Es indubitable que la literatura antigua ha marcado toda obra posterior y que es imposible huir de la influencia de ciertos clásicos (tanto a la hora de escribir como a la de leer). Confieso que yo no pude leer el cuento de Daphne Du Maurier, “No mires ahora”, perteneciente al libro No después de medianoche, sin evocar, casi constantemente, la obra de Sófocles, Edipo Rey. No solo desde la estructura, sino también desde el contenido, el cuento de la célebre escritora inglesa nos acerca a la tragedia griega.
Bien sabemos que Edipo Rey presenta tres episodios en los cuales se desarrolla la acción y cada uno de ellos, siguiendo al filósofo M. Foucault, se corresponde con distintos niveles y diferentes modos de enunciación de una verdad fragmentada: luego del prólogo, en donde se anuncia el problema que asola a los tebanos (la peste), la primera parte es aquella en la que prevalece la palabra oracular. Edipo manda a su cuñado Creonte a consultar a un sacerdote de Apolo en el oráculo de Delfos para descubrir cuál es la causa de la peste. Como el problema tiene que ver con un regicidio que ha quedado impune, Edipo se compromete a investigar la muerte del Rey Layo para encontrar a su asesino. En su búsqueda, convoca a Tiresias, el adivino ciego, para que le dé las respuestas que necesita. Como este se niega a hablar, Edipo cae en la hybris y lo amenaza. Tiresias ofendido le revela parte de la verdad: “tú eres el ser impuro que mancilla esta tierra”. La verdad aparece, pero Edipo, enceguecido por su ego, no puede comprender nada de lo que el adivino le dice.
El segundo episodio tiene que ver con el nivel de los Reyes. En esta parte, Edipo habla con Creonte y lo acusa de haber falseado el oráculo del dios. Yocasta entra en escena y mantiene una conversación con su marido en la cual le cuenta que Layo estaba destinado a morir a manos de su hijo. En consecuencia, ambos abandonaron al único ser que juntos engendraron. Le cuenta cómo era el Rey y cómo fue su muerte. En ese punto, Edipo recuerda que, en el pasado, ha matado a un hombre de rasgos similares. Las partes de la verdad se van juntando, sin embargo, Edipo sigue sin entender. La clave para la resolución será un criado que ha sido testigo del crimen.
La tercera parte tiene que ver con el nivel de los esclavos, ya que ellos darán testimonio de lo que saben: un mensajero anuncia que Edipo no es hijo biológico de los Reyes de Corinto y el criado, que casualmente es el único testigo del asesinato, confiesa haber recibido a Edipo de bebé de manos de la mismísima Yocasta y, en vez de abandonarlo para que muriera (conforme a lo ordenado por los Reyes), lo entregó a los soberanos de Corinto, quienes lo criaron como propio. Se completan las partes que tienen que ver con la reconstrucción de la identidad de Edipo, con eso resuelto, ya no es necesario indagar más sobre el asesinato de Layo, porque, en ese punto, ya todo resulta muy obvio. Completa la verdad y desplegadas las pruebas, Edipo, al fin, comprende, entonces, decide rasgarse los ojos (órganos inútiles) e irse al exilio.
El cuento de Daphne Du Maurier también tiene tres partes: la primera de ellas (al igual que el primer episodio de la obra de Sófocles), está fuertemente ligada al problema de la mirada y del oráculo, ya que John y Laura, matrimonio que está vacacionando en Venecia, se encuentran por casualidad con unas gemelas muy particulares: una de ellas es ciega, como Tiresias, y tiene el don de la mediumnidad. Esta mujer les hará dos revelaciones: una de ellas es que la hija fallecida de la pareja, Christine, está todavía entre ambos; la otra es que deben partir de Venecia porque corren peligro, especialmente él.
La segunda parte del cuento se inicia cuando, a la noche, al regresar al hotel, el matrimonio recibe un telegrama en el cual se les informa que su hijo Johnnie está internado por apendicitis. Inmediatamente, ambos resuelven que, al día siguiente, Laura viajará en avión para estar lo antes posible con su hijo y que el hombre irá hasta Milán en coche y, luego de pasar la noche, tomará el tren. Por la mañana del segundo día, Laura parte y, cuando John se dispone a volver al hotel para seguir con el plan, ve a su esposa en Venecia con las gemelas. Al advertir, sorprendido, que su mujer no se ha tomado el avión, se desespera y comienza una investigación (similar a la de Edipo) para dar con el paradero de Laura. Por la noche, la esposa llama a su marido y le anuncia que el hijo está bien y que ella ha llegado a destino sin inconvenientes. Con lo cual, John se da cuenta de que la visión de Laura con las gemelas no fue real… ¿Los sentidos lo han engañado? Como Edipo, la percepción de la realidad por parte del protagonista está distorsionada.
