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Reencontrándome con Sex and the city. Reflexión sobre And just like that:


Casi 18 años después de finalizada la serie Sex and the city, aparece una nueva temporada titulada And just like that y me emociona (otra vez).

Me veo obligada, antes de iniciar este texto de opinión sobre los capítulos que ya están disponibles en HBOMax, a confesar dos cosas: primero, que yo fui gran fan de esta serie hace unos 12 años; segundo, que pensé que mi nuevo yo no iba a tolerarla… ¡Me equivoqué! Creo que Sex and the city logra adaptarse a las demandas de la sociedad actual.

¿Qué cosas nos atraviesan hoy que sí o sí deben plasmarse en una serie sobre relaciones y sexo?: construcciones de nuevas masculinidades, quiebre del binarismo, aceptación de las disidencias y luchas contra los estereotipos, la gerontofobia y todos los discursos que sostienen el patriarcado.

Para lograr responder a las nuevas demandas, era inevitable, creo, matar a Mr. Big. Sí. Había que deshacerse de ese personaje nefasto, que se romantizó durante las temporadas viejas. En el diálogo permanente que se establece entre realidad y ficción, este hecho (la muerte de Big, el marido de Carrie) tiene su correlato con la muerte simbólica del actor que lo representa, Chris Noth, quien fue recientemente acusado de abuso sexual. Por suerte, y en consonancia con sus personajes también, las tres protagonistas de la serie apoyaron públicamente a las víctimas.

Ahora bien, ¿por qué la relación de Carrie y Big debía terminar?: porque encarna el amor romántico, es decir, ese sentimiento que se persigue pero que no representa la realidad de una pareja, eso que lleva solamente a la frustración amorosa. Simboliza aquello de lo que las personas deben deshacerse, ya que, tal como expresó Sandra Russo sobre este tipo de amor, “Sufro, luego amo. Eso no es la descripción de un sentimiento, sino la forma en que una cultura logra hegemonizar una versión de ese sentimiento [el amor].”[i] Ni hablar de que la relación entre ambos personajes tuvo muchísimo de eso que hoy se considera tóxico: Mr. Big (no en vano su nombre) no hizo más que empequeñecer a Carrie, incrementar sus inseguridades, hacer que sintiera que navegaba sobre mares ignotos. Además, el amor romántico tiene como pilar la gran negación del placer sexual femenino. ¡Oh, paradoja!: la mujer que idealizaba a Big y que vivía, supuestamente, un gran romance era la misma que, de manera revolucionaria en su momento, podía mostrar (al igual que la serie toda) que el impulso genital también es propio de las mujeres. Bueno, ahora sí hay más coherencia en ese sentido.

Ya que hablamos de patriarcado, debemos hablar también de capitalismo y consumo. Me resultó genial que la primera charla de las tres mujeres girase en torno a la gerontofobia y al estereotipo de belleza. La idea (que es esbozada por Charlotte al ver el pelo sin teñir de Miranda) de que la mujer debe tratar de evitar las marcas que los años dejan en su cuerpo no hace más que reforzar estereotipos dañinos y reproducir la lógica del mercado: hay que consumir miles de productos para que no se note el paso (inevitable) de los años: cremas, maquillajes, tinturas… Porque, dentro de los modelos que nos han impuesto, aparece con fuerza la idea de que es la mujer la que debe obtener y usar todo lo necesario para verse joven y bella. Obviamente, esta lógica está vinculada con la del amor romántico, ese constructo hegemónico instalado, en el cual la mujer es la depositaria de la responsabilidad de mantener el deseo ajeno, ¿cómo?: consumiendo productos de belleza. El tema de las cirugías estéticas también aparece dentro y fuera de la serie. ¿Por qué no paramos de exigir cosas contradictorias?: si alguien se opera, en seguida es cuestionado (¿¡Qué se hizo!?); si no se opera, tampoco se le perdona la incipiente vejez. Cual divinidad griega, parece que todos estamos obligados a poseer belleza y juventud eternas. Es lamentable que la mujer que elige, por ejemplo, no teñirse el cabello deba dar una batalla diaria para sostener su postura ante el mandato de la sociedad. Es terrible que se impongan ideales que atentan contra la salud de las personas.

