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De cánones, vanguardias y bestsellers

 ¿Qué tan importante es leer un “clásico”?

A lo largo de nuestros posteos hemos reflexionado sobre los géneros literarios, analizado obras consagradas y otras no tanto. Creo que desde este espacio hemos dejado clara nuestra postura, pero a veces cabe preguntarse o reflexionar sobre ella.

En nuestras redes se refleja, a raíz de nuestras publicaciones y consumos, una serie de publicidades y reels vinculados a la literatura pero en general oscilan entre dos tipos de publicaciones: aquellas que continuamente publican bestsellers contemporáneos y foráneos, y aquellas que defienden a capa y espada los clásicos de la literatura. No es que seamos detractoras de una u otra postura, sin embargo, no podemos dejar de pensar en una “grieta” literaria que no debería siquiera plantearse.

¿Qué es la literatura?

Esta pregunta es un interrogante que ha surgido casi desde los inicios de la teoría literaria y que prácticamente es imposible de responder puesto que lo que se considera o no literario puede variar de una época a otra. Asimismo, se cruzan una serie de valores comerciales, editoriales, de consumo, de corrientes de pensamiento, conceptos estéticos, etc. que hacen inaprensible qué es y qué no es literario.

¿Consideraríamos literatura a un cómic de Superman o a un manga de Naruto? ¿Es literatura un microrrelato o una biografía de mil páginas? ¿Es más literario un poema que una canción? Los aforismos de los sobres e azúcar de un bar o los poemas y piropos del chocolate Dos corazones, ¿entran dentro de lo literario? Una pintada con vuelo en una pared del conurbano ¿tiene carga literaria? ¿Qué es lo que hace más literario a Borges que a Coelho?

Los premios, las academias, las escuelas y los gobiernos muchas veces tienen injerencia en la inclinación de la balanza de lo literario, pero estas instituciones no dejan de estar integradas por personas con gustos particulares y distintas subjetividades. Sólo el tiempo nos dirá quienes ganan la puja entre lo que podemos considerar literario y lo que no. Pero, como el revisionismo histórico nos ha (de)mostrado más de una vez,  estas pujas de poder pueden ser revisitadas una y otra vez hasta el infinito periódico borgeano.

Pero entonces ¿me compro un “clásico” o mejor opto por una novedad editorial?

Este artículo va en pos de que cada uno encuentre algo, un tesoro, entre tanta tinta y celulosa o tanto blanco contra negro. La literatura no tiene como único fin entretener y hacer la vida más linda y feliz. La literatura es una máquina creadora de mundos que nos permite reflexionar sobre la realidad, el pasado y el futuro, desmitificar cuestiones, ridiculizar otras, plantear nuevas ideas, generar empatía, repensar nuestras ideas más férreas, generar nuevas, afianzar otras… La lista es interminable, pero Daniel Link las resumía en que la literatura es una máquina de percibir.

Los clásicos encierran en sí las percepciones de una época de una generación, con sus prejuicios y sus transgresiones, son documento de una forma de escribir, de hablar, de pensar… ni mejor ni peor que otra (para aquellas personas que piensan que todo pasado fue mejor). Muchas veces, al igual que cuando una lee un texto histórico, la literatura nos permite ver cierta evolución, de dónde surgen algunas de las ideas que tenemos en este momento; otras veces, tienen huecos, espacios ambiguos esperando múltiples interpretaciones que cambian a lo largo del tiempo.

Una de las figuras canónicas de la literatura universal es Shakespeare. Honestamente, nunca fue de mi agrado, quizás, producto de tanta presencia en las currículas de mi época escolar tanto en inglés como en castellano. Pero hoy su figura ha sido revisada: ¿Realmente Shakespeare escribió su obra o fue un noble que se avergonzaba de escribir aquello que le gustaba? ¿Romeo y Julieta reflejan un amor puro e incomprendido o eran dos mocosos medio tóxicos que se mataron por una calentura y falta de información y contención en materia de relaciones amorosas? ¿Qué hacemos con el antisemitismo de Una libra de carne?