El tercer episodio, tiene que ver con la aceptación del error y el pedido de disculpas de John. Esta última parte, que se corresponde con el tercer día en Venecia, también se vincula (como el tercer episodio de Edipo Rey) con el estrato más bajo de la sociedad y con la caída definitiva de los velos que cubrían la realidad. La mascarada se termina: John entiende que la visión de Laura con las gemelas es una visión futura que solo pudo darse por su carácter de médium y que las gemelas no traman nada malo, sino todo lo contrario. Los disfraces se caen y John es asesinado por una enana monstruosa, a la cual, por su mirada distorsionadora de la realidad, ha percibido como una niña en peligro. Nuevamente, los ojos de nada han servido para percibir la verdad. Como podemos ver, en ambos relatos, el oráculo, del cual los protagonistas descreían, se cumple y el los destino aplasta en su ceguera (o mirada distorsionada).
Teniendo en cuenta la estructura de la tragedia que propone el filósofo griego Aristóteles, sabemos que el personaje trágico empieza bien y termina mal y que ese cambio de suerte (denominado peripecia) se da porque el protagonista comete un error de tipo intelectual (hamartía): su error no es moral, sino de juicio. Este hecho, conduce, indefectiblemente, al desenlace fatal. En las obras perfectas, la peripecia coincide con el reconocimiento (descorrimiento del velo y revelación de la verdad oculta) y se da de manera lógica. Sabemos muy bien que el error de Edipo tiene que ver con la hybris: él se encoleriza por demás, culpa a otros de lo que él mismo ha hecho y se enceguece ante lo que no entiende y, además, no le conviene. Cuando Edipo logra ver la verdad, cae en la peor de las desgracias, ya que se reconoce como el más desafortunado del mundo: hijo y marido de quien lo ha engendrado, padre y hermano de sus hijos, además de asesino de su propio padre.
En el cuento de Daphne Du Maurier, John es el personaje trágico, quien empieza contento, disfrutando, jugando con su esposa y termina solo en una emboscada, siendo asesinado por un personaje grotesco. Él comete un error intelectual que se asocia con su mirada distorsionada sobre la realidad. En su percepción errónea, como Edipo, se encoleriza con quienes intentan ayudarlo. La peripecia, su cambio de suerte, es gradual, ya que el yo se va disolviendo y se va perdiendo en una Venecia laberíntica. Cuando llega el reconocimiento, de nada le sirve: ha quedado atrapado en las garras de la fatalidad. John y Edipo nos muestran la inevitabilidad del destino.
En este punto ya advertimos con claridad que ambas obras (“No mires ahora” y Edipo Rey), además de la estructura en común y su carácter teatral (pese a que una de ellas es un cuento), presentan afinidades en su contenido.
En los dos textos, hay un ser clarividente que está privado de la vista: Tiresias y la gemela. Estos personajes no solo se asemejan en eso… Tiresias, según el mito, ha experimentado ser hombre y ser mujer. En el cuento de Du Maurier, se menciona en varias partes el tema del sexo de las hermanas: en el juego inicial del matrimonio, en el cual John y Laura especulan sobre los desconocidos, dicen sobre las mujeres “…son criminales visitando Europa, cambiando de sexo en cada parada. Gemelas aquí, en Torcello, y gemelos mañana en Venecia, o incluso esta misma noche…”, más adelante, sobre una de ellas (la que va al baño), John bromea: “Si es hermafrodita, huye.” La mediumnidad tiene que ver con trascender determinados límites, y, en estas dos obras, esto se amplía a la cuestión del sexo/género. Como vemos, son varios los límites que se difuminan.
