Tanto la historia como la literatura nos han legado innumerables representaciones de la otredad y han dado cuenta de cómo se vincularon las sociedades a través del tiempo con aquel que era diferente.
Para los antiguos griegos, el otro era el bárbaro. En la Edad Media, había distintas otredades que pueden establecerse teniendo en cuenta el dualismo característico en la época (señores y siervos, cristianos y sarracenos, entre otros).
El escritor de culto H. P. Lovecraft presenta, en sus relatos, monstruos increíbles, a los cuales, conociendo el manifiesto racismo del autor, podemos leer como metáforas del extranjero.
Bien sabemos que, en la literatura fantástica, el monstruo no es más que aquello que escapa a la razón, aquello que no podemos entender, que es distinto a nosotros y que, por ende, se vuelve ominoso... es decir, es, lisa y llanamente, un otro.
La ciencia ficción, entre los años 60 y 70, hace un viraje hacia las ciencias blandas y empieza a preocuparse por el problema de la alteridad, ya que el extraterrestre, el robot, o cualquiera sea el ser al que el humano se enfrenta, no es más que la representación de alguien que es diferente, ya sea racialmente, culturalmente, o en cuanto al género...
Hoy, 12 de octubre, cabe preguntarse enfáticamente cómo se posicionaron los europeos ante la otredad, concretamente, ante los pueblos originarios que encontraron al llegar a América. El otro, mal llamado indio, apareció representado en muchísimos textos como un ser inferior, ya que, según esta postura, los europeos eran los únicos portadores de la cultura y, por lo tanto, seres superiores. Hay que aclarar que esta corriente de pensamiento tenía una clara intención política: justificar la dominación europea y avalar el exterminio de los otros, para hacerse de nuevas colonias.
El prejuicio y la discriminación hacia los habitantes originarios se sostuvieron en la consolidación de la Nación Argentina y se advierten, por ejemplo, en Martín Fierro, texto que refleja la cosmovisión de la época y avala la línea ideológica que sostuvo la Conquista del desierto. El poblador originario no tenía lugar en el modelo de país que se estaba consolidando.
Podría seguir enumerando ejemplos, y en casi todos veríamos la discriminación al que es diferente... Una discriminación que lleva a la violencia.
En este punto, vale parar a replantearse cómo nos posicionamos nosotros hoy ante el otro, cómo lo vemos, cómo lo tratamos, qué lugar le damos.
Entender a cada cultura en su propia lógica marca el desplazamiento de la diferencia cultural hacia la diversidad cultural, entendida esta última en tanto algo positivo, ya que el otro implica, en definitiva, la posibilidad de sumar conocimientos y adquirir nuevas herramientas que modifican las formas de interpretar el mundo. No nos olvidemos de que todos nosotros, en determinados contextos, podemos ser un otro...
Daniela Valenzuela
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