución, ideas de
liberación de las “cabezas” cautivas, etcétera, la historia, y lo anticipa en
el título, se va a ocupar de las palabras.
Jugar al cadáver exquisito
El juego “cadáver exquisito” surge
en Francia de la mano de los surrealistas. Por turno, cada jugador o jugadora
escribe una frase o realiza un dibujo y tapa la mayor parte dejando solo un
fragmento visible; a continuación, otro jugador u otra jugadora continuará lo
escrito y repetirá el proceso. Inicialmente, el juego proviene de otro llamado
“consecuencias”, sin embargo, su nombre deriva de la frase inaugural de la
técnica: “El cadáver exquisito beberá el vino nuevo”.
Dentro de la novela, el juego ha
mutado. La línea que separa al ganado humano del humano-persona es muy delgada,
y entre los y las jóvenes, casi como una provocación, el juego consiste en
tratar de adivinar qué sabor podría tener una persona. La escena en la que se
muestra este evento, estalla cuando la hermana del protagonista alecciona a sus
hijos al grito de: “Me tienen harta con ese juego. Las personas no se comen. ¿O
son salvajes ustedes?”. Es imposible no observar toda la ironía de la frase
dentro de una sociedad que practica el canibalismo. Pero lo oscuro de la
situación no se termina ahí. El tío Marcos no se achica ante la desvergüenza de
su sobrino y su sobrina, y usa el poder de las palabras con cierto morbo; les
dice cómo creen que sabrían ellos si los faenara y los comiera ahí mismo.
Marcos Tejo evoca el sabor de los animales que comía antaño, cerdo y salmón,
dejando perplejos al par de mellizos de su hermana que oscilan entre la burla y
el terror, para el joven y la muchacha, al igual que en un cadáver exquisito de
los nuestros las palabras de Tejo están veladas.
La escena está escrita de una manera
oscura y sombría. Las palabras son apenas cáscaras vacías, son palabras
livianas. Para el sobrino y la sobrina del personaje la muerte humana ha
quedado relativizada y no pueden recuperar el significado y la materialidad de
las que son pronunciadas por él. Para quienes vivieron la época previa a la
“Transición” (forma en la que se nombra el pasaje de comer carne animal a carne
humana) las palabras han sido reemplazadas por otras que son más “(…) convenientes,
higiénicas. Legales”.
A lo largo de la obra todo pareciera
transformarse en un juego de palabras. Los procedimientos, las formas en que se
expresan los personajes son minuciosamente detalladas. Para el Señor Urami, el
dueño de la curtiembre las palabras anclan la realidad volátil del mundo, en la
boca del Gringo, el dueño del criadero, las palabras son livianas pero caen con
un peso desconcertante, las de Spanel, la dueña de la carnicería más importante
de la capital, son frías y afiladas, las de Cecilia solían elevarlo pero ahora
tienen agujeros... Las palabras rodean el quid de la cuestión, saltan y bailan
a su alrededor apenas rozando lo que todos saben, pero no quieren decir.
El doble-pensar entre Deleuze y Solari
Las tres frases que dan inicio al
relato son programáticas. La primera que aparece es la de Gilles Deleuze y se
va a explotar hasta el último momento: “Lo que se ve nunca coincide con lo que
se dice”. La frase hace hincapié en este poder mágico que tienen las palabras
de ocultar, de hacer invisible las cosas, o hacerlas aparecer, de
transformarlas en cosas más amigables o monstruosas dependiendo qué convenga.
La novela nos presenta a los medios de comunicación como los grandes magos que
conjuran realidades paralelas e hipnotizan a la población:
“Muchos naturalizaron lo que los medios insisten en
llamar la “Transición”. Pero él no, porque sabe que es una palabra que no
evidencia cuán corto y despiadado fue el proceso. Una palabra que resume lo
inconmensurable. Una palabra vacía. Cambio, transformación, giro: sinónimos que
parece que significan lo mismo, pero la elección de cada uno de ellos habla de
una manera singular de ver el mundo. Todos naturalizaron el canibalismo, piensa.
Canibalismo, otra palabra que podría traerle problemas.”
Nombrar ciertas cosas equivale a
develar el truco, a arruinarlo. Arruinarlo significa dejar de ser persona,
transformarse en ganado, como si cayera una especie de maldición sobre el
individuo para terminar carneado en el Matadero Municipal.