En ambos relatos, hay alguien que ve el futuro e interpreta la realidad, pese a la ceguera, mientras que, por el contrario, los protagonistas de los dos textos ven la realidad, pero no pueden comprenderla, porque la captan desde una mirada distorsionada y distorsionante de los hechos. Al comienzo, todas las afirmaciones que tanto Edipo como John realizan son contrarias a la verdad. Edipo, por ejemplo, al inicio de la tragedia, cuando habla de Layo, dice: “Lo sé, porque me lo han dicho; yo nunca lo vi.” En este punto, el público advierte que lo que le sucede es lo contrario, él no sabe nada y sí ha visto (y de hecho ha matado) al Rey. Son varias las afirmaciones que él realiza que dan cuenta de su ignorancia. En el caso de John, sucede lo mismo. Cuando él ve que su esposa parece contenta, en estilo indirecto libre y siguiendo el foco de John, el narrador afirma que “El fantasma había desaparecido temporalmente, y todo gracias a aquella broma familiar de vacaciones…” ¡Nada más alejado de la realidad!: el “fantasma” no ha desaparecido, sino que, por el contrario y, según afirma la gemela que tiene el don de la clarividencia, el espectro de Christine, la niña fallecida, está entre ambos.
Tal como plantea Foucault, en Edipo Rey, la verdad cambia su modo de enunciación: de la construcción futura propia de la palabra profética, en las voces de Apolo y Tiresias, pasa al pasado en la forma del recuerdo de Yocasta y Edipo y del testimonio de lo que se vio en la voz del mensajero y del criado. En “No mires ahora”, la verdad también pasa de la profecía a la realidad tangible y solo en ese punto logra ser comprendida. Tal como ya dijimos, las gemelas hacen dos anuncios: el primero tiene que ver con lo ya dicho sobre el fantasma de Christine (que este se halla aún entre sus padres) y el segundo es aquel en el que se le advierte a John que, si permanece en Venecia, su vida corre peligro. La primera afirmación carece de sentido para el protagonista, pero no para su esposa, quien inmediatamente les cree a las hermanas. Lo paradójico es que John, pese a ser mediúmnico, no puede percibir lo sobrenatural ni creer en las voces proféticas. La segunda afirmación, que es una advertencia por parte de las mujeres, tampoco es creída hasta que se convierte en realidad concreta y el hombre es asesinado.
Tanto a Edipo como a John, la verdad se les revela por partes y esos fragmentos no pueden ser interpretados correctamente, hasta estar todos juntos…
Foucault advierte que en Edipo Rey hay reminiscencias de la forma arcaica de establecimiento de la verdad mediante el juramento, pese a no ser ese el modo que prevalece a la hora de resolver el conflicto, ya que Edipo realiza una suerte de investigación policial y necesita pruebas (testimonios) que den cuenta de lo acontecido realmente. Estos momentos, que tienen que ver con el juramento como método que equivale a decir la verdad, se dan cuando Creonte es acusado y está dispuesto a jurar su inocencia y cuando Edipo jura (se compromete) a resolver el crimen que ha quedado impune. En el caso de “No mires ahora”, John afirma en dos oportunidades que él estaba dispuesto a jurar ante un tribunal que había visto a su esposa con las gemelas en Venecia (“Podía haber jurado ante un tribunal que fue mi esposa y a estas dos damas a quienes vi en un vaporetto, en el Gran Canal, esta tarde. Ahora me doy cuenta de que estaba equivocado.”). Vemos que, para el hombre, el simple hecho de jurar ya es suficiente para que la verdad quede establecida y sea aceptada por los demás. En este punto, cabe hacer una aclaración: según le anuncian las gemelas, la visión de John sí fue correcta (sabemos que fue una visión del futuro).
En problema con el protagonista del cuento de Daphne Du Maurier tiene que ver, como ya hemos mencionado, con su incomprensión ante la verdad cuando se le revela por partes (tal como sucede con Edipo). Principalmente, cuando se le revela de un modo profético. Parecería ser que el exceso de racionalismo, en el caso de John, le niega la posibilidad de interpretar lo que trasciende los límites de lo que, según él, es posible. Justamente, su dificultad a la hora de entender los hechos tal cual son es la que lo lleva a morir de un modo que, tal como él mismo afirma, es absurdo. La tragedia cae con toda su fuerza sobre John (y sobre Edipo), quienes, tal como sucede en la tragedia griega, comenzaron bien y terminaron cayendo por culpa de un error intelectual (la distorsión de la mirada y el egocentrismo) que causó la peripecia y devino en el desenlace fatal.
Daniela A. Valenzuela
Bibliografía:
Aristóteles. (2002). Poética. Buenos Aires: Quadrata.
Du Maurier, D. “No mires ahora” en No después de medianoche. Edición digital. (s/d)
Foucault, M. (2014). “Segunda conferencia. Edipo y la verdad” en La verdad y las formas jurídicas. Buenos Aires: Gedisa, S. A. (Original impreso en 1978).
Sófocles. (2007). “Edipo Rey” en Teatro. La Plata: Terramar.
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