Otra cuestión que se pone de manifiesto es la del matrimonio sin amor. En este caso en particular, el conflicto está representado por Miranda y Steve. La pareja lleva años sin tener relaciones sexuales y este hecho, es leído de modos distintos por los dos afectados: ¿qué es lo que cada uno espera de una relación? Se evidencia que muchas veces uno asume que el otro siente u opina lo mismo que uno, sin embargo, las expectativas en torno a las relaciones son totalmente personales. ¿Qué prioriza cada uno?, ¿a qué nos enfrentamos cuando decidimos ponerle fin a un matrimonio?, ¿cuánto pesa la mirada del otro?, ¿qué pasa cuando uno pone un punto final a una relación tradicional para iniciar una distinta, que no se ajusta a lo que está normalizado?...

Ahora, nos vamos acercando a los que, en mi opinión, son los puntos más importantes: uno de ellos es la temática trans. Una de las (hasta el momento) hijas de Charlotte le confiesa a su madre que no quiere que se refieran a ella con pronombres femeninos. Este hecho es importante no solo porque muestra que el sexo biológico y el género no son lo mismo (algo obvio para muchos, pero no para todos), sino que también apunta a enseñarnos a repensar los vínculos. En primer término, hay que dejar de asumir que el otro es cis. En segundo lugar, seamos un poco empáticos y acompañemos, sin juzgar. Charlotte, en medio de su confusión, dada por la inflexibilidad que la caracteriza, hace un quiebre y trata de entender y de buscar la mejor manera para que su hij@ se sienta bien y que pueda construir su identidad libremente. Por supuesto, que, como sociedad, necesitamos más de eso. Lamentablemente, este tema fue dejado bastante en el tintero y no vemos cómo se tejen las redes de contención para poder acompañar y comprender a alguien que inicia el camino dificilísimo del cambio de género. Los padres deberían capacitarse, hacer lecturas relevantes y dialogar muchísimo con profesionales y con su hij@.

Ahora bien, el gran (¡gran!) personaje de la serie es Che, interpretado por la actriz latina no binaria Sara Rodríguez, activista del colectivo LGBTQ+. Los que conocen la serie saben bien que Carrie tenía una columna sobre sexo en un diario. Obviamente, su mirada no era más que la de una mujer cis que hablaba desde la matriz heteronormativa. Esa visión sesgada (aunque sí muchas veces osada) se amplía, ahora, con el podcast que ella hace y que es dirigido por este personaje no binario que realmente sabe de lo que está hablando. Lejos de ser alguien estereotipado (como sí lo fueron, y son, los dos homosexuales amigos de Carrie y Charlotte, Stanford y Anthony respectivamente), Che plantea, justamente, la problemática de cómo se presentan en los medios de comunicación los personajes queer, bisexuales y no binarios. Por otro lado aparece para mostrarnos que las relaciones también pueden ser sanas (¡obviamente!) por fuera de los modelos impuestos por la Iglesia y el patriarcado en general. Lo saludable es que las reglas estén claras, sean cuales sean.

Si bien la serie no está terminada, creo que suma un grano de arena  para que las disidencias se sigan repensando y para que la gente se corra, de una vez y para siempre, del lugar de las oposiciones binarias, para poder, de ese modo, entender el abanico de grises que existe entre el negro y el blanco y dejar de reproducir discursos instalados por el poder patriarcal.

Daniela Valenzuela.

 



[i] Russo, S. (2020) La reinvención del amor. Desafíos emocionales contemporáneos. Buenos Aires: Penguin Random House Grupo Editorial.

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