Las obras de Shakespeare trascendieron su época y, claramente, habría que acercarse alguna vez a su obra, no obstante, creo que hay que hacerlo con los recaudos que amerita, es decir, no leer ingenuamente la obra. Más bien creo que el lector o lectora de clásicos debe acercarse: 1) teniendo en cuenta el contexto de producción de la obra 2) disfrutando y estando abierto o abierta a presenciar otros ritmos y estilos de escritura; 3) pero dispuesto a dialogar, discutir y reflexionar sobre lo acontecido en la historia; y 4) tratando de captar qué ha hecho trascender al texto y si la forma de encararlo y entenderlo se condice con la contemporánea, si lo habríamos hecho distinto hoy y qué implicaría eso.

Por contrapartida, los nuevos y las nuevas autores presentan sus propias trayectorias de lectura, en general los ritmos y estilos están agiornados al estilo de vida actual, las nuevas dinámicas de acercamiento a los textos y las tecnologías disponibles. Las temáticas elegidas se ajustarán a la agenda de la época y se apoyarán en intereses que parecieran ser más afines a los nuestros. No obstante, las posturas, ideas, conceptos están en construcción, están siendo debatidas en ese momento, hay una disputa por la hegemonía discursiva que nos hace mucho más combativos y reactivos a los dichos y hechos presentes, sugeridos u omitidos en las obras. Obviamente, tampoco deberíamos hacer una lectura inocente de dichos textos.

En su momento, leí dos obras con temáticas muy similares que eran top de ventas en infantojuveniles: Rafaela y Eleonor and Park. Ambas tratan temas que hoy están muy presentes dentro de nuestras aulas, pero también en medios de comunicación: gordofobia, vínculo entre alimentación y salud, discriminación, dinámicas familiares complejas (familias monoparentales y ensambladas en contraposición a la familia tradicional, por ejemplo), la moda en relación a los cuerpos gordos, etc. La primera obra es argentina y la segunda, es estadounidense. Muchas de las ideas presentes en el libro parecían completamente antagónicas: el final trágico donde todavía no se ve un espacio para el cambio de mirada versus el “todo es posible si creés en vos misma” del otro; la jerarquía social flexible y consciente del error de una de las historias en contraposición a la sólida jerarquía basada en la popularidad y los prejuicios de la otra. La protagonista superemocional de una oponiéndose a la protagonista que reprime hasta estallar de la otra. No me caben dudas de que las dos historias tienden hacia públicos similares y discuten dentro de sus sociedades con discursos bastante parecidos, no obstante, las soluciones y los debates están fuertemente ligados a las realidades culturales y los discursos ideológicos de las sociedades en las que fueron concebidas.

El mercado tratará de explotar aquellos discursos que les dan dinero y tratará de imponer otros a partir de cuestiones ideológicas propias consecuentes con el contexto de producción de cada uno. Es por eso que quien se acerque a un bestseller debería hacerlo pensando en: 1) origen de la obra; 2) temáticas actuales abordadas en ella; 3) funcionamiento y circulación de los relatos y las estéticas dentro del mercado, así como las modas y tendencias; 4) reflexionar sobre los discursos predominantes dentro de la obra, qué discusiones hay sobre ellos y qué buscan generar en los y las lectoras.

Conclusiones generales:

Honestamente creo que hay que leer las dos cosas, lo nuevo y lo viejo, sin perder de vista que lo viejo alguna vez fue nuevo y estuvo en el mismo lugar que lo que está surgiendo, y entendiendo, que quienes escriben hoy tienen un cúmulo de lecturas hechas que está bueno indagar y acercarse si es que se quiere profundizar en algún aspecto de lo leído en particular.

Desde Bajtín hasta Habermas, los lingüistas han hecho hincapié en el carácter dialógico del lenguaje. Nadie ha roto el silencio universal y por tanto todo enunciado, toda obra, dialoga con lo dicho anteriormente y con los discursos por venir. Lo que se considera o no material literario puede variar, todo dependerá de la puesta en valor que hagamos de ello. Pero lo importante es que, primero, nos acerquemos a leer, lo que sea, pero a leer con atención y, como dice un grafiti por mi barrio, “con el paso tranquilo y la mente inquieta”.



Agus Argiz

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