Sin embargo, el truco necesita
ayudantes, gente detrás que contrate al mago, que lo prepare o le enseñe el
truco, que le brinde un ayudante con traje de lentejuelas. Allí aparecen evidenciados
los cómplices: Industriales y comerciantes, organizaciones no gubernamentales,
academias y universidades… o simplemente, aquellos que necesitan que se mueva
la maquinaria y puedan hacer algo de presión. Si bien hay personas escépticas
entre el público que saben y ven el truco o que no se dejan convencer, la
presión social se lo lleva todo puesto.
La frase tomada de la canción de
Patricio rey y sus redonditos de ricota, “Yo, caníbal” se presenta como el
método: “Me acaban el cerebro a mordiscos, /bebiendo el jugo de mi corazón /y
me cuentan cuentos al ir a dormir.” En la obra, se puede tomar de manera
literal: realmente se practica el canibalismo y comen cerebros, como se puede
ver en los capítulos de Spanel:
“Spanel entra y sirve más vino. Se sienta y dice que
la gente está volviendo a pedir cerebros, que un médico había afirmado que
comer cerebros producía no sé qué enfermedad, una con nombre compuesto, pero
que parece que hay otro grupo de médicos de varias universidades que
confirmaron que no. Ella sabe que sí, que esa cosa viscosa no puede ser buena
si no está dentro de una cabeza”.
Pero la cita también tiene un
sentido metafórico que parece evidenciarse en las palabras de la cínica carnicera. Los relatos transforman
la forma en que vemos el mundo. Deja de importar si son realidad o ficción
mientras se ajusten a lo que queremos oír y, de a poco, lo que se pierde es la
sensibilidad.
En la historia de Philip Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
se reflexiona acerca de qué es lo que hace humano a un humano. Si replicantes
y humanos comparten la inteligencia, la diferencia está en la capacidad de
sentir empatía. En este caso, ¿qué diferencia a las personas del ganado si
ambas son humanas? Sobre todo, si pareciera que el pensamiento racional ha
quedado suspendido como se puede ver en el episodio donde entrenar y hacer
trabajar a las humanas-ganado es un acto barbárico de esclavitud, pero mutilar
en vida y canibalizar a un ser humano ganado no es visto como un acto de
tortura sino como un lujo alimenticio; se suma a esto la incapacidad por identificarse
con ellos, cosa que queda demostrada en el asco y el rechazo que le da al
Gringo que el alemán que visita su criadero se compare y envidie al padrillo de
retajo, o en la frase de la hermana de Tejo sobre el juego que entretiene a su
hijo y a su hija. La manera en que operan recuerda a la forma en que en 1984 las personas pueden sostener dos
ideas contradictorias sin ningún inconveniente, el doble pensar.
Izur y el conflicto del habla
En la obra no son sólo las palabras
que encubren realidades y que desdibujan verdades las que causan conflicto.
También están las que no se dicen. Este tema queda sugerido por la cita inicial
del capítulo de la primera parte.
La cita de Izur ingresa dos cuestiones a la historia. La primera es la de enmarcar
a la obra dentro de una ciencia ficción latinoamericana, una que no va hablar
de viajes espaciales e inteligencia artificial, sino de una propia, que se
centra en lo social y en lo biológico, pero, a la vez, salvaje; que nos trae
aires de la vieja dicotomía “civilización y barbarie”.
La historia de Izur data de 1908, incluso antes de que una revista en un lejano
país del norte bautizara al género al que esta historia pertenece. El cuento de
Leopoldo Lugones cuenta la historia de Izur, un gorila adoptado por un hombre
de ciencia que, siguiendo la teoría de Darwin, tiene la hipótesis de que, si es
verdad que los simios son antepasados de la humanidad y, además, tienen cuerdas
vocales y cierto intelecto, nada les impediría hablar. Los intentos por enseñar
el habla humana a la criatura fracasan completamente. O eso cree el narrador
protagonista. En su lecho de muerte, Izur le pide por favor a su amo que le
traiga agua. El narrador, entonces, expresa: “y su expresión era tan humana,
que me infundió horror”.
Con esta cita se abre la primera
parte y nos plantea la segunda cuestión, una nueva hipótesis acerca de qué nos hace humanos: la
compleja capacidad de expresarnos, de comunicarnos o, al menos, de tener la
posibilidad de expresar la inteligencia y comunicar las emociones. Es por esto
que a las cabezas se les cortan las cuerdas vocales. El Gringo al inicio del
recorrido por el criadero aclara:
“(…) desde chiquitos los aíslan en
incubadoras y después en jaulas. Que les sacan las cuerdas vocales y así los
pueden controlar más. Nadie quiere que hablen porque la carne no habla. Que
comunicarse se comunican, pero con lenguaje elemental.”
Este procedimiento se vuelve a
nombrar cuando Marcos Tejo entrevista a los aspirantes al trabajo en el
frigorífico, por ejemplo. Y quizás, más importante también, se nombra la
consecuencia del silencio: la locura.
El padre del protagonista, Don
Armando, no puede soportar la Transición. No puede reformular su sistema de
creencias y valores, no puede nombrar lo innombrable, y termina diagnosticado
de demencia senil. Pero entre el padre de Marcos y el ganado no pareciera haber
diferencia. Las descripciones del padrillo de retajo y del padre se asemejan.
El padrillo “Tiene una mirada turbia, como si detrás de la imposibilidad de
pronunciar palabras se agazapara la locura.”. Y “Su padre casi no habla. Emite
sonidos. Quejas. Las palabras están ahí encapsuladas. Se pudren, detrás de la
locura.”. En cualquier caso, tanto el padrillo como el padre están prisioneros
del silencio, de las instituciones (el criadero y el geriátrico) y ambos
esperan la muerte imposibilitados de ser parte de la sociedad que los margina.
El silencio deshumaniza.
El caso de Marcos Tejo
El conflicto central del
protagonista yace sobre la muerte del hijo. Tejo pareciera que no ha aceptado
la Transición, pero avanzada la obra vemos que no es así. Él pareciera no
haberse planteado seriamente la situación sino hasta la muerte de su hijo. La muerte
de su hijo es aquello que no habla con nadie y, por lo tanto, su negativa a
hablar de él lo transforma en un magnífico oyente, es aquello que lo lleva a
dejar de comer carne humana, a replantearse el sistema y quedar en evidencia en
varias oportunidades. Pero acá el silencio equivale a locura. Mientras tanto un
narrador externo con una fuerte focalización en él, nos cuenta abiertamente su
problemática y la situación de las cabezas embarazadas; la maternidad y la
paternidad son expuestas de una forma cruda, casi sin filtros, tanto que rozan
el morbo. ¿qué tan cuerdo está nuestro protagonista?
Lentamente el narrador nos lleva
hacia la verdad. De a poco nos hace sospechar. El silencio no sólo es locura,
también es inhumano. El acto final de Tejo y su mujer con la hembra lo dejan
claro. El secreto que guardarán ambos demuestra su falta de humanidad, su
pertenencia al sistema y como lo tienen hecho carne.
Conclusiones generales:
La ciencia ficción, como género, siempre nos lleva a replantearnos nuestra realidad de forma crítica, es por eso
que esta obra de una manera bastante despiadada nos enfrenta a pensar en la
industria ganadera, ¿cuán naturalizada tenemos la muerte de los animales? Sin
embargo, considero que la obra va un poco más allá de eso, creo que nos lleva a
pensar si realmente somos conscientes sobre qué es lo que ingerimos, si sabemos
de dónde viene y cómo se produjo, si respetaron o no ciertas normas, qué discursos
están detrás de los productos que consumimos, si somos conscientes de cómo los
medios de comunicación y las redes sociales moldean la forma en que pensamos,
si nos atrevemos a dudar y a desnaturalizar o si preferimos vivir cómodos
siguiendo a la manada, si los mandatos sociales incuestionados y hegemónicos no
nos están arreando hacia un camino que no elegiríamos si nos detuviéramos a
pensar seriamente y, finalmente, si al igual que al ganado, no nos estamos
aislando y hemos perdido la capacidad de hablar para volvernos sumisos y sumisas preparados y preparadas para que nos manden al matadero cuando estemos listos y listas o no
seamos de utilidad.
A simple vista podría
pensarse que la obra es un manifiesto vegano, pero quedarse en eso es quedarse
en la superficie, porque cuando se va descubriendo aquello que estaba oculto en
este cadáver exquisito que es la novela, veremos que el resultado es algo mucho
más complejo y rico listo para ser leído y que nos interpele.
Agus Argiz
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